La vida, por encima de todo
Me parece acertado el editorial recientemente publicado en su periódico sobre los límites de la libertad religiosa, a raíz de la muerte de una niña como consecuencia de haberse negado sus padres -Testigos de Jehová- a una transfusión de sangre.Efectivamente, la libertad humana -religiosa o civil- tiene también sus límites. No le falta razón al editorialista cuando sostiene que apostar a favor de la vida «será siempre apostar por el hombre y por la civilidad, por la confianza en la historia y en el progreso». Aborto, eutanasia, tortura y violencia se ponen así en tela de juicio ante un principio -el derecho a vivir- que «debe ser mantenido como inexcusable».
El último párrafo resulta esclarecedor: «Ninguna filosofía, ninguna religión -ninguna ideología política, añadiría yo- debería sentirse limitada en su libertad con una afirmación tan absoluta de la vida; algo inexcusable e imprescindible para poder hablar de libertad.»