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El cinco de mayo

Diputado de UCD por Valencia

Al final de la segunda guerra mundial, desolado, en sentido estricto, el territorio europeo, un grupo de personas heterogéneas y dispares de procedencias y doctrinas, se empeñaron en confundir sus deseos con la realidad.

La paz era un tesoro inapreciable que tenía que ser preservado a cualquier precio. El resultado estaba a la vista, y para no volver a pasados sangrientos había que partir de otras bases e inventar nuevas fórmulas. En una palabra, había que sentar los cimientos de la convivencia europea.

Existía el peligro de caer en formulaciones utópicas, siempre atractivas, porque a fuer de intocables tienen el encanto de un cuerpo eternamente joven e inmarchito.

Es cierto, por otra parte, que la idea de la unidad europea no era nueva. Reiteradas veces en la historia de nuestro viejo continente ha existido el deseo imperialista de romper fronteras y aunar territorios. Al final de esta idea estuvo siempre la guerra. La diferencia radicaba en que ahora se quería intentar un nuevo concepto de la unidad europea dentro de la convivencia pacífica de todos sus pueblos (ideas federalistas, la Europa de las naciones, de las patrias, de las regiones, etcétera...).

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Un nuevo concepto del ser europeo

Cerca de ochocientas personas de diversos países se pusieron a trabajar en la creación de un nuevo concepto del ser europeo. Me atrevería a decir que de forma desordenada y sin excesivos formalismos se organiza en mayo de 1948, hace ahora treinta años, la Asamblea de La Haya, que no es otra cosa sino la gran manifestacíón pública que canaliza lo que cada vez es más grande, un sentimiento en la opinión.

En el marco histórico de la Salle des Chevaliers (Ridderzaal), donde se reúnen una vez al año los parlamentarios holandeses para escuchar el discurso de la Corona, tuvo lugar esta manifestación.

Állí estaban casi todos, políticos, científicos, intelectuales de todo el mundo libre. La delegación alemana que encabezaba Adenauer no pronunció discurso alguno, su simple presencia era el símbolo de que una era nueva acababa de alumbrarse. España tuvo dos grandes representantes en el profesor Madariaga e Indalecio Prieto. Una gran lista de nombres ocupaba aquella sala, Ramaier, Van Zeeland, Paul Reynaud, la princesa Juliana, Wiston Churchill, Lord Layton, Eden, Deladier, Beltran Russell y un largo etcétera; los americanos asistieron a título particular encabezados por Mac Guire, gran jurista y hombre de negocios. Su presencia allí fue muy discutida. El mismo Henry Spaak diría más tarde que Europa no podía vivir «entre el miedo de los rusos y la generosidad de los americanos».

La civilización de los no conformistas

No faltó la representación del Vaticano, con el arzobispo Charles Morgan, ni tampoco la de Canterbury. Pero lo importante no fue sólo la presencia de aquellas personas, sino lo que allí se dijo, palabras que todavía hoy suenan a esperanza de algo que no podemos perder: Europa significa sobre todo la civilización de los no conformistas, Europa es la tierra de los hombres insatisfechos. Es el lugar donde ninguna certitud puede ser aceptada como verdad si ella no es continuamente descubierta.

El Comité Internacional de Coordinación de los Movimientos por la Unidad Europea, compuesto por distintas organizaciones europeístas, fue el promotor en La Haya de un «Congreso de Europa», en mayo de 1948. Meses más tarde, este comité internacional crea el Movimiento Europeo, organización permanente de carácter no oficial dedicada a hacer prosperar la unidad de Europa. Sus presidentes de honor eran Leon Blum, Winston Churchill, De Gasperi y Spaak, lo que garantizaba su carácter internacional y no partidista.

De aque mayo de 1948, en una primavera florida y dulce de La Haya, nacen y toman cuerpo los pioneros de la Europa Comunitaria. De La Haya nacen una serie de movimientos europeos que tienen diversas reuniones algunas de ellas especialmente importantes, como la que se celebra en París, en la Asamblea Nacional, bajo la presidencia de Herriot, en las que se va perfilando la necesidad de formar un embrión de un legislativo y un ejecutivo europeo, y todo ello empieza a recibir, poco a poco, un nombre que adquiere pronto gran difusión: Consejo de Eu

ropa.

El embrión del Consejo de Europa

No en balde la declaración de La Haya decía lo siguiente:

«Queremos una Europa unida, en la que exista, en todo su territorio, la libre circulación de hombres, de ideas y de bienes.

Queremos una carta de los Derechos del Hombre que garantice las libertades del pensamiento, de reunión y expresión, así como el libre ejercicio de la oposición política.

Queremos una Corte de Justicia capaz de aplicar las sanciones necesarias para que sea respetada la carta.

Queremos una Asamblea Europea, donde estén representadas las fuerzas vivas de todas nuestras naciones. Y tomamos de buena fe el compromiso de apoyar con todo nuestro esfuerzo, en nuestros hogares y en público, en nuestros partidos, en nuestras iglesias, en nuestros medios profesionales y sindicales, a los hombres y a los Gobiernos que trabajan en esta obra de salud pública, suprema garantía de la paz y promesa de un gran porvenir para esta generación y las siguientes.» Esto fue el embrión del Consejo de Europa.

El Congreso de La Haya

Un año más tarde de celebrado el Congreso de La Haya, el 5 de mayo de 1949, cuyo 29 aniversario celebramos hoy, se crea en Londres el Consejo de Europa firmado por Bélgica, Dinamarca, Francia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Países Bajos, Noruega, Suecia e Inglaterra. Desde entonces, el 5 de mayo ha sido declarado «Día de Europa» y celebrado con distintos acontecimientos por todos los países que integran el Consejo de Europa.

Este es el primer año que dicha fecha puede celebrarse en España con todo rigor, ello consolará, sin duda, a todas aquellas personas que durante tantas décadas supieron luchar por este fin y que hoy, los que todavía viven, pueden ver que su perseverancia ha tenido una cumplida recompensa. La constancia es una de las primeras virtudes que puede tener un político. En política no se está para permanecer siempre ni para conseguirlo todo, sino para la defensa de unas ideas y el logro de unos fines. Los políticos que equivocan estas metas serán siempre víctimas de sus personalismos y de sus pequeñas y mezquinas ambiciones.

Una de las pocas soluciones

Esa idea, que pareció irreal, que todavía está inacabada, es la que hoy de nuevo aparece como una de las pocas soluciones, no sólo en el terreno del pensamiento, sino también para asuntos económicos. Desde el sistema monetario hasta el suministro de materias primas y mucho más para temas sociales que llevan explícitamente la libertad de movimiento y la certitud de una seguridad social europea.

La incorporación tardía, veintinueve años después, de España a esta primavera europea, debe abrir numerosos horizontes en todos los órdenes a nuestro país. Entre los muchos cambios que España ha realizado en los últimos tiempos y los que todavía tiene que realizar, uno de ellos es comprender que Europa somos nosotros. Ese es el significado de hoy, 5 de mayo.

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