Hace diecisiete años, la crisis de los misiles entre Moscú y Washington puso al mundo al borde de la guerra atómica
La «crisis de los misiles» entre Estados, Unidos y la Unión Soviética, hace ahora diecisiete años, con Cuba como «casus belli», estuvo a punto de provocar un fatal enfrentamiento entre las dos superpotencias, que acabaron llegando a un compromiso. Tras informar en un primer capítulo de los antecedentes históricos de las relaciones entre Washington y La Habana, la instalación de la base norteamericana de Guantánamo, enclave estratégico en el Caribe, analiza en este reportaje la tormenta que suscitó entre Estados Unidos y la URSS la instalación de misiles soviéticos en la isla caribeña. En las próximas horas 1.700 marines norteamericanos desembarcarán en la base de Guantánamo, en la isla de Cuba.
A juicio de los expertos en política internacional, la «crisis de los misiles», en el mes de octubre de 1962, tuvo un coste políticamente muy elevado para Estados Unidos. Tras ser presentado como un triunfo diplomático y militar del «mundo libre» occidental, el paso de los años ha revelado que la realidad fue otra bastante diferente.Estados Unidos, como una de las naciones más poderosas del orbe, sufrió un desgaste -tal vez innecesario- que, sin duda, hubo de repercutir posteriormente en situaciones graves y poco felices, como la guerra de Vietnam.
Robert Kennedy, senador y hermano del entonces presidente norteamericano, hizo un relato de los acontecimientos desde la Casa Blanca. Este trabajo, de incalculable valor retrospectivo, pone de relieve las entretelas del alto mando político y militar, lo mismo que la filosofía norteamericana sobre relaciones con los demás países, especialmente los del continente latinoamericano.
Cuenta Bob Kennedy que, tras el fracaso de la invasión de bahía de Cochinos, él había propuesto -como asesor directo del presidente- la necesidad que en cada caso de primera importancia existiera una suerte de abogado del diablo que permitiera la evaluación del tema desde otra posición. Al referirse a la importancia de la Secretaría de Estado y el desdoblamente de tareas y la multiplicidad de éstas para el responsable de ese departamento, reconoce la necesidad de una coordinación, hasta ese momento inexistente..
Robert Kennedy, pieza clave
El senador Kennedy, que también cayó víctima de un atentado nunca esclarecido totalmente, fue una de las piezas claves en la negociación sobre la crisis de octubre de 1962. El valor de su testimonio viene dado por la desmitificación de la dirección de Estados Unidos, a la hora de afrontar una situación de extrema gravedad y cómo, en el peor momento, la humanidad estuvo a merced de la irracionalidad, ante la más elemental falta de análisis político, los razonamientos meramente militaristas, la falta de información y hasta de la influencia del mal humor, el cansancio y la ausencia de criterios a adoptar.
Pone de manifiesto las contradicciones entre las decisiones del poder civil sobre el desmantelamiento de las bases norteamericanas en Turquía e Italia, «aunque militarmente eran consideradas ya anticuadas». Revela las posiciones irreductibles de los altos mandos, en cuanto que creían que la cuestión debía resolverse solamente a través de las armas.
Entonces señalaba Bob Kennedy: «También habló de los errores que conducen a la guerra (refiriéndose a su hermano). La guerra es raras veces internacional. Los rusos no quieren la guerra contra nosotros, ni nosotros la queremos contra ellos. Y, sin embargo, si los sucesos continúan como en los días pasados, esa lucha abarcará y destruirá a toda la Humanidad.»
De todas maneras, el presidente Kennedy seguía pensando en la posibilidad cierta de la invasión a la isla.
A esta altura de los acontecimientos la tensión había registrado su punto más alto. En Washington se esperaba con ansiedad la respuesta del Kremlin a una carta del estadista norteamericano.
«No debemos dejarnos dominar por pasiones mezquinas o por cosas transitorias», escribía, «sino que debíamos comprender que, si estallase una guerra, no podríamos ya detenerla, puesto que así es la lógica. Yo he participado en dos guerras y sé que la guerra termina cuando ha arrasado pueblos y ciudades, sembrando la muerte y la destrucción en todas partes. Estados Unidos», seguía diciendo, «no debían preocuparse por los misiles de Cuba; nunca se emplearían para atacar a Estados Unidos y sólo estaban allí con fines defensivos. Pueden estar tranquilos a este respecto, pues tenemos sano el juicio y sabemos perfectamente que, si les atacamos, ustedes responderán de igual manera. Pero también recibirán lo mismo que lancen contra nosotros. Y creo que también ustedes lo comprenden.»
Después decía: «Si el presidente de Estados Unidos diese seguridades de no participar en un ataque a Cuba y de levantar el bloqueo, la cuestión de la retirada o destrucción de las bases de misiles en Cuba sería un asunto completamente distinto.»
«Esta es mi posición», decía. «No más armas a Cuba y retirada o destrucción de las allí existentes; ustedes, por su parte, levantarán el bloqueo y se comprometerán a no invadir Cuba. No se interpongan como piratas», decía, «en la ruta de barcos rusos. Si no ha perdido usted su autodominio y comprende sensatamente lo que esto podría acarrear, creo, señor presidente, que ni nosotros ni ustedes debemos seguir tirando de los extremos de la cuerda, en la que ha hecho usted el nudo de la guerra, pues, cuanto más tiremos, más fuerte se hará el nudo. Entonces será necesario cortarlo, y no soy yo quien debe explicarle lo que esto significaría, porque usted sabe perfectamente las terribles fuerzas de que dispone nuestro país.»
Una segunda carta de Kruschev, recibida en la Casa Blanca doce horas después, según el senador Kennedy, decía textualmente: «Retiraremos nuestros misiles de Cuba, y ustedes retirarán los suyos de Turquía... La Unión Soviética se comprometerá a no invadir Turquía y a no intervenir en sus asuntos internos; Estados Unidos contraerá la misma obligación con respecto a Cuba.»
La respuesta de EEUU
La carta del presidente norteamericano, elaborada en borrador por su propio hermano Robert, entre otros, decía así: «Celebro su deseo de encontrar rápida solución al problema. Sin embargo, lo primero que hay que hacer es detener los trabajos en las bases de misiles ofensivos e inutilizar todos los armamentos ofensivos de Cuba bajo el control efectivo de las Naciones Unidas.»
«Si he leído bien su carta, los elementos básicos de su proposición -que en general me parecen aceptables- son los siguientes: 1. Se avendrán ustedes a retirar estos sistemas de armamento de Cuba, bajo la adecuada observación e inspección de la ONU, y se comprometerán, con las debidas garantías, a no introducir, en lo sucesivo, armamento de esta clase en Cuba. 2. Por nuestra parte, nos, comprometeremos -mediante los oportunos convenios- con intervención de la ONU, para asegurar el cumplimiento y continuidad de estos compromisos-: a) a levantar rápidamente el bloqueo actualmente establecido, y b) a dar garantías que Cuba no será invadida. Confío que las otras naciones del hemisferio occidental estarán dispuestas a hacer lo mismo."
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