_
_
_
_
_

El canto de libertad de Pedro García Cabrera

El poeta Pedro García Cabrera ha muerto en Tenerife, en la mañana del día 20 de este mes, al filo de una primavera esquiva. La noticia de su muerte, aunque esperada tras su regreso de Suecia, donde fuera intervenido, la recibo aquí, en Madrid, y escribo estas notas con la visión empañada por una lágrima.Carmelo Martín y Fernando G. Delgado ya han publicado en EL PAIS artículos que claramente definen la trayectoria de este poeta: el primero, con una síntesis perfecta, de su biografía, y el segundo'. dentro de su propio orden poético, como tributo a un maestro, admirado por la novísima generación de poetas canarios.

Me queda a mí el recuerdb de un fraternal com pañero de lucha por la construcción de un mundo o de una sociedad distinta. Junto a Domingo Pérez Minik, a Agustín Espinosa, a Franciico Aguilar y, Paz, a Emeterio Gutiérrez Albelo, a José de la Rosa, a José Aronzena, a Domingo López Torres y a otros, vivos o desaparecidos, fraguamos la aventura de la revista Gaceta de Arte, que, consecuente con su criterio de importación de los más ágiles movimientos que correspondían a su tiempo, diera origen en Tenerife a la II Exposicíón Internacional del Surrealismo. Pedro García Cabrera sería el guía poético de la isla, que llenaría de entusiasmo a André Breton y a Benjamin Péret. Los dos grandes buscadores de maravillas de nuestro tiempo.

Había nacido en Vallehermoso, en la isla de la Gomera, en el año 1905. Trasladado su padre a Tenerife, donde.ejerció el puesto de profesor, dirigiendo un grupo escolar, Pedro García Cabrera lleva a cabo estudios universita rios, y bajo su innata presión poética funda la revista Cartones, anterior a la Gaceta. Y desde entonces tiene lugar mi admiración por él y nuestra continua y entrañable amistad hasta la hora de su muerte.

Su primer libro de poesías fue Líquenes, un canto al mar, al que siempre le fue fiel, como al hombre y a la libertad. Poeta de una autenticidad total, la continuidad de su trabajo se desarrolló en los climas más diversos y hasta hostiles, desde el destierro al hospital, desde la cárcel a la evasión, desde el allanamiento de su hogar hasta la vuelta a la paz de su casa, al disfrute de la libertád junto a Matilde, la mujer de su vida, conocida en un hospital, en los momentos críticos del final de la guerra civil, donde el poeta se encontraba herido. Del hospital, con una pierna quemada, pasó a las cárceles y su persona, durante años, pareció perderse. Pero no. El poeta continuó su canto de libertad y de respeto al hombre.

Su lirismo, operando dentro de un bosque de cristalinas metáforas, tendió un puente que une lo subreal con la abstracción, lo cotidiano con lo social. Difícil y genial concreción que abarca los irreversibles dictados de nuestro tiempo. Parece imposible que un ser de tan pura inocencia, poeta nacido para un tiempo mejor, por él anuncio planetario de una deseada felicidad, fuera de tal manera castigado en la vida con el extrañamiento, la persecucion y la dolorosa muerte. Sus últimas poesías, en el hospital, de Estocolmo, nos vienen a dar testimonio de la altitud y superioridad transfiguradora del poeta, sobre toda otra cuestión. Pedro García Cabrera pertenecía a este linaje de sobreestructura vital. Ausente ya de nosotros, sé, sabemos, que su obra será considerada por las nuevas generaciones como sin duda alguna se merece. No es un poeta español o canario más. Su mensaje es universal y su operación poética es de apertura trascendental

crítico de arte, fue fundador y director de Gaceta de Arte.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_