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España, primer traficante europeo de hachís, LSD, anfetaminas y cocaína

El académico y escritor Julián Marías inauguró el pasado lunes con su intervención el Simposio Nacional que sobre el tema «La droga en la juventud» se celebra estos días en Madrid organizado por el Instituto de Ciencias del Hombre y la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de esta ciudad. El simposio, en el que están interviniendo desde filósofos hasta miembros de los cuerpos de Aduanas, Brigada de Estupefacientes, médicos de los centros de recuperación de drogadictos, profesores de universidad y asistentes sociales, se prolongará hasta el jueves 5 de marzo.Julián Marías centró su exposición en el análisis de esa vigencia social fortísima, pero provocada, que sería la adicción a la droga entre la juventud, calificándola como «un desprestigio de la razón».

Mientras históricamente el consumo de drogas ha condicionado a otras culturas, tales como las orientales, indias, etcétera, la occidental se limitó siempre en el consumo de estimulantes a aquellos que no afectan a la personalidad, tales como el té, tabaco, café e incluso alcohol. El paso de la moderación al exceso en el consumo de alcohol ha estado siempre mal visto socialmente en nuestra cultura, que para el profesor Marías «se puso siempre a la carta de la razón». Sin embargo, el buen efecto social del consumo de drogas entre los jóvenes de hoy sería, en su opinión, la constatación evidente de que dichas drogas significan, en efecto, ese desprestigio de la razón al que aludíamos más arriba.

Desesperanza juvenil

Una de las razones que explicarían la situación actual en España de este fenómeno de afición a las drogas estaría precisamente en la falta de salidas de una sociedad, corno la nuestra, que provoca en el joven una respuesta evasiva a esta situación de desesperanza en el futuro. «Pero la evasión», continuó diciendo el académico, «es difícil cuando la persona es una persona lúcida.En este punto es donde actúa la droga».

Una intervención más técnica y llena de cifras millonarias fue la del doctor Pedro de Vicente, que presta sus servicios en la aduana de Algeciras. En una exposición rápida, señaló las dificultades de clasificación de las drogas, ya que siempre se escapan a este tipo de divisiones; entre legales e ilegales no existe un acuerdo general, ya que varían de unos países a otros; la división entre drogas duras y blandas tampoco le parecía correcta al doctor Vicente, ya que, según explicó, «se da el caso de que el hachís, que es considerado en casi todas partes como una droga dura, en España, en cambio, sigue citándose como blanda». Por todo ello se limitó a la clasificación más o menos médica de drogas depresoras del sistema nervioso, que serían los tranquilizantes; drogas estimulantes, entre las que se citarían a la cocaína, anfetaminas, etcétera, y, por último, los alucinógenos, entre los que citó a la marihuana, el hachís y el LSD.

Para hacer hincapié en las razones de la extensión de este consumo de toda clase de drogas (esa poliadicción que señaló como muy preocupante), el doctor Vicente citó los beneficios de esta particular industria, que ocupa el tercer lugar en ingresos en Estados Unidos, después de las dos mayores multinacionales, con sus 48.000 millones de dólares de ganancias anuales repartidos en una población de unos 150.000 traficantes.

Situación estratégica

La explicación de que España se encuentre en los primeros puestos de tráfico de hachís, LSD, anfetaminas y en el segundo lugar europeo en tráfico de hachís, inmediatamente detrás del Reino Unido, vendría dada por estar incluida dentro de la mayoría de las grandes rutas del tráfico masivo que parten de la zona de Oriente Próximo, del norte de Marruecos, Latinoamérica o las zonas asiáticas del llamado triángulo del oro (Tailandia), Birmania y se dirigen preferentemente a Estados Unidos y al resto de Europa. No obstante, estos datos se basan en las cantidades aprehendidas en las aduanas españolas.

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