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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

En contra de la dominación del hombre

Juan Cruz

Si uno tuviera 304 amigos tendría resuelto el regalo de Reyes de todos ellos. No sería preciso regalarles 304 libros, sino cada una de las páginas de esta encuesta. Todas son iguales.Sinceridad sexual es el título que se le ha dado al conjunto de la selección de respuestas que sirvieron de base al anterior y famoso Informe, de Shere Hite. Poco a poco, todas las ansias democratizadoras de la señora Hite se han ido haciendo añicos. Ella concibió su aventura como una posibilidad de acercar el conocimiento del sexo a un número amplio de personas, a muy bajo costo. Existió incluso el proyecto de editar el informe en una imprenta abierta y gratuita donde, por cierto, Shere Hite se hizo con mucha documentación para su estudio. Pero, como se suele decir, la sociedad recuperó su producto y ahora lo empaqueta como sólo ella sabe embalsamar las cosas.

Sinceridad sexual

Shere Hite. Ediciones Martínez Roca. Barcelona, 1977.

Ni las respuestas a los diversos cuestionarios de Shere Hite se han impreso fuera de los círculos normales ni puede pensarse ahora que los destinatarios de sus respuestas van a ser otros que las propias protagonistas. Los precios de los libros y de los espectáculos públicos, por ejemplo, constituyen el medio más eficaz para controlar las audiencias. ¿Qué importa que determinado espectáculo de sátira política sea lo más corrosivo que se haya producido en la historia si sólo tienen oportunidad de contemplarlo aquellos que lo pueden neutralizar?

Sinceridad sexual, como todos los libros de respuestas, tiene una sinceridad que, al menos, hay que suponerle. Es un libro tedioso, como lo serían las respuestas escolares a un examen de tema único Todas las mujeres aprecian que el orgasmo es importante, creen que la masturbación es sana, se someten a determinadas experiencias sexuales que, a veces, incluyen la participación del hombre, a veces son solitarias (y más satisfactorias, a juzgar por la inmensa mayoría de las preguntadas) y, a veces, ocurren con otra amiga o con un paseante que se exhibe.

Lo que demuestra Sinceridad sexual es la utilidad de su predecesor, el Informe Hite. En realidad, el segundo debió haber invalidado la publicación del citado en primer lugar. Shere Hite hizo su trabajo de investigadora, utilizó las revistas (burguesas, underground) que tuvo a mano para popularizar el empeño y luego sacó unas conclusiones que han dado la vuelta al mundo y se han esgrimido como la primera declaración sexual colectiva de la mujer. A la vista de ese resultado, que se ha vendido como pastillas (pastillas de caramelo o de las otras, que todas se venden, a pesar del legislador), poner a la venta este otro libro debió haber parecido superfluo.

En casi todas las respuestas al cuestionario Hite (en realidad hay tres cuestionarios, todos muy parecidos entre sí) está la reflexión sana de las mujeres (en muchos casos, de las esposas) en contra de la dominación del hombre. Escriben para liberarse, cuentan sus fantasías y sus frustraciones y, al final, dan gritos de júbilo por haber respondido a unas preguntas que las dejan agotadas, pero como nuevas. Si esto no fuera excesivo, uno diría que cada contestación ha sido la reproducción de una experiencia erótica que se convierte, a su vez, en puro erotismo. A pesar de la traducción, que firma un(a) anónimo(a) con nombre de whisky, J. B., lo que demuestra Sinceridad sexual es la gran capacidad de fantasía que ha tenido este ser sumiso, rebelde, incomprendido, falaz o maravilloso, para describir sus propias pasiones personales. El anonimato general en que se sumerge el libro no impide ejercicios de identificación, y lo que se suele deducir es que la mayor parte de las contestadoras pertenecen, de un modo o de otro, al campo de la intelectualidad. De todas formas, las referencias a la extracción social de las encuestadas son vagas y a veces se pierden dentro de un texto tan igual que hay que marcar cuidadosamente para evitar leerlo, como aconseja Julio Cortázar que se lea alguna de sus novelas.

El frecuente ejercicio que hace la mujer que responde en este libro contra la dominación del macho encuentra a lo largo de estas páginas a una crítico que, por fin, dice algo que revela parte de la verdad: nada hay entre los deseos y las frustraciones de la mujer que no sean también necesidades y fracasos del hombre. Quizá éste debió haber sido un libro matrimonial, en el buen sentido (es decir, en el malo) de la palabra. Muchas de las encuestadas señalan que sus compañeros hubieran deseado un cuestionario parecido. Pero el macho ya ha dominado lo suficiente y ya ha reprimido lo suyo, por lo que está bien que esta vez el placer solitario de la respuesta sea de la mujer.

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