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Opinión unánime de las feministas: "Sólo hemos recibido sonrisas"

«Dos mujeres solamente en la Cámara y ni por casualidad están de acuerdo, ¿qué ocurrirá cuando sean cincuenta las que actúen?», comentó Azaña a raíz de la polémica que se entabló entre Clara Campoamor y Victoria Kent, precisamente en torno a la cuestión del voto femenino, la primera a favor de su concesión y la segunda, en contra, por temor a que beneficiara a la derecha.

La frase de Azaña es una buena muestra de la misoginia reinante en el ámbito político que resulta comprensible, si no disculpable, en 1932, cuando la mujer no tenía siquiera derecho a votar. Más dramático resulta el que en 1979, tras la consagración de la democracia y después de dos o tres años de lucha feminista, las cosas sigan más o menos igual, e incluso se pierdan algunos puestos conquistados.Un síntoma de este retroceso es la notable reducción del número de mujeres que aparecen en las listas electorales con relación a las elecciones pasadas. Este hecho, que ha provocado el desencanto de muchas militantes de doble signo político-feminista y hasta la retirada de alguna de ellas, es sólo una demostración de que los partidos no dan juego a la mujer en el espacio político y al mismo tiempo son incapaces de asumir las reivindicaciones que todos ellos utilizan con fines electoralistas pues, al fin y al cabo, el 52% del electorado es de sexo femenino.

Por otra parte, esta especie de involución es un fenómeno típico que se da tras los períodos de guerra o dictadura. «En Francia, Inglaterra y Estados Unidos ocurrió algo similar después de la guerra mundial», comenta una feminista de la Librería de Mujeres. «Unas compañeras francesas e italianas ya nos avisaron que esto pasaría. Antes o después las mujeres se ven relevadas de los puestos que consiguen ocupar en el mundo laboral o en el político en los momentos críticos.»

Críticas a derecha e izquierda

«La despenalización del adulterio, del amancebamiento y de los anticonceptivos son las únicas conquistas feministas que se han logrado en los primeros meses de la democracia», señala Cristina Alberdi, abogada y feminista. «La Constitución ha recogido alguna de nuestras reivindicaciones pero en muchos casos, como el de la filiación, no tan ampliamente como hubiéramos deseado. El grado de frustración entre las feministas es muy grande.»

La opinión es unánime: «Sólo hemos recibido sonrisas. Los problemas de la mujer siempre pueden esperar.» Todavía está pendiente de solución la cuestión del aborto, de un divorcio que no se convierta en boomerang contra la mujer y todo lo relativo a la situación de la mujer en el ámbito del trabajo, de la enseñanza, de la cultura, etcétera.

Las feministas critican a los partidos de izquierda, a los que en teoría corresponde defender sus propuestas, que el esfuerzo parlamentario realizado en este sentido ha sido mínimo y simbólico. Se les acusa de no asumir las declaraciones y promesas formuladas sobre el papel y de cerrar a la mujer la posibilidad de acceso al juego político.

«Hay que recalcar que las críticas que hacemos a los partidos de izquierda no son las mismas que las que hacemos a los de derecha», dice Jimena Alonso, militante del Frente de Liberación de la Mujer y candidata al Senado apoyada por el MC. «Está claro que el feminismo significa una lucha progresiva que parte de supuestos anticapitalistas, socialistas en la mayoría de los casos. En la izquierda tenemos a nuestros posibles aliados, mientras que, con respecto a la derecha, la oposición es irreconciliable, ya que su propia existencia se basa en la opresión de clase y de sexo.»

«Podemos disentir con la táctica política que los partidos de izquierda aplican a los temas que afectan a la mujer -añade-, pero ideológicamente estamos de acuerdo. Con respecto al aborto, por ejemplo, la izquierda, aunque por razones tácticas no lo apoye, no está teóricamente en contra. Lo que es indudable es que un partido de derechas nunca defenderá el aborto.»

«Por todo ello es importante destacar que nuestras críticas a la izquierda no suponen una llamada al voto femenino de derechas», termina Jimena Alonso.

Miniprograma feminista

Pese a la decepción sufrida con la cuestión de las listas y el descontento general por el comportamiento de los partidos, las feministas no parecen dispuestas a abandonar la lucha. Esta semana, la plataforma de organizaciones feministas de Madrid ha elaborado un miniprograma que recoge sus principales reivindicaciones todavía pendientes para que los partidos se comprometan o no a integrarlas en sus propios programas.

Por otra parte, las candidatas a las próximas elecciones, que comparten una postura en mayor o menor militancia feminista, piensan formar un frente común superando la diferencias que podrían enfrentarlas por pertenecer a distintos partidos o plataformas electorales.

Sin embargo, todas estas acciones necesarias no son suficientes. Es necesario llevar el tema a la calle e intentar ampliar el radio de ac ción del movimiento feminista que últimamente ha quedado reducido a un ghetto aislado, devorado por las disensiones internas y demasiado silencioso, aunque en apariencia no deje de gesticular.

La primavera pasada muchas españolas casi se mueren de gusto al recibir una carta firmada por el puño y letra del propio Adolfo Suárez en la que éste, en nombre de su partido, les prometía redimirlas de su mísera condición. Mientras jovenes quinceañeras compraban por cinco duros los carteles con primer plano de Felipe González a los esforzados militantes que los pegaban por las calles, y las revistas del corazón organizaban encuesta entre las folklóricas sobre la belleza de los principales candidatos (Santiago Carrillo quedaba, naturalmente, fuera de competición) «¿Con cuál de ellos se acostaría usted?»

¿Por cuál de ellos votaría usted?... Al parecer, las señoras los prefieren de UCD, y así se dice que el millón de votos que dio el triunfo a este partido procede de manos femeninas, de mujeres que se dejaron seducir por los encantos de su líder. Adolfo Suárez tenía todas las de ganar desde el principio

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