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La supervivencia de los Astilleros, vital para la zona gaditana

Augusto Delkáder

De pronto, a pesar de que los medios de comunicación venían hablando desde hacía tiempo sobre la crisis de la construcción naval por el encarecimiento de los crudos y la apertura del Canal de Suez, se encontraron con que trabajar en el dique era la antesala del paro.Ellos habían visto impasibles la construcción del superastillero para barcos de hasta un millón de toneladas, según el lenguaje imperial. Nadie, realmente, había consultado si la desaparición de la entrañable factoría de Matagorda de la Sociedad Española de Construcción Naval para transformarla en la factoría de Puerto Real de AESA les parecía bien o mal.

La primera noticia fue una comunicación del presidente del consejo de administración de Astilleros Españoles, Fernando Benzo, al jurado de empresa, en la que se afirmaba: «La situación justificaría la tramitación inmediata de un expediente de regulación de empleo, en base a las manifestaciones de apoyo de la Administración, si bien debemos de advertir que si las circunstancias no cambian, en un breve plazo, será inevitable la presentación del expediente de regulación de empleo, en las correspondientes delegaciones de trabajo, con la extensión y alcánce que se derive del nivel de ocupación en cada uno de los centros de trabajo.»

El día 11 de octubre, más de 100.000 personas se manifestabanen las avenidas de acceso a la ciudad. Luego, vino la guerra: tuercas, tornillos y hasta una máquina de coser y un frigorífico cayeron sobre las fuerzas antidisturbios enviadas para reprimir los saltos de manifestantes en los barrios obreros. Veintiocho detenidos y otros tantos heridos -entre manifestantes y policías- fue el saldo que dejaron los dos días más violentos que haya conocido Cádíz desde la guerra del 36.

El Consejo de Ministros, diligentemente, libraba también a los dos días 9.000 millones de pesetas, para que se pudieran construir los pedidos pendientes. Este balón de oxígeno hacía un mes que era insistentemente pedido por autoridades, partidos políticos, centrales sindicales, patronales..., etcétera. Tan sólo a los dos días de los graves incidentes llegaba la financiación del Banco de Crédito para la Construcción.

Una ciudad temerosa

Este fin de semana, las poblaciones de la bahía de Cádiz producen una sensación temerosa. A última noche del viernes continuaba el encierro de trabajadores en las dos factorías de AESA, Construcciones Aeronáuticas y Fábrica de Tabacos. Se presiona para conseguir la libertad de los detenidos. Se ha suspendido el boicot al partido de fútbol del Cádiz, ya en Primera División, y demás espectáculos públicos. La vigilancia de la Compañía de Reserva General venida de Córdoba ha desaparecido. No ha habido ningún enfrentamiento. Las calles, sin embargo, no ofrecen un aspecto especialmente confiado.

«Aquí no se ha solucionado nada, sólo se ha aplazado el problema», repiten cansinamente en cualquier bar o en cualquier esquina.

En realidad los casi 6.000 millones de pesetas que se han destinado para financiar los barcos pedidos al Astillero de Puerto Real servirán para mantener a los obreros en sus puestos -de trabajo hasta el mes de marzo, en el mejor de los casos. Luego, la reestructuración del sector naval parece inevitable. Los 2.700 despidos que se hubieran realizado en las industrias auxiliares se han abortado, pero sólo hasta marzo, también en el mejor de los casos.

Probablemente, por esta razón la reacción de Cádiz ha sido con.tundente. El sesgo de los acontecimientos ha llevado a una situación desesperada_. Las peregrinaciones a Madrid para plantear el problema encontraban, una y otra vez, la indiferencia o las alentadoras manifestaciones del subsecretario de Industria a una comisión de la Federación de Empresarios del Metal de Cádiz, que el pasado día 30 les decía: «No puede pensarse una salida que suponga dinero para el Estado. Lo único que se puede decir en estos momentos para un afectado es que haya un subsidio de desempleo.»Los orígenes de¡ problema

