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Reportaje:

La violencia de los 'camaradas negros'

Jorge M. Reverte

La tensión del encuentro se relaja por el brote irreprimible del chiste fácil. El bar que sirve de referencia para la cita se llama Blas: "No, no es por el jefe, pero no está mal la coincidencia. De todas maneras, aquí vamos a estar incómodos. Si te parece, mejor nos acercamos al pub, que es un sitio neutral".En la acera de enfrente, el edificio que alberga la sede de Fuerza Nueva parece cerrado a cal y canto. Los peatones esquivan, de forma casi imperceptible, la cercanía de las macizas verjas de hierro adomadas por la legendaria rudeza de sus defensores. En el trayecto hasta el pub de Santa Bárbara es preciso atravesar un tramo bordeado por el bar donde desayunan y copean los fuerzanovistas y, al otro costado, por una camioneta repleta de pegatinas, casetes, revistas y llaveros con toda la gama de signos fascistas.

El compañero de paseo proporciona una seguridad previamente ignorada. No es preciso, así acompañado, obligar a los ojos a que adopten una mirada casual ni imprimir a los andares la marcha relajada del paseante. La mirada entonces advierte detalles del paisaje que antes pasaban inadvertidos: aún quedan restos de los carteles que avisaban a melenudos, homosexuales y chicas con pantalones ceñidos de que se abstuvieran de cruzar la zona, y redescubre también la acogedora arquitectura de los edificios de la calle de Monte Esquinza.

Repanchigado ya en el sofá, paladea el primer sorbo de cubalibre y pasa a exponer, sin más dilación, sus condiciones:

-No se menciona mi nombre, no hay fotos y no hay magnetófonos.

Resulta muy difícil saber si la mirada de satisfacción que acompaña a sus palabras tiene su origen en la posición de ventaja negociadora o en el dominio del medio que se manifiesta al detallar todas las posibles fórmulas de identificación eliminadas. El aplomo con que se expresa elimina el incómodo trámite de tener que explicar al detalle cuál es el fin último de la entrevista.

-Puedes, por ejemplo, llamarme Camarada X.

Se relaja con la exhibición de ingenio y repite la broma varias veces, golpeándose los muslos con las dos manos: "Camarada X, ja, ja, Camarada X", entre grandes risotadas, que se reproducirán invariablemente, a lo largo de la conversación, cada vez que surja el nombrecito.

-Tengo 36 años, soy madrileño y estudié Derecho, pero lo dejé en tercero. Mis padres me sacaron de la universidad cuando los de la FUDE empezaron a pegar palizas a la gente de Defensa Universitaria. A uno de los camaradas casi le matan a palos en la Casa de Campo. A otros, en la misma facultad. Dejé la política por algún tiempo, pero me metí en Fuerza Nueva en 1975, poco antes de la muerte de Franco. Falange no me interesaba, porque no eran más que un grupo de nostálgicos, sin nada nuevo que ofrecer. Y luego estaban los de la auténtica, que se creían que podían andar jugando a ser de izquierdas, cuando la Falange siempre se definió como algo que no era un partido político.

Se introduce un corte, que aprovecha para apurar los restos del primer cubalibre y demandar un repuesto al camarero. Repite el gesto de paladear, pero de inmediato se larga la mitad del vaso sin contener una mirada astuta de ojillos picarones.

-¿Que no entre en la doctrina? Pues vale. Tú sabrás lo que quieres que te cuente. ¿De mi trabajo? Bueno... no he tenido ninguno así, en particular. He hecho cosas, nunca nada fijo. ¿Que si he cobrado de Presídencia del Gobierno? No, hombre. Eso lo hacían Assiego y José de las Heras. A De las Heras le conocía mucho porque era el jefe en la universidad. Luego cobraba un sueldo en pago a sus méritos. No, yo prefería antes vivir de mis padres, o de alguna tía, que del sueldo de Presidencia... ¿Que no? Oye, yo no miento. Si no te miento en una cosa, no te voy a mentir en otra. Cuando me ha dado la gana, he vivido de tías. Pero no de chulo, ni se te ocurra poner eso, que eran tías normales, que trabajaban en sus cosas, y yo tampoco es que fuera a sacarles el jugo. A todas las pagaba de alguna manera, ¿eh?

Y vuelve a reírse, dando palmetazos en los muslos. Y vuelve a apurar el cubalibre y a pedir otro.

