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El Instituto de Ciencias del Hombre propone una unidad creativa y cultural mediterránea

Celebrará en Sitges un simposio internacional sobre el tema

El Instituto de Ciencias del Hombre, que preside José Arana, ha convocado un simposio sobre el tema de la creatividad mediterránea, que se celebrará en la localidad catalana de Sitges los días 26, 27 y 28 de este mes. A este simposio internacional, en cuya financiación ha colaborado la Generalidad, y cuya inauguración correrá a cargo de su presidente, Jordi Pujol, acudirán especialistas en temas científicos y humanistas procedentes de todos los países de la cuenca mediterránea, tanto europea como del norte de Africa. La idea central del encuentro es, según José Arana, "el proyecto de una política mediterránea que incluiría, fundamentalmente, el aprovechamiento de los valores propios de creatividad y el ajuste de los programas de desarrollo que se deriven de ello a las constantes culturales mediterráneas".

Tras una primera sesión de presentación del problema, en el simposio se tratarán problemas sectoriales, como la creatividad mediterránea en arquitectura; las posibilidades de esta especificidad en investigación científica y en aplicaciones industriales; la creación de esta área sociopolítica en materia de pensamiento, artes plásticas y literatura, y, por fin, la propuesta de una nueva política mediterránea, entendiendo este tema, según José Arana, como la creación de una comunidad propia al margen y al lado de las dos grandes potencias, e incluso de la Europa anglosajona y nórdica, cuya preponderancia puede ser contrastada con la historia cultural mediterránea con ventaja para ésta

Mar subestimado

Según José Arana, la propuesta de creación de una comunidad mediterránea parte "de la convicción de que el Mediterráneo está subestimado en la actualidad, pese a que el conjunto de los países que dan al viejo Mare Nostrum se aproxima a una población de cuatrocientos millones de almas y la suma de los ingresos supera un producto conjunto bruto de un billón de dólares, lo que es lo mismo, el Mediterráneo puede constituir una tercera fuerza capaz de entrar en diálogo de tú a tú con Estados Unidos y la URSS y, por supuesto, mucho mayor que el continente europeo".Considera también José Arana que "en su actual situación, y frente a la potencia de las culturas anglosajonas, el área mediterránea tiene que salir en busca de ayuda, según sus preferencias político-ideológicas, de Estados Unidos o la URSS; pero, junto a estas culturas, el Mediterráneo se siente incómodo". Por eso cree José Arana que los países del Mediterráneo deben recuperarlo para sí, creando la base científica y tecnológica de una cultura que se base en la idiosincrasia de estos países, en las necesidades impuestas por el progreso y, en suma, en la necesaria calidad de vida. "Podemos ser, precisamente, el área sociocultural de la calidad de vida", dice, "porque estarnos en condiciones idóneas para potenciar un progreso tecnológico que tenga en cuenta también una base humanística".

Incomunicación e intolerancia

Para ello, para la creación de la nueva política proyectada sobre la creación de esta amplia comunidad de intereses, habría un doble problema a resolver. Primero, dice José Arana, "la diferencia de las dos grandes culturas mayoritarias del Mediterráneo, la cristiana y la musulmana, a las que habría que añadir la judía, se resolvería apartando el dogmatismo de carácter religioso.Del lado cristiano está prácticamente resuelto por disminución sensible de las creencias. El Islam, en cambio, que está viviendo una época de autodefensa dogmática -"los pueblos", dice José Arana, "tienen esos mecanismos de defensa: o ceden al complejo de inferioridad o se vuelven violentamente dogmáticos"-, puede tener un cambio gracias al papel de los intelectuales, que son los que deben romper el clima de incomunicación en que viven estos países. Tenemos el ejemplo de España: cuando acabó la incomunicación, acabó también la intolerancia".

El segundo gran problema sería el de la dependencia tecnológica y científica, y hasta de manifestaciones culturales, respecto a las áreas anglosajonas. "Habría", dice, "que eliminar las influencias exteriores interesadas en mantener los conflictos internos en el área. Yo creo", concluye, "que, por talante natural, la convivencia entre los mediterráneos, sean cristianos, musulmanes o judíos, es posible y puede y debe ser muy fructífera para todos los países del mundo".

Se queja, por otra parte, el director del Instituto de Ciencias del Hombre de la poca atención que a los organismos relacionados con el desarrollo les ha merecido esta iniciativa. "Curiosamente, los países que mejor responden a esta iniciativa han sido Francia e Israel, y en España, los ministerios culturales y el de Asuntos Exteriores, más que el de Industria o el de Trabajo, lo cual es curioso teniendo en cuenta el desempleo de este país... De todas las iniciativas del Instituto la única que ha fructificado es la que se refiere a la tercera edad, y uno sospecha que si los políticos han atendido ésa y no otras, a lo mejor tiene que ver con los votos de los mayores...".

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