_
_
_
_
_
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La dimisión de Martínez Barrio

Ha llegado a mis manos el número del 18 de julio, con el artículo del señor Alonso Baño sobre el Gobierno Martínez Barrio, del 18-19 dejullo de 1936. Espero me permita, como autor de un libro sobre el Ejército republicano en la guerra civil, hacer ciertas observaciones sobre el trabajo del señor Alonso.La intención del articulista parece ser demostrar que Martínez Barrio no dimitió porque el general Mola se negara a aceptar la mano extendida de la paz, sino porque Largo Caballero y Carrillo se opusieron a la política de la paz e insistieron en formar milicias, incitando a las turbas contra el Gobierno nuevamente formado.

Para demostrar que este Gobierno hubiera llegado a «buen puerto», el señor Alonso aduce que la mayoría de los altos mandos se mantuvieron leales.

Ahora bien; sin ánimo de herir, pero con un esfuerzo de pesar posibilidades, pregunto lo siguiente:

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

1. ¿Cómo sabe el señor Alonso porqué dimitió Martínez Barrio? De lo que escribe, se supone que él no estuvo allí. Entonces se lo habrá contado alguien. ¿Fue el mismo Martínez Barrio? A menudo el historiador se encuentra con declaraciones contradictorias que emanan de personas de igual solvencia. Puede ser que la dimisión se debiera a la presión caballerista, pero es también verdad que Mola no aceptó la oferta de la paz, y para, esto fue por lo que el Gobierno se había formado.

2. No creo que, según dice el articulista sin ellos (Caballero y Carrillo) la sublevación no se hubiera extendido» porque la sublevación ya estaba preparada y en camino. ¿Cree el señor Alonso que si Mola hubiera accedido a los ruegos de Martínez Barrios, si no se hubiera empezado a armar a las milicias, que no hubieran ocurrido las sublevaciones de Barcelona, Madrid, Castilla la Vieja, Valencia, Mallorca, etcétera, sin contar las que ya habían ocurrido en Marruecos y Andalucía? No. Si Mola hubiera dicho «sí», si no se hubiera armado las milicias, en Pamplona hubiera habido un fusilado más, con las estrellas de general de Brigada, y las milicias no hubieran defendido a Toledo lo suficiente como para detener a Franco y salvar a Madrid.

3. Que diecisiete generales con alto mando no se sublevaron es ya una perogrullada. Todos los que tienen algún serio interés lo saben desde los días cuando la historia de la Cruzada les motejaba de «vendidos a la conspiración judalca-marxista-comunista». Además, su fidelidad no es de extrañar. Tenían mando precisamente por ser de fiar. Los nombramientos a altos cargos militares siempre tenían motivos políticos además de militares. Más es de extrañar que se sublevaran Queipo y Cabanellas, lo cual cogió a la República de sorpresa. Pero el hecho de la fidelidad ,de esos mandos no es Pertinente. La sublevación fue cosa de coroneles para abajo. Más pertinente sería preguntar: de la guarnición de Barcelona, ¿cuántos comandantes, incluso de los que no se sublevaron, eran leales a la República tendrían que atacar a sus compañeros sublevados?

Es corriente decir que el armar al pueblo y la disolución del Ejército extendió la guerra. Cierto que se puede argüir que se debía haber empleado los restos del Ejército. Pero es éste un argumento que ignora no sólo el menor número de unidades (especialmente de infantería) en la zona gubernamental, el hecho de que los sublevados eran precisamente las tropas más aguerridas, la Legión y los Regulares, sino también el estado desastroso de cualquier bataflón en zona republicana, confuso, fraccionado, sin saber de cuáles de sus oficiales podía fiarse, en comparación con unidades con toda su plantilla de oficiales, lo cual era típico en zona nacional.

Echar la culpa de la extensión del conflicto sobre las espaldas de Largo Caballero es, me parece, irreal. Visto el historia¡ del Ejército en sus encontronazos con las fuerzas revolucionarias, y vista la negativa de Mola a deponer las armas, el insistir en disolver el Ejército fue lógico..No podemos saber si fue una decisión correcta, pero desde luego no fue equivocada.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_