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Continúan los atentados contra miembros de las Fuerzas Armadas

Un comando terrorista asesinó ayer, a la puerta de su domicilio, al gobernador militar de Madrid

El gobernador militar de Madrid, general Constantino Ortín Gil, fue asesinado ayer a mediodía, cuando entraba en su domicilio, por cuatro individuos que le dispararon a bocajarro. Uno de los disparos fue en la frente, mortal de necesidad, por lo que la víctima ingresó cadáver en la Residencia Francisco Franco. Inmediatamente después de conocerse el atentado, las fuerzas de seguridad emprendieron una gran operación de control en Madrid y sus salidas, que provocó un fuerte embotellamiento general de tráfico. La capilla ardiente del general Ortín ha sido instalada en el Cuartel del Ejército.

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Emilia Bravo, la asistenta del general de división, gobernador militar de Madrid, Constantino Ortín Gil, salió de la vivienda y llegó corriendo hasta la portería gritando: « ¡Vicente, han matado al señorito!, ¡han matado al señorito! »Vicente Romero, el portero del inmueble número 63 de la calle de Menéndez y Pelayo, interrumpió sobresaltado su comida y salió a la calle junto a la sirvienta de los señores de Ortín. Por el ascensor descendía ya la esposa del militar, Ana María Alvarez Biznier. Cuando las tres personas salieron a la luz de la calle sólo quedaban en el suelo las manchas de sangre que poco después serían regadas y esparcidas con, el agua de unos cubos. Eran, aproximadamente, las tres y diez de la tarde de ayer, miércoles, 3 de enero de 1979. El gobernador militar, de 63 años, había sido trasladado en su propio coche a la residencia sanitaria Francisco Franco.

Unos minutos antes, en la vivienda del gobernador militar, tercer piso, con vistas a la calle de Menéndez y Pelayo y al parque del Retiro, su esposa y la sirvienta esperaban, como todos los días, la llegada del militar para el almuerzo. El matrimonio no tenía hijos. «Minuto arriba, minuto abajo, siempre llegaba a la misma hora, de tres menos cuarto a tres», recuerda el portero.

Los disparos fueron oídos en la casa de la víctima del atentado. La mujer del portero también dice haber oído, al menos, uno pero creyó, como otros vecinos, que se trataba del reventón de un neumático. Emilia Bravo se asomó a la ventana y pudo llegar a ver al señor Órtín en el suelo. El uniforme, la sangre, el coche oficial. «Un 1.500 -precisa Vicente Romero- desde que era gobernador; antes traía uno más pequeño.»

Sin embargo, muy pocos testigos presenciaron el atentado. El edificio es colindante al Hospital del Niño Jesús y hace esquina con la calle del Doce de Octubre. En la puerta contigua hay un establecimiento, cerrado a la hora de cometerse el atentado. En la esquina de enfrente, una cafetería.

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Calibre nueve milímetros «parabellum»

Al parecer, y con respecto a sus habituales costumbres, Constantino Ortín se retrasó ayer unos minutos en llegar a su casa. Según fuentes del Gobierno Militar consultadas. por Efe, el gobernador solía salir a las dos y media en punto. El Gobierno Militar queda a unos mil metros de la vivienda particular, distancia que, a esas horas, se tarda en recorrer en coche unos cuatro o cinco minutos, o incluso menos. Ayer, sin embargo, el general Ortín salió de su despacho a las tres en punto de la tarde.

Por su parte, el Gobierno Civil ha informado en una nota oficial que «por las gestiones de inspección ocular realizadas en el lugar del atentado, han sido hallados dos casquillos de bala calibre nueve milímetros parabellum, que son entregadas en la Brigada Regional de Información, que instruye las correspondientes diligencias, en las que declara el conductor del coche oficial, don Vicente Medina Casa, domiciliado en la calle de Navalmoral de la Mata, número 62, quinto B, así como otros dos testigos presenciales del hecho que se encontraban en las inmediaciones. «De la información inicial practicada -añade la nota- parece ser que el arma utilizada por los autores ha sido una pistola. »

Las versiones recogidas respecto al modo en que se ejecutó el atentado y sus autores reflejan diversas contradicciones. Según unas fuentes, los dos testigos de las inmediaciones eran dos clientes de la cafetería Yolanda. Según otras, un transeúnte y un vecino del general Ortín.

