Una carta de Dalí
En EL PAÍS del 4 de septiembre aparece un artículo suscrito por Alfons Quintá, en Barcelona, cuyo contenido nos afecta.Es una pena que el articulista haya perdido la idea de la objetividad y superado la de la imaginación al exponer unas opiniones totalmente subjetivas, que sólo pueden explicarse si vienen causadas por la idea de sembrar la confusión y con fines, como mínimo, de desprestigio.
En efecto, desde la situación económica nuestra hasta la enfermedad, incluyendo el parte médico, se vierten una serie de conceptos absurdos y ajenos a la realidad. No creemos que deba enseñarse a unos afamados doctores cómo y cuándo deben redactar un parte. No creemos que deba sentirse tan supuesta preocupación sobre nuestra salud y situación económica, máxime cuando sabemos cuidarnos y administarnos en un Estado de derecho, que olvida el articulista, al permitirse entrar en nuestra intimidad y sentir una supuesta preocupación que no le atañe. Si tiene idea de la libertad que haga buen uso de ella y se mueva dentro de su círculo sin entrar escandalosamente en el nuestro.
Amamos esta tierra catalana y a España. Hemos dado ya prueba de ello y esperamos que en un futuro, mañana, tales pruebas abunden más y más. Ahora bien, no estamos dispuestos a que este futuro se empañe torciendo nuestra voluntad a base de artículos como el que se replica, pues es obvio que de nuestro patrimonio podemos disponer libremente según las leyes vigentes.
En lo que afecta a nuestro amigo y colaborador Enrique Sabater, queremos constatar que su ayuda nos resulta y ha resultado inestimable prácticamente durante los últimos diez años. No es nuestro secretario, sino nuestro colaborador y amigo.
Pedimos que se nos deje en paz como unos ciudadanos más, ya que tenemos derecho a nuestra intimidad y a nuestra vida regulándola en la forma que estimemos más conveniente.
Apreciamos en las líneas del articulista unas palabras y referencias ofensivas que pueden determinar nuestro desprestigio. Por tal causa, aun sintiéndolo mucho, tal vertencia fáctica, injuriosa o calumniosa, nos obliga a reservar en forma expresa las acciones civiles o penales que procedan./