-Tienes pasta, ¿no? Lo menos que puedes hacer es pagarme los cubalibres, que luego tú cobras la exclusiva, porque esto es una exclusiva. No, pero sin bromas, no vayas a poner nada que parezca que soy un chulo. Por un rato dejamos lo de mis trabajos, ¿vale? Lo del Frente de la Juventud fue más o menos a finales de 1978. José de las Heras, que era abogado de Fuerza Nueva, y Alfonso Lavandeira, que era el jefe de Prensa, fueron los más destacados de la escisión. Había problemas de muchos tipos, pero, sobre todo, que pensábamos que la política de Blas Piñar era demasiado blanda. De las Heras se llevó algunos papeles y nos declararon la guerra a muerte. Pero nos tenían miedo, porque nos habíamos llevado a los más combativos, gente dispuesta a casi todo, como Juan Ignacio González, el que mataron a tiros en su casa, luego hablamos de eso. Bueno, pues la gente de Fuerza Joven se venía con nosotros en cuanto les llamábamos, porque allí no hacían casi de nada. Cuando el asalto a la facultad de Derecho llevábamos con nosotros a bastantes de FN. Luego, en Fuerza Nueva no querían saber nada y empezaron a buscar como locos dentro para ver quién estaba con nosotros. Se pensaban que les teníamos infiltrados, y era sólo que los chicos tenían ganas de actuar porque parecía que les regalábamos la universidad a los rojos.

Infiltrados

Es la hora de la exhibicíón. Durante varios minutos, una colección de huesos torcidos y pequeñas cicatrices se pasea por los recovecos de su memoria. Para rematar, un largo tajo en el vientre. "¿Y sabes qué es esto? Pues la apendicitis". Vuelven las risotadas y el trago largo. Alrededor, los clientes se vuelven, alterado su sentido del pudor por los gritos y las carcajadas que emite, acompañados por el juego de sacar y meter la camisa, abrocharse y desabrocharse el cinturón. Sin transición, adopta un aire sereno y explica que unas señales que tiene en los nudillos se las hizo pegando un puñetazo, y que un ligero corte en la cara procede de un navajazo de un militante de Fuerza Nueva.

-Es que las cosas ya comenzaron a desmadrarse. Yo no creo que estuviera mal planteado el tema de la combatividad, sobre todo, porque nos atraíamos gente; pero es que ya no se controlaba a nadie allí dentro. Pasó lo del comunista en la calle de Goya, que le mataron chavales nuestros, y pasó lo del Retiro. Una cosa era realizar acciones serias y planificadas y otra muy diferente que cada uno se pusiera a dar palos y navajazos por su cuenta. La gente, los más serios, empezaron a marcharse. Y, para colmo, los de Fuerza Nueva decidieron quitarnos de la calle. Una vez hasta nos mataron un tío en una pelea, creo que fue en Murcia, o en Valencia. Yo me salí por entonces, porque el Frente ya no tenía nada dentro, sólo planes de atracos y cosas así debía haber infiltrados, porque cuando la policía quiso, desmanteló toda la organización y cogió un montón de armamento. Pero yo creo que dejan que siga existiendo, para tener controlados a los que se echan a la calle. Cada vez que alguien de Falange o de Fuerza Nueva quería hacer algo, se ponía en contacto con el Frente. Acabó pasando que cada vez que había un atentado, había alguien del FJ en el ajo.

Yolanda González

No se le altera el gesto con el recuerdo del asesinato de Yolanda González. Entre los procesados, como presunto inductor, figura el que era jefe de seguridad de FN, David Martínez Loza. Dibuja sobre la mesa unos círculos con el culo del vaso y tarda, contraviniendo su locuacidad, en encontrar una respuesta.

-Eso está sub iudice. De ahí no puedo contarte nada, porque además no sé nada.

La insistencia sólo sirve para que amenace con abandonar la amistosa charla: "Yo te cuento cosas, pero no soy ningún soplón. Además, no sé nada". Zanja la cuestión de manera contundente:

-Los otros grupos, como las JNR, o la Nueva Guardia de España, o los de Primera Línea de Falange, no son apenas nadie. José Antonio Assiego les ha querido organizar para armarla buena, pero le han cortado las alas. Les ha pasado como al Frente de la Juventud, pero,sin tener la importancia que tuvo éste. Assiego es un desmandado y un loco, que piensa que se puede hacer de un día para otro la vuelta de la tortilla. ¿Sánchez Covisa y Alberto Royuela? Son dos cantamañanas. No sé por qué os ocupáis tanto de ellos en la Prensa. No son los peligrosos. Lo son mucho más Assiego y De las Heras, que tienen gente detrás. Los otros dos actúan como principiantes.

