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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Los temporeros de la medicina

COMISION NACIONAL DE MEDICOS TITULARES RURALES INTERINOS (*)

Nos disponemos en este artículo a sacar a la luz pública la realidad de la medicina rural, y más concretamente la realidad de un colectivo de 3.600 médicos, que representamos aproximadamente la mitad de todos los medios rurales y que ejercemos nuestra profesión a lo largo y ancho de la geografía nacional. Nos referimos, claro está, a los médicos titulares interinos (MTI), que, como tortugas, con nuestra casa y familia a cuestas, vamos llevando, cuando menos, un poco de alivio y comprensión a toda nuestra querida gente del medio rural. Decimos alivio y comprensión no atreviéndonos a decir salud, pues los medios técnicos con que contamos no pueden ser más elementales que nuestro fonendoscopio («las gomas»), nuestro aparato de medir la tensión y el termómetro, que hemos tenido que comprar con nuestro propio dinero, ya que la Administración ni siquiera estos aparatos ha puesto a nuestro servicio.Somos temporeros sanitarios, debido a que cuando hace cuatro o cinco años estrenamos nuestra flamante licenciatura de Medicina y Cirugía, nos dirigimos a nuestras Jefaturas Provinciales de Sanidad, y hoy Delegaciones Territoriales de Sanidad y Seguridad Social, para solicitar un puesto de trabajo en cualquiera de los partidos que en ese momento estuviesen libres. En aquel tiempo divino pasado las plazas para «médicos de pueblo» sobraban y la Administración no necesitaba cubrirlas con premura.

Sólo unos cuantos de nosotros, la gran mayoría por vocación rural, y los menos -por qué no decirlo-, debido a la necesidad perentoria de ganar unas perrillas porque su economía familiar no se podía permitir más florituras, nos fuimos, después de firmar unos contratos y gastarnos un montón de pesetas en pólizas, al pueblo que se nos había adjudicado.

Cuál sería nuestra sorpresa al llegar al pueblo y presentarnos al señor alcalde respectivo para que nos diera la posesión de la plaza en interinidad cuando, al preguntarle cuál iba a ser nuestro lugar de trabajo y vivienda, se nos indicó un sitio al que en muchos pueblos, echándole una gran imaginación, llamaban «clínica rural y casa del médico», cuando la verdad, en la mayoría de los casos, ni era lo uno ni lo otro.

Pues bien, con muy buena voluntad nos acomodamos como Dios nos dio a entender con toda nuestra familia y enseres. Con un miedo espantoso, pero -eso sí- con una gran ilusión, esperamos a que llegara nuestro primer paciente. Comenzaron a llegar, ¡y qué pacientes! Aún recordamos todos nuestras primeras consultas y urgencias de todo tipo, sin ningún compañero a quien pedir opinión y ayuda, noches enteras de insomnio pensando si nuestros diagnósticos y tratamientos habían sido correctos o si, por el contrario, nos vendrían a avisar porqué fulanita o menganita se hubiesen muerto. Créannos: esta situación hay que pasarla para poder explicar la impotencia que se siente en ese momento.

Cuántas veces nos hemos preguntado qué delito habrá cometido la gente del medio rural para que durante tanto tiempo se haya visto y se vea sometida a esta sanidad primaria tan pobre y carente de medios.

Después de echarle un montón de coraje y esfuerzo, pisando barro, agua y nieve, día y noche, domingos y festivos (con jornadas laborales de veinticuatro horas, que aún hoy, inexplicablemente, seguimos padeciendo, aunque presumimos dentro y fuera de nuestras fronteras de una Constitución que rechaza de lleno tales jornadas laborales). Poco a poco, los MTI fuimos ganando confianza en nosotros mismos, y al ganar nuestra propia confianza, vamos ganando la de nuestros pacientes y su amistad. Esto es lo que más nos llena y lo que nos da ánimos para seguir con nuestra tarea cotidiana.

Una vez conseguida nuestra adaptación y aceptación por parte de nuestros convecinos, la Administración convocó los concursos reglamentarios de traslado de los médicos titulares de APD, que, aunque comprendemos y entendemos que, en justicia, deben celebrarse, los MIT nos vemos desplazados a otros pueblos. Dejamos atrás enfermos a medio tratar y amigos, llevándonos, eso sí, una parte importante de experiencia científica y humana, que intentaremos aportar al nuevo pueblo que quede vacante y la Administración tenga a bien concedernos, repitiendo el ciclo anteriormente explicado. Otro concurso, traslado y otro pueblo nuevo, y nuevamente problemas de adaptación, y aceptación.

