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La izquierda y la derecha

Sabido es que no hay nada más engañoso que las palabras, pues al jugar con ellas pasa como con las cerezas, que tirando de la más visible sale del cesto la que menos se espera.Si en la vida corriente esta característica del lenguaje perturba siempre el entendimiento normal de cualesquiera interlocutores, cuando las palabras, trascendiendo simples significados familiares o coloquiales, intentan ser definitorias de algo tan difícil de expresar como las ideas, la confusión, que es más temible que el error, puede alcanzar niveles graves. Finalmente, si estas ideas son precisamente las políticas, entonces se corre el riesgo de que las falsas interpretaciones lleguen a ser peligrosas para la colectividad entera.

Observamos hoy, en España, una gran confusión dentro de este tema concreto de las definiciones políticas porque, junto a las palabras derecha e izquierda, bastante claras en lo que cabe, apareció un tercer vocablo bien ambiguo, cual es el del centro, que ha venido a ser, desde que se institucionalizó sólidamente, una especie de pañuelo de prestidigitador bajo el cual todo puede ser posible, lo grande, lo pequeño o la nada, y esto, evidentemente, no es de utilidad para una democracia.

La derecha y la izquierda de la política son siempre actitudes circunstanciales, puesto que, como es sabido, tuvieron su origen pura y simplemente en la forma en que se sentaron en el Parlamento inglés los representantes de un electorado de hace ya muchísimos años, y, de hecho, los vocablos ni quisieron ni podían expresar otra cosa que la de que en aquel Parlamento, al trazar una raya imaginaria media, quedarían incluidos, a un lado, la mitad más conservadora de los miembros de la Cámara, y en la otra mitad, los más progresistas. Estas palabras, a su vez, pueden ser también engañosas aplicadas al momento actual, en el que ni el conservadurismo supone situación estática ni el progresismo intenta romper a toda costa con lo existente, pero aun así los términos derechas o izquierdas valen bastante para entenderse y, aunque no sean definitorios, sirven para diferenciar dos sectores de magnitud equivalente que componen la casi totalidad de los votantes, abstracción hecha de los extremismos.

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Lo que es una pura invención es el centro. La palabra proviene del campo geométrico y aun en él es siempre una entelequia. El centro nunca es sector, sino punto, es siempre término de teórica separación, no de franja. Su utilización, llevada a la política, no respondería, pues, a un deseo definitorio, sino quizá a todo lo contrario: a hurtar bajo la palabra precisamente la necesaria concreción. Porque si el centro no fuera punto, sino sector, difícilmente cabría establecer sus límites, que, partiendo del centro geométrico, se ensancharían como si fueran de goma, a voluntad de los definidores, hasta poder abarcar todo. Puede incluirse o rechazarse con la denominación cualquier postura o cualquier talante, precisamente por su falta de concreción, y esto es muy grave cuando, más allá de la simple indicación espacial y localista, se intenta erigir el término en exclusivo y excluyente de una ideología.

Cualquiera que hoy contemple el hemiciclo español comprobará que el grupo del centro no es tal, porque, si el mismo supone la zona equidistante de los extremos, la aplicación al partido que intenta monopolizar su nombre es totalmente inapropiada, dado que la UCD ocupa la mayor parte de la derecha del Parlamento. Si queremos hablar con rigor, y si queremos, sobre todo, clarificar las opciones que ofrece todo partido a los electores que votan (desgraciadamente, pocos) y a muchos que no votan (quizá por sus dudas sobre lo que se les ofrece), llegaremos a la conclusión de que el denominado partido centrista puede perturbar, monopolizando aun de buena fe esta denominación, la correcta interpretación de los deseos del electorado y el lógico acomodo en su verdadero sitio de las opciones que se le ofrecen a aquél.

El tema requiere reflexión profunda porque no es semántico ni resulta baladí. Si en el momento de la transición, en la turbulencia de una corriente renovadora, casi pudo ser disculpable, dada la humana condición que se produjeran en muchos sectores posturas acomodaticias, aprovechadas y aun hipócritas, la normalidad de unas aguas tranquilas, a las que debe cuanto antes llegarse para alcanzar el régimen normal, requiere corrientes de curso claro y fondo transparente.

La derecha y la izquierda son consustanciales con cualquier ente moral o físico y, ante esta evidencia, es inconveniente una instrumentación ajena a sus puros conceptos, porque en el mejor de los casos tienden a confundir y, en el peor de los casos, encierran la malicia de esconder últimos propósitos.

El viejo Parlamento inglés se sonreiría socarronamente ante las muecas que hacen algunos políticos cada vez que se les dice que son derecha y que, por ello, resulta lógico y aun obligado que se entiendan antes con los amigos del mismo lado que con los adversarios del opuesto.

El concepto de una nave va intrínsecamente unido a los de babor y estribor, como el arco del puente lo va a sus estribos izquierdo y derecho, y la fruta, a sus dos mitades.... La democracia española necesita su derecha y su izquierda, y ello es tan evidente que si esta derecha no se la conoce y reconoce, algo va a faltar en la honesta manera de llevar a cabo la representación popular de la democracia, y algo fallará en el propio sistema.

Valga todo este comentario de cordial invitación pública al partido del centro. El que esto escribe en varias ocasiones hizo pública y confirmó con actitudes su idea de la necesidad de un entendimiento de dicho partido con los que verdaderamente le son afines, e insiste, una vez más, al afirmar que es precisamente la UCD la que, no sólo no debe rechazar aquel entendimiento, sino impulsarlo. Sus propios conflictos internos son prueba patente de ello, y si defiende sus ideas como un servicio a la convivencia española debe dar definitivamente el paso que necesita y espera un electorado hoy confuso.

Juan de Arespacochaga es doctor Ingeniero de Caminos, doctor en Ciencias Políticas y Económicas y ex alcalde de Madrid.

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