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Clausurado un salón de masajes por prostitución encubierta

La policía ha clausurado una casa de prostitución encubierta por un supuesto salón de masajes. Había sido instalada en un piso de la Gran Vía con el nombre de Stella y prometía a su clientela «los mejores momentos» en compañía de «bellísimas señoritas, masculino y travestí». Al menos siete personas formaban parte de su nómina, y las tarifas oscilaban entre 4.000 y 30.000 pesetas. Era regentada por una mujer de 53 años sin antecedentes penales.

La casa había sido fundada el pasado mes de febrero por Pilar Garrido Simón, de 53 años. La legalización del establecimiento estaría sujeta al habitual protocolo de trámites: solicitud de licencia municipal a la oficina correspondiente del ayuntamiento, inscripción en los registros del Ministerio de Hacienda, a fin de tributar las cantidades precisas, y del Ministerio de Industria, dada su condición de comercio.El lugar elegido para la sede fue un primer piso de la avenida de José Antonio, número 63, y la elección fue irreprochable; zona céntrica, máxima densidad de pensiones y, por ello, de ciudadanos flotantes, y la oferta simple y directa de que «usted, señora y caballero, pase sus mejores momentos acompañado por bellísimas señoritas, masculino y travestí». Entre cincuenta y cien establecimientos similares operan en Madrid con unos amplios márgenes de prosperidad.

Las averiguaciones policiales han permitido recomponer los pormenores del funcionamiento de la casa con una excepción: el censo de la nómina de fijas y de colaboradoras. En el momento en que los agentes irrumpieron en el local, cinco mujeres muy jóvenes, algunas de ellas estudiantes; un hombre de 32 años, Juan José Alonso, y Pilar Garrido desempeñaban el «ilícito tráfico», pero no se descarta la hipótesis de que el número de chicas y chicos vinculados a la casa fuese bastante mayor.

Se ignoran la variedad y la calidad de las ofertas que en Stella se hacían a los clientes. Se sabe, en cambio, gracias a las pesquisas policiales de los funcionarios de la comisaría de La Latina, que la escala de tarifas iba desde las 4.000 a las 30.000 pesetas por persona y servicio.

Alguna de las muchachas descubiertas por los agentes en la sede del pretendido salón de masajes ha declarado que el equipo estaba sometido «a una auténtica explotación sexual» y que «se sentían coaccionadas a persistir en su prostitución». En palabras de las jóvenes, «Pilar Garrido se quedaba con la mayor parte del dinero». Al parecer eran controladas incluso de noche, cuando permanecían en sus domicilios, «por si tenían que acudir al requerimiento de aquélla».

La policía ha confirmado que Juan José Alonso era quien actuaba como travestido, si bien no ha confirmado ni desmentido que una segunda persona asumiera el papel de masculino que se ofrecía en la publicidad del apócrifo salón de masajes.

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