Y, por fin, después de ir y venir con nuestra casa, y familia, y enseres de pueblo en pueblo, y tras cuatro años (caso que no comprendemos, ya que, según ley vigente, deben de ser convocadas anualmente, al igual que los concursos-traslado), surgen las tan ansiadas oposiciones, y otra vez nuestra sorpresa, pues la Administración convoca 1.225 plazas de las 3.600 que existen y que son las que actualmente ocupan los MTI. Nos sorprenden aún más cuando de estas 1.225 plazas se nos reservan trescientas, eso sí, previo examen que ya se nos ha anunciado como difícil en grado extremo, para «dignificar el cuerpo de médicos titulares en propiedad». A nuestro entender, seríamos otra vez los MTI los que serviríamos de cabeza de turco para enmendar otro posible error de la Administración.

Nuestras preguntas surgen de todo lo anterior relatado:

- ¿Quiénes serán los trescientos afortunados?

- ¿Qué hará la Administración con las 3.300 plazas restantes, ya que, según orden ministerial de 23-3-1980, todos aquellos MT1 que no aprueben la oposición perderán automáticamente sus derechos?

- Probablemente se nos dará el cese agradeciéndonos los servicios prestados y dándonos el derecho a cobrar el paro obrero, con lo cual se agravaría aún más el tan precario y alicaido presupuesto nacional.

- Tendremos que recurrir a una huelga, cosa que no deseamos, como otros grupos laborales, para que se nos reconozcan nuestros justos y legítimos derechos. Según acabamos de escuchar, cuando escribíamos este artículo, al señor ministro de Trabajo, Sanidad y Seguridad Social, que tan orgulloso afirma en Televisión Española que el conflicto del Hospital Provincial de Madrid, dependiente por entero de la Diputación Provincial, causado por cuatrocientos médicos de dicho hospital, se ha resuelto por la vía de negociación, actuando él como mediador. Nosotros, 3.600 médicos que dependemos directamente de su Ministerio, no hemos podido negociar, ya que ni siquiera nos han recibido para dicha negociación, no ya el actual ministro ni los anteriores, sino incluso últimamente cargos inferiores dentro del Ministerio, cosa que llevamos intentando desde primeros del año 1978. Esto lo añadimos para que no se nos acuse de oportunistas en relación al conflicto a dicho hospital. Las veces que estos cargos nos han recibido ha sido para decirnos que como MTI no tenemos ningún derecho.

- ¿Sería esta huelga legal, caso de producirse, o la Administración la consideraría ilegal, ya que, interinos o no, somos funcionarios del Estado en funciones? ¿Nuestros representantes legales (médicos titulares en propiedad) están dispuestos a apoyarnos y los estamentos colegiales están dispuestos a, por lo menos, intentar comprender, cuando menos, nuestra problemática?

- ¿Por qué no se plantea de una vez por todas una ley de incompatibilidades justa?

- ¿Cómo es que existiendo tanto paro médico se mantienen aún cupos del Seguro con más de mil cartillas e incluso hasta 1.600?

- ¿Cómo se puede concebir que se creen los llamados médicos de familia sin antes haber creado la infraestructura sanitaria ni consultar a los estamentos médicos colegiales a los que podría afectar, -como son médicos titulares, MTI y médicos de zona de la Seguridad Social, que, a nuestro entender, vienen desempeñando, claro está, sin este flamante título de médicos de familia, la auténtica labor de médico de familia, aunque antiguamente se les llamaba médicos de cabecera? ¿0 es que la Administración pretende meterlos en las 2375 plazas que restan de las 1.225 plazas convocadas hasta las 3.600 vacantes, cosa que explicaría el que éstas no sean convocadas?

- ¿Por qué aparecen decretos-leyes diciendo la obligatoriedad de que todos los escolares necesitan médicos para ellos y estas plazas no se crean?

- ¿Cómo es que no aparece una ley en la que los médicos se puedan jubilar a los sesenta años voluntariamente y a los 65 forzoso, ya que hasta ahora la jubilación es voluntaria a los 65 años y forzosa a los setenta años? Consideramos que nuestros compañeros en esas edades tienen justamente ganado su retiro para disfrutar con sus familiares y amigos cuando aún les queda energía para ello.

- ¿Cómo es que la Administración exige de las empresas privadas que todo trabajador que lleve un mínimo de seis meses y un día en un puesto de trabajo pase a formar parte de la plantilla fija y no lo cumple con nosotros, que somos sus trabajadores básicos?

- Por último, y lo más importante, ¿hasta cuándo la población rural va a seguir soportando una sanidad primaria que no le puede ofrecer ni la más mínima seguridad?

- Estas medidas enumeradas sí podían paliar el gran paro médico existente en nuestro país, y no lo que demagógicamente se intenta con la celebración de una oposición que ya sale recortada, antes siquiera de convocarse, y que en nuestra opinión significaría «desnudar a un santo para vestir a otro».

* Rosauro Varo Baena, Rafael García del Valle, Joaquín Hernando Rito, Benedicto Martín Barrera y Sergio Carrasco.

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