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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Las tendencias de UCD

A LA salida de un acto tan democrático como el ejercicio del derecho de voto en las primeras elecciones municipales libres desde hace 46 años Adolfo Suárez contestó a las preguntas de los periodistas sobre la formación del Gobiemo con el más escogido de los tonos autoritarios. No puede precisar qué día de esta semana lo hará público. Todavía no ha comunicado su decisión a los ministros ya designados in pectore ni ha mantenido diálogo con ellos. En UCD no hay tendencias, No está obligado A consultar con la Comisión Ejecutiva de UCD. En suma, formará el Gobierno que le venga en gana.Cuando en el acto de su investidura en el Congreso el presidente asumió con orgullo sus servicios al anterior régimen, ni los más recelosos pudieron pensar que esa reivindicación de coherencia política -respecto al pasado encerraba también el anuncio de una continuidad de carácter y de propósitos hacia el futuro. En sus declaraciones de ayer, sin embargo, hay elementos demasiado parecidos al antiguo estilo político del señor Suárez.

Su mutismo con los ministrables y cesables puede explicarse, no obstante y sin mayor dificultad, mediante claves psicológicas. En cuanto a la reunión o consulta con la Comisión Ejecutiva de UCD, parece improcedente recurrir a las normas estatutarias para excusarse de ha cerlo; aunque tampoco las leyes obligan a devolver los saludos o a no poner los pies encima de las mesas, los usos de la convivencia social lo hacen preceptivo. Preceptivo en el uso es que el líder de un partido democrático consulte y discuta con la ejecutiva de éste las directrices generales de la política. Pero el diálogo y el respeto a la libertad es preciso llevarlo en la sangre antes que en las solapas. Y la actitud de Suárez es por eso conforme con la afirmación de que en UCD no hay tendencias, afirmación por lo demás absolutamente contraria a la verdad. Es cierto que la dirección emprendida -por la empresa desde el 15 de junio de 1977 ha fortalecido hasta el ensueño caudillista la imagen política del señor Suárez y el poder de sus validos, y ha reducido al papel de comparsas a muchos de los que le dieron, en su día, el certificado de demócrata. Pero, aparte de los tránsfugas falangistas y de los católicos sucesores de sí mismos, en UCD todavía coexísten -¿hasta cuándo?- gentes de creencias liberales y de un contenido humanista no dogmático. Gentes de la derecha democrática que sufrieron exilio y hasta cárcel por no pactar con la dictadura y que incomprensible mente hoy pactan con el silencio a cambio de un coche oficial. Por lo demás, la demora en hacer público el nuevo Gobierno no parece sólo ni principalmente un acto de prepotencia. El presidente necesita conocer los resultados de las elecciones municipales para saber hasta dónde se extiende su ya de por sí considerable líbertad de acción. Particular importancia tiene, a este respecto, la victoria o la derrota del señor Alvarez en Madrid, pues es una verdad como un templo que en UCD hay tendencias, y la más importante, autónoma y aguerrida, es la corriente democristiana nucleada en torno a la ACNDP, que dis fruta de fuertes apoyos institucionales, de¡ respaldo de la jerarquía católica y de implantación social propia. Es evidente que entre los herederos de Alcalá, 44, y los sucesores de Martín Sánchez y Alberto Martín Artajo existe un pacto de mutua ayuda, basado en la necesidad de conservar y acrecentar el Poder. Pero esta alianza, que reproduce en un plano políticamente más digno los acuerdos que hicieron posible la duración del anterior régimen después de concluida la segunda guerra mun dial, se halla atravesada de tensiones y conflictos.

Del resultado de las municipales y del éxito o fracaso del señor Alvarez no dependen tan sólo el mayor o menor poder de la tendencia democristiana en UCD y los consiguientes equilibrios de la empresa para redimensionar su papel. De las urnas también depende, en buena parte, que la tendencia llamada socialdemócrata, que en realidad agrupa a los altos funcionarios de la Administración, preocupados por la racionalidad de la acción estatal y comprometidos al tiempo con la defensa de las libertades dernocráticas, desaparezca de la escena. Obviamente, la obediencia de estos burócratas al mando suele ser tan grande que poca o ninguna importancia tiene su presencia en el devenir político del Gobierno. Pero su ausencia, en cambio, sería un símbolo, uno más a añadir, de lo que está pasando, y que no es otra cosa que la sustitución de un sistema de libertades por el esteticismo de la eficacia estéril que tan bien se enseñara en el Frente de Juventudes.

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