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"Es justo rebelarse"

Jiang Qin, 67 años, viuda del presidente Mao, ha tenido un destino extraordinario: actriz de segunda, «emperatriz» de la China socialista y reclusa condenada a muerte. Cuando en la noche del 6 al 7 de octubre de 1976 su detención pone punto final a su agitada carrera, Jiang Qin, ex actriz de Shanghai en los años treinta, era viuda desde hace menos de un mes. Líder de la banda de los cuatro, el núcleo más radical de los dirigentes de la, revolución cultural, Jiang Qin recuerda al chino de la calle, a esas emperatrices de leyenda, mezcla de despiadada crueldad y extraña seducción.Jiang Qin no ha renegado de la revolución cultural, desencadenada en 1966 por Mao para reconquistar el poder, y que ensangrentó a China durante tres años. Cuando el fiscal pidió la pena de muerte, la viuda del «gran timonel» gritó con todas sus fuerzas el eslogan de los «guardias rojos»: « ¡Es justo rebelarse! ». Durante todo el proceso no cesó de recordar que era una auténtica revolucionaria. En varias ocasiones calificó a los jueces de «revisionistas», insultando así a los dirigentes del régimen posmaoísta.

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Originaria de una familia modesta de la provincia oriental de Shandong, Jiang Qin se convirtió en la cuarta mujer de Mao en 1938, un ano después de adherirse a la «base roja» de Yenan, en la que el líder comunista estableció el cuartel general de sus fuerzas en lucha contra el invasor japonés. Al. casarse con ella, Mao repudió a He Zizjen, auténtica heroína de la resistencia, lo que provocó serias reticencias por parte de algunos de sus compañeros. Un compromiso prohibió a la nueva compañera de Mao entremeterse en asuntos políticos. Pero el pacto queda roto en 1962 y Jiang Qin se convierte en el portavoz del «gran timonel», y poco después inicia en el inundo artístico e intelectual un movimiento que desembocará en la revolución cultural.

Hasta la muerte de Mao, la influencia de su esposa no dejará de crecer, en detrimento de todos aquellos artistas, escritores y políticos, que pagaron con creces el desprecio o la indiferencia con el que la trataron en los años treinta.

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