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Iríbar se marcha en silencio

José Angel Iríbar Cortajarena nació en Zarauz el 1 de marzo de 1943. Alternó los estudios con las faenas del campo, pero supo encontrar tiempo para hacerse futbolista en la playa. Se hizo oficial tornero, pero no tenía necesidad de esta capacitación para ganarse la vida; de los campeonatos playeros pasó al Zarauz y a la selección guipuzcoana juvenil, y con dieciocho años fue fichado por el Basconia, que por toda paga anual, le dio 8.000 pesetas y una habitación en una pensión de Basauri. Pero aquella temporada debería lanzarle, y en 1962-1963, la siguiente, ya habría de fichar por el Athlétic, que se adelantó a muchos otros pretendientes: Barcelona, Atlético, Español, Valencia, Sevilla y Elche. Los ingresos ya fueron otra cosa: 250.000 pesetas de ficha anual y 5.000 de sueldo al mes. La familia, que hasta entonces había visto con recelo que se dedicara al fútbol, aceptó.Y en el fútbol ha seguido hasta ahora mismo. A finales de temporada tuvo su oportunidad en Málaga, por lesión de Carmelo en el curso del partido, y al año siguiente ya era titular. Había sentado en el banquillo nada menos que a Carmelo, y forzaría al Athlétic a traspasar al veterano y estupendo guardameta al Español. El día 11 de marzo de 1964 debutaba con la selección, en Sevilla, contra Irlanda, en partido de la Eurocopa; el día 21 de junio de aquel año formaba parte de la selección española, que ganaba este torneo, junto con Rivilla, Olivella, Calleja, Zoco, Fusté, Amancio, Pereda, Marcelino, Villa y Lapetra. El día 24 de abril de 1976 jugaba su último partido con la selección, en el Manzanares, ante la RFA.

Algo más tarde, la afición española recibió con desagrado una noticia: Iríbar se había afiliado a Herri Batasuna. Nunca un ídolo había perdido con tanta facilidad el favor de la afición española. El que había sido admirado en todos los campos, fue recibido con broncas a partir de entonces, y son muchos los que lamentan que el récord de partidos con la selección (49, sobre los 46 de Zamora) haya quedado en su poder. Quizá, en otras circunstancias, la federación hubiera permitido jugar el partido número cincuenta con la selección, para redondear una cifra más bonita, pero no se pudo ni pensar tal cosa. Como tampoco se ha podido pensar en algo que, sin su militancia en Herri Batasuna, parecía obligado por su excepcional trayectoria como jugador: un gran homenaje nacional. Pero Iríbar, tras haber despertado tanta simpatía y admiración en todos los campos (es de esos escasísimos jugadores a los que cualquier aficionado está dispuesto a perdonarle que no juegue en su equipo), ha perdido casi todo el afecto que se le profesaba fuera de Euskadi.

Incluso en Euskadi las opiniones sobre él están divididas, y casi nadie quiere expresarlas. De Iríbar se habla insólitamente poco. Su militancia nacionalista es agradecida por todos los vascos nacionalistas (la mayoría de los vascos), pero los peneuvistas, aunque le consideran de la familia, piensan que es un hijo descarriado. Quizá por eso, cuando la directiva del Athlétic anunció la rescisión de su contrato, no acompañó el anuncio de una fecha para su homenaje. Fue la prensa bilbaína la que lanzó la idea de que hoy, en San Mamés, el Chopo saltase al campo para defender la puerta del Athlétic ante el Betis y despedirse así de la afición, pero Senekovitchs, entrenador, ha rechazado la idea. No le considera en condiciones. Entonces se decidió, previa consulta con él, organizarle un partido de homenaje el próximo día 30, en San Mamés, entre el Athlétic y la Real, con refuerzos del Osasuna y Alavés. El resto de España no rendirá homenaje a Iríbar.

Entre tanto, el jugador se ha rodeado de un espeso silencio. Nunca ha explicado sus ideas políticas, y últimamente ni siquiera ha concedido entrevistas de carácter deportivo. El día 11 de noviembre, en Las Palmas, jugó su último partido oficial. Un lumbago fue el pretexto para desplazarle del equipo y colocar en él a Aguirreoa. Desde entonces ha estado en algunas ocasiones en el banquillo, y más tarde, ni eso. Vive en Las Arenas, regenta un almacén de patatas, dejó de frecuentar los entrenamientos hace algún tiempo y poco se sabe de su vida privada. El Athlétic incorporó a Garita (Garitaonaindía), de la Cultural de Durango, para ocupar su plaza en la plantilla como tercer portero; el segundo es Meléndez, otro chico con condiciones; Zaldúa, que iba para gran portero, parece reponerse de las dos operaciones que sufrió en poco tiempo; Cedrún, hijo de Carmelo, defiende la puerta del filial, el Bilbao Athlétic, con acierto. Iríbar ya es historia.

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