Cuestión de principios

-Yo volví por eso a Fuerza Nueva. Son los únicos que tienen una visión de más largo plazo. En los grupos que te he dicho no hay más que un principio: la acción. Salen a la calle formados y se lían a tortas, a veces, entre ellos mismos. Y a la hora de las tortas, los únícos que tendríamos organización de verdad seríamos los de Fuerza Nueva, que tenemos más gente y mejor encuadrada. Los otros se pasan el día cambiando de grupo, porque no tienen una estrategia.

Paladea la palabra estrategia como paladea el nuevo cubalibre. "¿Tienes pelas, verdad?" Da varios sorbos cortos y, entre uno y otro, repite con voz queda: "No tienen estrategia

-¿Que cuál es nuestra estrategia? Pues muy simple: crecer más hasta tener la calle en nuestras manos. No, no; no a base de tortas, sino de estar ahí. La universidad, por ejemplo. Dentro de poco vamos a ser el grupo más numeroso, más que los rojos. Luego, en los sindicatos, hay una quiebra de los sindicatos comunistas y socialistas. Y no paramos de crecer, á pesar de que Assiego lo ha hecho muy mal y nos ha dejado con el culo al aire. Mira: el pacto de los sindicatos con la patronal nos abre camino, porque demuestra nuestra concepción del sindicato vertical como la mejor. ¿Que pare de doctrina? Pues sí no te cuento la doctrina, no sé cómo te vas a enterar de nada. Mira, para explicártelo más fácil: queremos ser como los misinos en Italia. Los de Falange van a venir a nosotros en cuanto se mueran Girón y Fernández Cuesta. Sólo tienen figuras viejas. No tienen estrategia, no tíenen estrategia. Sólo tienen principios, y se dedican a leer los textos de Franco y José Antonio como papagayos. Por eso tienen que aguantar que Blas Piñar lleve la voz cantante, no ya en el Parlamento, que está solo, sino también en la calle.

Técnica periodística

Frunce el ceño y vuelve a la mirada de astucia. Se comporta como un conocedor. "Esto parece como en las películas, que los periodistas dan de beber a la gente para que hable. Pero conmigo, ni se te ocurra pensarlo. Te cuento las cosas porque quiero". Y se extiende en una larga perorata sobre la Prensa y cómo debe estar regulada. Es un escape momentáneo para tomar fuerzas y más cubalibre.

-¿Quieres que te hable más de mí? -dice, ya con el habla titubeante de una borrachera mediana-. Mira: yo he sido la leche. Me he dado de bofetadas por todas partes, pero ahora pienso que hay que hacer otras cosas. Por eso estoy en Fuerza Nueva, porque hay estrategia. ¿No quieres tampoco que hable de estrategia? No querrás que te cuente mi vida privada, porque es privada, ¿sabes? ¿Que de qué vivo ahora? Pues de aquí y de allá. De cosas sueltas. No tengo mucho dinero. No tengo ni para pacar las copas... Tú pareces una camarera de barra, que estás todavía con la primera. Ya, bueno,, estás trabajando. Pero yo trabajo mejor si bebo unas copas. Si, sí, claro, cuando trabajo; pero no te enrolles, a ver si vamos a acabar mal la tarde.

El hilo se va perdiendo. El camarada X se enreda progresivamente en una maraña de estrategias con sabor a coca-cola y ginebra de la buena.

En un momento propicio, la conversación se aplaza para otro día. Contempla con pu, dor cómo la cuenta se salda y hace un tímido gesto de tocarse la cartera. Luego insiste en hacer parte del camino juntos. La tarde cae y unas figuras se desplazan erguidas por el centro de la calzada sin atender a los vehículos, que se ven obligados a disminuir la marcha, para penetrar en el bar que fianquea la camioneta cargada de parafemalia triunfalista. Al llegar a la altura del bar insiste:

-Si quieres conocer a unos camaradas... Pero no digas quién eres. Nos podemos tomar la espuela.

Acoge la negativa sin ninguna ira y, ya a distancia, grita:

-La estrategia es la clave.

Monte Esquinza vuelve a ser una calle de andares casuales y miradas perdidas de paseante que ignora dónde se encuentra.

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