Ciudad-dormitorio en la sierra del Guadarrama para seis mil personas
Hasta la década de los sesenta, Collado Villalba era todavía uno de los típicos pueblos de la sierra de Guadarrama, ricos en agricultura y ganadería, y que, por aquellos entonces, era ya utilizado por un alto número de madrileños como lugar de descanso.Hacia 1964 se inicia la construcción de la autopista de La Coruña. Con ello, llegan a este pueblo cientos de familias que constituyen la mano de obra de la autopista. La mayor parte procede de Extremadura y Andalucía. Esta masa de emigrantes es también el Primer indicio del desarrollo incontrolado que ha convertido a Collado Villalba en una ciudad producto de la suma de las desventajas de un pueblo pequeño y de una gran ciudad dormitorio.
A raíz de la construcción de la autopista, las empresas constructoras ven en Collado Villalba un lugar idóneo para la construcción desaforada de complejos residenciales. De los aproximadamente 6.000 habitantes con que esta localidad contaba en 1960 ha pasado actualmente a un total de 13.800 personas censadas, que en verano se convierten en más de 50.000. Este aumento demográfico ha venido acompañado de una serie de transformaciones sustanciales sobre lo que era la vida en este pueblo.
La agricultura ha dejado de cultivarse. Respecto a la ganadería, quedan poco más de seiscientas cabezas de ganado. Sin embargo, ello no quiere decir que Collado Villalba se haya convertido en un núcleo industrial con capacidad suficiente corno para crear puestos de trabajo para todos los residentes. La mayor parte de la gente acude diarlamentela Madrid a desarrollar sus actividades laborales. Los puestos de trabajo en el pueblo están en Made, una fábrica metalúrgica con unos ochocientos xabajadores, y el resto del vecindario trabaja en la construcción o en el comercio.
El reclamo utilizado para ransformar a Villalba en el núcleo transformar a Villalba en el núcleo urbano más importante de la sierra madrileña no ha sido, evidentemente, la existencia de puestos de trabajo, sino la promesa de poder disfrutar de una vida tranquila en cualquiera de las urbanizaciones que han aflorado por el pueblo. Son muchas las familias que han dejado sus pisos en Madrid y han preferido trasladarse a este pueblo. Sin embargo, al margen de la relativa tranquilidad, se han encontrado con que todas aquellas ventajas que publicitariamente se les prometieron no existen. Los problemas sanitarios, de escolarización y, a veces, de urbanización que presenta el pueblo no ofrecen grandes diferencias de los de cualquier barrio periférico madrileño, pese a que José San Martín, el alcalde, manifiesta que «vivir aquí sólo ofrece ventajas. No creo que nadie encuentre dificultades ni problemas.... quizá el río, pero tampoco hay que sacar las cosas de quicio».
Construcciones incontroladas
La situación geográfica de Villalba, a cuarenta kilómetros de Madrid y a treinta minutos de distancia por la autopista o ferrocarril, constituye suficiente atractivo para que cualquier madrileño cansado de la contaminación de la ciudad se decida a trasladarse allí. Por ello, la construcción de urbanizaciones se ha realizado tanto dentro del casco urbano como en las afueras de Villalba. Todos aquellos que disponían de grandes terrenos, aprovecharon el momento para vender a las grandes constructoras. Así, se levantaron las urbanizaciones de Albasierra, las Suertes de Villalba, el Danubio, los Enebros, Parquesierra, Princialba, Pryconsa, Fontenebros, Peñanevada, el Parque de La Coruña y varias más. Todas ellas con un mínimo de cuatro plantas que contribuían a deteriorar la anterior imagen de este pueblo serrano.
«No hemos transgredido ninguna norma. Hemos respetado en todo momento las normas de la Coplaco -asegura el alcalde- y, por eso, nadie puede decir que se hayan cometido situaciones ilegales. Yo creo que si la gente pedía vivir en Villalba, no se puede recriminar a las constructoras que hayan levantado urbanizaciones. Sin embargo, ahora se ha frenado la especulación -reconocía después-, porque con las nuevas normas de la Coplaco, para el Area Metropolitana de Madrid habrá que disponer de mucho terreno para levantar unos pisos. Ahora se construirán más viviendas unifamiliares que bloques de pisos.»
