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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Muera la inteligencia

LA PUGNA política en el seno del Ayuntamiento de Santander, culminada con la amenaza de rescisión del contrato de arrendamiento del palacio de la Magdalena a la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), abre de nuevo la cuestión sobre los recelos que una cultura en acción despierta entre las filas de la derecha. Tanto UCD como AID (Agrupación Independiente de Derechas) han considerado inadmisible" el proyecto de estatutos elaborado por la Universidad Internacional para su nueva etapa, argumentando que en ellos se translucen intenciones de suprimir la vinculación de esta institución con Santander.Tal débil alegación, que a más abundamiento no comparten en este significado atentatorio otros representantes santanderinos, como los del Partido Socialista de Cantabria (PSOE), los del Partido Comunista de Cantabria (PCE) o incluso los del Partido Regionalista de Cantabria, ha sido sucesivamente esgrimida en la Prensa local como campaña para derrumbar al actual equipo rector de la UIMP.

Efectivamente, desde el curso de verano 1980, en que se inauguraba como rector Raúl Morodo, las actividades de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo han ido cobrando una dimensión cultural y un grado de audiencia desconocido. No sólo el número de cursos impartidos se multiplicó por tres y por cuatro respecto a la anterior etapa, sino que su creciente convocatoria nacional e internacional ha hecho de esa Universidad, durante decenios convertida en hermoso parador de turistas becados, en un activo centro de la cultura contemporánea. El mismo programa de este año, que incluye a profesores como Foticault, Choinsky, Brenan, Deleuze, Sennett, Carr, hasta setecientos, incluidos algún premio Nobel, es muestra del nivel de ascendencia alcanzado y de la competencia de sus organizadores.

Fundada esta universidad hace cincuenta años por el entonces ministro de Instrucción Pública, Fernando de los Ríos, en su nombre y en su espíritu estaba la ambición por traspasar los lindes de la cultura nacional y provinciana. Pero lo que en estos dos años últimos ha sido la Universidad Internacional Menéndez Pelayo parece haber sido excesivo para la ideología conservadora y reaccionaria de un mínimo pero influyente sector de la sociedad santanderina. Uno de los ámbitos más vivos de la institución universitaria española se encuentra así con un soterrado intento de reducción a la mediocridad. De nuevo, como si el tiempo aciago de la cultura no fuera a terminarse en este país, regresa en forma de poder político municipal esa conocida tendencia que ama la rutina y la clausura. Y es espeluznante ver cómo un Ayuntamiento regido por UCD contribuye a la política cultural del Gobierno, haciéndose este harakiri ridículo y brutal, como si de nuevo diera el grito de "¡Muera la inteligencia!".

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La polémica recuerda, por otra parte, a la que ya suscitara en 1934 el diputado conservador por Santander Pedro Sainz Rodríguez, que promovió una campaña orquestada fundamentalmente por la CEDA para yugular el experimento pedagógico iniciado dos años antes, cortándole la subvención del Estado.

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