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Otero desmiente, pero nada cambia

El hecho de que el ministro de Educación, Otero, desmienta ahora haber presentado la dimisión, no varía en un ápice el fondo de las reflexiones que exponíamos en nuestro editorial de ayer. A tres meses del último reajuste de Gobierno seguimos teniendo la sensación de que manda la inoperancia y se vuelven a perfilar nuevos cambios en las carteras ministeriales, como si Suárez considerara que este carrusel de crisis consecutivas es digerible por el país.Hay que volver a la acusación de que a falta de política de la seria nuestro presidente sigue enzarzado en los molinos de viento de la política de mentirijillas: la de los nombramientos y ceses, la de las charlas de salón entre los personajes de la crema de UCD de Madrid. Mientras, las respuestas que se deben encontrar continúan desatendidas.

Por lo que respecta a la historia concreta de lo sucedido con Otero, y sin el ánimo de poner en tela de juicio la seriedad de su palabra cuando dice que va a seguir en el cargo, tenemos que relativizar las cosas y recordar que en la política se suelen realizar tantas trampas para distraer al personal que ya nadie considera que sea formalmente una mentira la tergiversación de la verdad a cargo de un ministro. A nosotros nos parece cierto que hubo dimisión -llegó a ser confirmada en medios del propio departamento de Educación-, pero no descartamos la posibilidad de que tuviera la forma rebajada de un mero ofrecimiento de disponibilidad al presidente, para brindarle todas las facilidades de cara a un relevo que pensamos que el propio Otero está esperando.

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