Dichas versiones coinciden en que los autores eran cuatro. Europa Press precisa que uno de ellos, vestía un anorak verde y otro un anorak amarillo.

En cuanto a la posición de los autores, se vuelven a encontrar discrepancias. Según unas fuentes, dos de los autores se hallaban junto al portal de la vivienda; otro, en la esquina inmediata, y el cuarto, en la esquina de la cafetería. Según otras versiones, los dos individuos que realizaron los disparos se hallaban junto a la puerta del hospital del Niño Jesús. Un tercero, en la esquina de la cafetería, y el cuarto, al volante del vehículo en el que huyeron. Parece que éste se hallaba aparcado en la calle de Doce de Octubre, frente al número 2. Según as versiones, los dos que se encontraban más próximos a la vida del militar, al llegar el coche oficial esperaron que se apease el general. Cuando se disponía a ir a la acera, se acercaron a él y dispararon ambos. Inmediatamente se dieron a la fuga.

La nota del Gobierno Civil es, Sin embargo, más precisa y señala no cinco el número de componentes del comando: «A las quince horas, cuando el gobernador militar de Madrid, don Constantino Ortín Gil, se apeaba de su coche oficial, frente a la calle de Menéndez Pelayo, número 63, fin en la que está su domicilio, tres individuos, de unos veinticinco años, estatura normal y unos 65 kilos de peso, efectuaron contra su persona varios disparos, cayendo el general al suelo gravemente herido dándose a la fuga los autores en coche Seat 131 de color blanco M-6522-BC, que esperaba en la le de Doce de Octubre y donde había otros dos individuos más s de los autores materiales del hecho llevaban sendas prendas

chubasqueros, uno de color azul y el otro verde, y este último, barba.»

Según pudo saber EL PAIS, inmediatamente después de poner fin a la vida del general, uno de los autores introdujo su arma por la ventanilla del coche oficial y apuntó a la cabeza del chófer, Vicente Medina, al tiempo que preguntaba a uno de sus compañeros: «¿Lo mato?» Y éste respondió un tanto despectivamente: «¡Bah, déjalo! » Tras lo cual huyeron.

El chófer, aún impresionado,, tanto por el atentado contra su superior como por «haber vuelto a nacer» -según comentó luego-, se aprestó entonces a tratar de socorrer al general. Dos personas le ayudaron, y en el mismo coche oficial lo trasladaron al centro sanitario Francisco Franco.

El parte médico firmado por el doctor Fernández Conde señala que la víctima ingresó cadáver a las tres y diez de la tarde. No obstante, se le hizo una radiografía de cerebro, de carácter comprobatorio. Según dicho parte, el general Ortín presentaba tres heridas de bala. Una en la frente, mortal de necesidad, otra en el tórax y una tercera en la axila, si bien posteriormente se precisó que era en el brazo.

El parte fue leído a las 4,55 horas de la tarde por Antonio Gullón, secretario general de la ciudad sanitaria.

El general presentía el atentado

«Hace algún tiempo que venía sólo con el chófer, sin su ayudante -cuenta el portero, Vicente Romero-, y más de una vez me dijo que no saliera a esperarlo, que no me pusiera mucho a su lado, por si acaso una ráfaga de metralleta dirigida contra él terminaba también conmigo.» Y añade el portero: «Yo le replicaba que de alguna forma hay que morir y que no me importaba que fuese a su lado. Era un hombre querido por todos los vecinos y vivía aquí desde hace cuarenta años.»

El general parece que presentía un atentado. También a una vecina, hace unos días, le dijo: «Cualquier día me pegan cuatro tiros», a lo que esta señora le contestó que «así no podía ir por la vida», según ha recogido Efe. También Europa Press ha constatado que el general, hace escasos días, expresó su intención de instalarse en el pabellón-vivienda del Gobierno Militar y que a su compañero de armas, el general García Manuel, le había confiado: «No sé, estoy pensando en venirme al pabellón a vivir. El día menos pensado soy yo la víctima.»

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