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Los pescadores del "Garmomar" se encuentran bien, aunque muy afectados por los cinco meses de cautiverio

En un gesto destinado a sensibilizar a la opinión pública española, el Frente Polisario presentó el martes pasado, cerca de esta localidad argelina, a los catorce tripulantes españoles del pesquero Garmomar, capturados el 22 de mayo cuando faenaban frente a las costas del Sabara occidental. Los pescadores declararon a EL PAIS que, no obstante hallarse bien tratados y atendidos médicamente, se encuentran muy bajos de moral por el largo cautiverio y desean que el Gobierno español y el frente saharaui lleguen a una forma de entendimiento que permita el regreso a sus casas.

El Polisario accedió a una petición de los corresponsales acreditados en la capital argelina para poder entrevistarse con los pescadores. Estos fueron presentados vestidos con el draja, el tradicional atavío saharaui, y pulcramente afeitados, en un campamento militar improvisado, situado a unos sesenta kilómetros al sureste de Tinduf, lindando con la frontera mauritana.Una unidad militar saharaui instaló tres tiendas de campaña de gran talla sobre la arena y mantuvo una vigilancia estricta durante la hora y media, aproximad ain ente, que duró la entrevista. El patrón del Garmomar, Antonio Gudino Calvino, y sus trece compañeros pudieron conversar con los periodistas y ser fotografiados. Previamente al encuentro, los pescadores habían sido advertidos de la visita, aunque no se les precisó que se trataba de un encuentro con los periodistas.

Los pescadores fueron llevados a ese lugar un día antes de nuestra llegada, desde uno de los cuatro campamentos militares en los que han permanecido hasta ahora. Todos ellos disponían de pequeñas bolsas de aseo y cajetillas de tabaco. El pescador Eusebio García Soto conservaba precisamente en su bolsa dos cartas recibidas de su esposa Carmen Soto Arroyo, fechadas en Marín en septiembre y dirigidas a la representación del Polisario en la capital argelina.

Dos enfermos

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Todos ellos aseguraron que no habían sido maltratados en ningún momento. El patrón y eljefe de máquinas, Manuel Fernández, aquejados de diabetes y hernia, han sido atendidos en un hospital hace dos meses y disponen de medicinas, según dijeron. El segundo de ellos debía ser operado este verano, pero esto no pudo ser realizado por el intenso calor del Sahara.

Los pescadores disponen también de lectura («Nos traen libros y periódicos cubanos y algún diario español», dijeron) y pueden oír la radio española desde las ocho a las doce de la noche. «Ese es el mejor momento de la jornada, ya que esperamos oír algún día una noticia que nos aporte algo nuevo», subrayó el más joven de ellos, Ernesto Guimerán, de diecinueve años.

Con respecto a una pronta liberación, los pescadores aseguraron que ellos no sabían nada ni se les había dicho algo parecido. Todos ellos criticaron las noticias dadas por la radio nacional española, que había hablado infundadamente de su liberación inminente, señalando que esto les había afectado en su moral.

Según ha podido constatar este corresponsal, la hipótesis de una liberación inmediata de los pescadores no tiene por ahora el menor fundamento.

Relato del asalto

Antonio Gudino, refiriéndose a las circunstancias del asalto, precisó que el nombre correcto del barco era Garmomar (según el Polisario sigue embarrancado en la costa, al igual que otra media docena de pesqueros de varias nacionalidades) y fue atacado a las 0.30 horas del 22 de mayo cuando se hallaba faenando en arrastre a quince millas de cabo Barbas y 12,5 de Morro Falcón, en la costa sahariana.

Una lancha de goma tipo Zodiac (otros pescadores creen haber visto dos de ellas), que llevaba siete tripulantes vestidos de hombre-rana y portando metralletas se aproximó al barco, subiendo a bordo dos de ellos. El patrón y el jefe de máquinas, únicos que se hallaban entonces en cubierta, fueron conminados a dirigir el barco a la costa, deteniéndolo a unas tres millas de ésta.

Los tripulantes del pesquero y el comando polisario recorrieron la distancia que les separaba de la playa a bordo de la lancha del comando y del bote salvavidas del pesquero. Luego caminaron durante quince minutos hacia el interior, donde se encontraban otros saharauis y varios vehículos. Después de pasar la noche en una tienda de campaña, se desplazaron al amanecer en los Land Rover del Polisario por espacio de cuatro días hasta el primer lugar de su cautiveno.

Según el patrón del Garmomar, los cinco lugares en que han estado tienen el mismo parecido: dos o tres tiendas de campaña montadas por la unidad (unos veinte hombres) que los retiene. No han tenido contacto alguno con los demás pescadores españoles apresados por el Polisario (aunque conocen los casos por la radio) ni con otros prisioneros. Los catorce han permanecido siempre juntos.

La gestión del embajador mexicano

«El embajador de México en Argel vino a vernos en agosto, pero no habló de gestión alguna. Sólo nos dijo si queríamos algo para nuestras familias. Tampoco prometió volver, y justificó su visita por "la buena amistad existente entre México y los saharauis"», dijo Antonio Gudino.

«Nuestra jornada se desarrolla simplemente: nos levantamos temprano y arreglamos la tienda. Jugamos a la pelota o las cartas hasta el mediodía, en que almorzamos. Luego, de nuevo, jugamos al fútbol o leemos y esperamos la hora de oír el parte por la radio, hasta medianoche».

Todos los pescadores pusieron de relieve que ellos no son políticos ni entienden de política. «Somos simples trabajadores del mar. Ibamos con contrato dado por el Gobierno, no veníamos a robar. No veníamos a robar, ya que el Gobierno español nos dijo que el contrato era legal, dado por Rabat. Ahora estos señores nos dicen que el Gobierno debe negociar, pero en cinco meses no he visto nada. Ha dicho un señor del Gobierno por la radio que por catorce hombres no se puede perjudicar a 5.000 pescadores, pero no creo que sea una respuesta clara la de este señor. El Gobierno tiene aquí a 38 de los nuestros y les da de lado. Debe venir a ver a esta gente y hablar con ellos por lo menos», nos dijo al final con tono muy afectado el jefe de máquinas.

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