Ciertamente, en estos momentos, ha remitido la construcción incontrolada de viviendas; sin embargo, hay un par de urbanizaciones sin concluir que han servido también para que los vecinos de este pueblo manifiesten públicamente su oposición a tanta especulación en Villalba.
Una de ellas es el Parque de La Coruña, cuyo proyecto prevé la construcción de más de 5.000 viviendas. Los terrenos en los que se ha levantado están junto a la carretera de Galapagar, y es una zona en la que muchas familias de Villalba acostumbran a ir los domingos a pasear con sus hijos. Sin embargo, la parte más negativa de cara al vecindario es que justo en el centro de la urbanización se encuentra situado el cementerio municipal. Tal y como se ve en la fotografía, los bloques de viviendas rodean y caen justo encima del cementerio. Un vecino del pueblo comentaba sarcásticamente que los propietarios podrían utilizar como frase publicitaria algo así como «compre un piso en el Parque de La Coruña. Tenemos balcones desde los que podrá rezar directamente a sus propios muertos».
El hecho es que, en un pueblo con arraigadas ideas tradicionales como éste, los vecinos consideran una enorme falta de respeto el que se haya construido una urbanización en torno al cementerio.
Pese al general disgusto entre el vecindario, parece imparable que la construcción se finalice.
Finalmente y respecto a este punto, parece que las normas impuestas sobre construcciones por la Coplaco frenarán, de momento, la especulación. Las previsiones de crecimiento para Villalba, en un futuro inmediato, por parte de las autoridades municipales, aseguran que se alcanzará un grado cero. «Villalba ha llegado a su punto máximo; la paralización de futuras construcciones implica un freno al aumento de población», aseguró el alcalde.
El Gorronal, un suburbio dentro del pueblo
Los problemas de crecimiento incontrolado de Villalba y la destrucción de su tradicional paisaje no son, sin embargo, los únicos problemas urbanísticos que afectan a los vecinos de este pueblo.
Junto a los bloques de pisos y a las tradicionales viviendas unifarniliares, coexisten una serie de infraviviendas que forman un auténtico ghetto en el centro del pueblo. Son las casas del Gorronal. Fueron construidas, la mayor parte, por aquellas familias de emigrantes que llegaron hacia 1960 para realizar las obras de la autopista de La Coruña. Los emigrantes llegaban con un contrato, pero carecían de cualquier tipo de alojamiento. Uno de ellos narraba sus primeros momentos en Villalba. «No hubo ninguna consideración con nosotros. Teníamos que dormir en unas cochiqueras que había aquí antes. A veces éramos más de quince metidos en una. Luego, poco a poco pudimos construir estas viviendas que ve, que la mayoría carecen de los más elementales servicios. Hace poco, el Ayuntamiento pavimentó algunas calles, pero todavía queda mucho por hacer, y el alcalde no tiene la menor intención.»
Para el alcalde, el único problema del Gorronal está en la llamada colonia Linares. «Pretenden que el Ayuntamiento acondicione la colonia, cuando ellos, por medio de un compromiso escrito, son los únicos responsables. Compraron a trescientas pesetas el metro cuadrado y levantaron sus casas. Ellos deben ser los que acondicionen la zona. No obstante, el Ayuntamiento va a pagar el 50% de las obras. Además -añadió sonriente-, vamos a parchear todas las calles del Gorronal. »
Pero las dificultades urbanísticas -de las otras hablaremos mañana- no se arreglan con un simple parcheo viario ni con una aportación mínima como la que planea el Ayuntamiento. Las múltiples deficiencias de estas casas requieren un alto presupuesto que las familias que han revalorizado la zona no quieren pagar de manera unilateral. Pero mientras que no se arbitren soluciones adecuadas, asumidas necesariamente por la Corporación, las familias del Gorronal seguirán sorteando baches y charcos bajo la oscuridad más absoluta hasta llegar a sus casas.
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