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La Democracia Cristiana, dividida sobre la sucesión de Zaccagnini

Juan Arias

El primer resultado concreto del acalorado y tenso congreso democristiano ha sido el cambio del estatuto para que el nuevo secretario sea elegido no por el congreso, sino por el consejo nacional. Lo contrario a lo que había ocurrido en el último congreso, hace cuatro años, cuando fue elegido Benigno Zaccagnini. Entonces el reglamento preveía que el secretario lo eligiera el consejo nacional. Los delegados obtuvieron con una votación la elección del congreso.

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Esta vez se ha vuelto al viejo sistema. El cambio de estatuto fue pedido por los dirigentes históricos de los principales grupos internos. El congreso recogió firmas suficientes para pedir la votación secreta, pero la disciplina de partido ganó la batalla y fue aprobada igualmente la moción que ha cambiado el reglamento. Ha sido la mejor demostración de que no existe, ya al final del congreso, ningún acuerdo sobre la línea política ni sobre el nombre del sucesor de Zaccagnini, que ayer de nuevo fue aclamado con diez minutos de aplausos del congreso en pie, cuando Giovanni Galloni, ex vicesecretario del partido, afirmó: «Zaccagnini se va, pero la novedad de su imagen política y moral es ya historia de nuestro partido», añadiendo que la Democracia Cristiana será creíble en la calle sólo si «todo el partido recuperara la imagen de limpieza que él ha dejado». Nuevo aplauso cuando Galloni recordó que cuando Zaccagnini llegó a la secretaría, los democristianos se «avergonzaban en las fábricas de declarar de qué partido eran. Esto ya no sucede ».Pero, paradógicamente, el congreso silbó a Galloni cuando hizo la autocrítica de la «vieja imagen del partido», denunciando el clientelismo, el sistema de «grupos de poder en el interior del partido» y las «oscuras fuentes de financiación de estos grupos».

Tres posturas

Durante la intensa jornada de ayer los oradores de mayor prestigio histórico, desde Andreotti a Piccoli, y Donat-Cattin, continuaron repitiendo que el problema del XIV Congreso no debía ser sólo la cuestión comunista, pero, al mismo tiempo, dedicaron a este problema la mayor parte de sus discursos, dividiéndose en tres posturas ya clásicas: «Sin renunciar a las ideologías, hay que probar si existen las condiciones de gobernar juntos. Sólo probando podrán nacer nuevas posibilidades de acuerdo más flexibles», o bien «existe una incompatibilidad de fondo, hasta cultural, entre la DC y el PCI y, por tanto, se podrá siempre dialogar, pero sin poder llegar nunca a un -Gobierno conjunto», como afirmó ayer Donat-Cattin, quien añadió quees «alarmante y corrosivo para la Democracia Cristiana afirmar que sin el partido comunista no se puede gobernar el país». Y, por último, quienes se lavan las manos afirmando: «Por ahora no existen las condiciones, como afirmó un delegado, «este aplazamiento continuo de nuestras decisiones son la constatación más triste de nuestra impotencia».

Era muy esperado el discurso de Andreotti, considerado hoy el principal estratega del partido. Curiosamente, el que había sido el creador de los Gobiernos de derecha y centristas hoy, junto con Zacagnini, ha sido el mayor defensor de una colaboración con todas las fuerzas de izquierda: «Se trata de verificar», dijo, «si ante la gravedad de los problemas y ante la extrema dificultad de las alternativas se pueden acelerar los tiempos de una adhesión irreversible de toda la izquierda al modelo socialista europeo, en el cual vislumbramos el puerto dificilísimo, pero quizá el único posible de esta atormentada vida política italiana».

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