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José Hierro: "La poesía se escribe cuando ella quiere"

El autor de "Libro de las alucinaciones" rompe su largo silencio de escritor

José Hierro, uno de los principales poetas españoles de la posguerra, acaba de regresar del prolongado silencio que se impuso hace cerca de varios años y afirma que ha estado callado porque «la poesía se escribe cuando ella quiere, no cuando quiere el poeta». Su silencio se rompe con la publicación de unos poemas titulados Agenda, que se incluyen en la antología que acaba de publicar la colección Visor, con prólogo y selección de Aurora de Albornoz.

Poco amigo de explicar en público su largo silencio, Hierro también se muestra reacio a las entrevistas «porque no me considero capaz de interesar, con mi obra, a demasiada gente. Es absurdo entrevistar a alguien que carece de interés».Incluso ante la antología de su obra se muestra escéptico este personaje vitalista, que prefiere hablar de la vida que de la obra. «¿Una impresión general de la antología? Dejando aparte el hecho de que, como antología, como selección de lo mejor, es demasiado extensa (¿quién puede preciarse de haber escrito una docena de buenos poemas?), estoy de acuerdo con ella».

Aurora de Albornoz es más entusiasta. En su prólogo, dice ella, «trato de ver la singularidad de Hierro dentro de una determinada época, ya que toda poesía de un hombre es inseparable de una época». Añadió ayer Aurora de Albornoz: «El tema básico de este poeta consciente es la vida, es decir, el presente, el amor, los otros, y el deseo de vivir plenamente una vida consciente. En Hierro es importantísima la cuestión del ritmo; es asombroso penetrar en este aspecto de su poesía. Se ha dicho demasiado que es un poeta espontáneo, sencillo, y yo digo lo contrario. Creo que no hay poesía que sea espontánea y sencilla; hay un trabajo enorme para lograr esa sencillez».

El último libro publicado por Hierro apareció en 1964. Era el Libro de las alucinaciones. Después en 1974, Seix Barral publicó sus Obras completas, y, finalmente ahora, aparece esta antología en la que hay unos poemas, titulados Agenda, que permanecían inéditos en libro. ¿Supone esta colección el comienzo de una nueva etapa de este poeta de 58 años? «No. Son poemas que pertenecen a la etapa anterior y que yo no había incluido en mis últimas poesías completas por parecerme una reiteración».

Sobre su escepticismo cuando se le piden juicios acerca de su obra, José Hierro dice: «Cuando un poeta, o un creador cualquiera, dice que su creación es mala, debe creerse. SÍ dice que es buena, puede dudarse de su afirmación. Solemos engañarnos siendo demasiado comprensivos con nosotros mismos».

¿Académico con alpargatas?

Acerca del juicio de otros es más generoso: «¿Si tengo fe en mi obra? No demasiada. No creo que sea tan mala como han dicho recientemente en una revista, pero tampoco es lo que yo hubiera querido. Además, creo que en toda crítica, por lo menos en nuestro mundo literario, hay más de amistad que de crítica. Como al entrevistado hay que asaltarlo para que salte, al autor también. Por eso lo ideal es que la crítica la haga un enemigo, si es inteligente. Son los fallos los que deben ser resaltados. Y si el amigo que hace la crítica es inteligente, podría en él más la amistad, en perjuicio de la inteligencia».

José Hierro siempre ha sido citado como académico in pectore, pero él responde con una negativa cuando se le habla de esta posibilidad. ¿Es una actitud de desdén por la institución académica? «Todo lo contrario. La Academia exige miembros con mucha cultura universitaria -lo que no es mi caso- o con una obra de verdadera importancia. Este segundo supuesto tampoco se da en mi trabajo poético, y perdón por repetir lo que tanto he dicho. Hay una tercera razón que a veces se ha tomado como una boutade: respeto tanto a la Academia que, si yo fuera académico, no me permitiría el lujo de ir en alpargatas por la calle o en el Metro. No es que el académico tenga que vestir de uniforme o de frac constantemente, pero no debe olvidar el respeto que debe a la institución a la que pertenece, y una de las formas de respeto empieza con el decoro en el atuendo. En este caso, para mí, el hábito hace al monje. Cambio el honor por la comodidad, una forma cómoda de independencia».

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