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La Opera Nacional inglesa y el Ballet de Covent Garden llegan a su 50º aniversario amenazados por una grave crisis económica

Andrés Ortega

Amenazadas por la izquierda y por la derecha, tres grandes compañías británicas celebran este año su cincuentenario. Son el Royal Ballet, más conocido como el Ballet de Covent Garden -que el pasado sábado presentó una gala para conmemorar la ocasión-, el Royal Sadier's Wells Ballet, que normalmente está de gira por el país, y la Opera Nacional inglesa, que el pasado jueves celebró sus bodas de oro.

A pesar de lo que suponen estas fechas, el futuro del ballet y la ópera está en Londres en entredicho, ya que este género de espectáculos necesita fuertes subvenciones para sobrevivir. Especialmente delicadas son las situaciones por las que atraviesan tanto la Opera Nacional como el Ballet de Covent Garden. Ambos tiemblan, y no por la intensidad de la música que se oye en sus edificios, sino porque las subvenciones de que dusfrutan podrían desaparecer o disminuir sensiblemente.El Arts Council, organización estatal británica, que centraliza estos subsidios, está viendo sus presupuestos recortados por la política del Gobierno de Margaret Thatcher, mientras que el Ayuntamiento de Londres, que también contribuye sustancialmente al mantenimiento de estas compañías, ha amenazado con dejar de subvencionarlas, dentro de la política antielitista de este Consejo Municipal, que desde hace unas semanas está en manos de laboristas de izquierdas.

El Ballet de Covent Gardenn ació en 1931, pero sobrevivió gracias a la influencia de ese gran economista que fue John Maypard Keynes. Durante la segunda guerra mundial, Keynes formó parte del Consejo para el Fomento de la Música y de las Artes, iniciado por un millonario norteamericano, pero que en 1942 el Gobierno británico se encargó de financiar, transformándose cuatro años después en el Arts Council (Consejo de las Artes). Keynes, presidente de este consejo y del Royal Covent Garden Opera Trust, insistió en que estos subsidios debían ir a instituciones más que a individuos, esperando que pronto estas compañías llegarían a autofinanciarse, lo que evidentemente no ha ocurrido.

Keynes había conseguido salvar el edificio de Covent Garden -que este año cumple dos siglos y medio-, que durante la guerra había sido convertido en una sala popular de baile. Ahora el edificio está siendo renovado y ampliado, especialmente para albergar más vestuarios, estudios y un mayor escenario, para lo que cuenta con una ayuda del Arts Council de doscientos millones de pesetas este año. Insuficiente, según muchos de los expertos.

Las ideas de Keynes

Pero -hay que recordarlo de nuevo-, de no haber sido por la influyente figura de Keynes y sus ideas sobre las artes, las tablas del Covent Garden no habrían podido acoger a figuras de la ópera como María Callas, Luciano Pavarotti o los españoles Teresa Berganza, José Carreras -quien volverá este mes- o Victoria de los Angeles. Mención especial merece Plácido Domingo, cuyos rotundos éxitos en el Otelo, de Verdi, o en los Cuentos de Hoffmann, de Offenbach, han dejado boquiabierto al exigente público londinense.En Covent Garden, la ópera se canta en su lengua original, y en esto se diferencia principalmente de la Opera Nacional inglesa, que traduce sus textos a la lengua del país y que ayer celebró formalmente su cincuentenario.

En cuanto al ballet, aquí se recuerda especialmente las figuras de Margot Fonteyn y de Rudolf Nureyev, pero, sobre todo, el renacer de este arte en Londres lleva la marca del coreógrafo Kenneth Macmillan, responsable de espectáculos como Anastasia Manon, Mayerling y -por desgracia, pues ha sido un total fracaso- Isadora.

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