En julio de 1975, el entonces ministro de Trabajo, durante una visita al gran astillero de Puerto Real, escuchó de una comisión de obreros de la factoría esta advertencia: «Contemplamos la aparición de estos nuevos astilleros, como eshabitual, como un hecho consumado, paralizando la antigua factoría de Matagorda, cuando existía gran demanda en el mercado para este tipo de buques.»Esta advertencia de los trabaja-

dores de AESA al ministro era

fácilmente explicable. Durante la

década de los años sesenta y, con

cretamente, hasta 1973 la

construcción naval experimentó

un impresionante despegue. La

demanda de petroleros y buques

mercantes en general llevó a crear

una capacidad de producción, que

posteriormente las conocidas cau

sas de¡ alza de los precios de los

crudos ha puesto en tela de juicio

su pl.anificación. Es entonces, a

través de la acción concertada,

cuando varias empresas españolas

del sector se unen y crean Astilleros

Españoles, SA. La bahía de Cádiz,

tradicional sede de la construcción

naval, padece una época de cam

bio. Los antiguos Ast * illeros de

Cádiz, SA, radicados en la.capitai,

pasan a ser un centro de reparacio

nes. Sobre la factoría de Matagqr

da de la Sociedad Española de

Construcción Naval, que construía

barcos de 30.000 a 40.000 toneladas

y era rentable, se inicia la

construcción de¡ gran astillero de

Puerto Real.

La comarca padece una acelerada intoxicación. Superpetroleros de hasta un millón de toneladas. Creación de 6.000 puestos de trabajo y otras informaciones parecidas constituían las frases publicitarias que acostumbraron a oír los gaditanos. El nuevo astillero, con indudables avances tecnológicos y pioneros prácticamente en Europa, tuvo, sin embargo, que comenzar sus actividades y, no totalmente, en el mes de diciembre de 1974. El cambio de la demanda, comenzado en 1973, se va haciendo cada vez más ostensible, junto a una progresiva complicación del sector a nivel nacional. El Estado sale en auxilio de Astano de El Ferro¡, a través de¡ INI, para impedir que la Gulf Ofi Company la incaute.

Mientras tanto la factoría de Puerto Real, que hasta el mes de septiembre de este año no pone en funcionamiento el taller de bloques curvos y continúa sin estrenar prácticamente el muelle de movimiento de planchas de acero, recibe el golpe de gracia con la política económica del segundo Gobierno de la Monarquía.

Cuestionada su instalación con pedidos escasos, para paliar la crisis se constituyó el 7 de noviembre 1975 una com,isión interministerial -en el último Consejo de Ministros se acaba de constituir otraque además debería de estudiar las bases de reestructuración del sector. De aquí salió el plan de urgencia para construir un millón de toneladas de registro bruto para armadores nacionales, ayudado por unas generosas disposiciones que alcanzaban el 80% de la financiación por el Banco de Crédito a la Construcción, al 8% anual.

En realidad, en estos momentos, todo el mundo espera la reestructuración, la capacidad de producción a nivel del Estado español es muy superior a la demanda previsible. La reducción, según todas las fuentes consultadas, resulta inevitable.

Al hilo de este tema, los titulados superiores y medios de la factoría de Puerto Real de Astilleros Españoles, SA, realizan en estos momentos un trabajo que representa una alternativa para salvar del cierre o de una inadecuada reducción el -según ellos- más avanzado astillero de toda España. Para hacer una justificación social de¡ tema recordaron que, en la comarca, los ingresos salariales de las 20.000 personas directamente implicadas en la actividad y sus 60.000 familiares suponen 12.000 millones de pesetas anuales.

Según las filtraciones que se han podido conocer, la propuesta de soluciones para la factoría de Puerto Real contempla la creación de tres grandes divisiones independientes: astillero, centro de reparaciones, centro.de exportación de tecnología.

La construcción, hasta la previsible recuperaciM de la demanda por los años ochenta, sería a buques de pequeño y medio tonelaje. Este informe córiterr1pla la creación de uná nueva división que realizaría la planificación, puesta .en marcha y equipamiento de astilleros en otros países, como el contrato suscrito con Venezuela.

El centro de reparaciones de la factoría de Puerto Real, que existía desde los tiempos de la antigua factoría de Matagorda, fue cerrado incomprensiblemente a finales del año pasado. El tipo de barcos que utilizaba sus servicios daba empleo a trescientas personas y siempre producía benéficios; no se sirvieron entonces de¡ centro de reparaciones de AESA en Cádiz, sino que comenzaron a utilizar centros de reparaciones de otras zonas. Su puesta en actividad de nuevo será recomendada por esté informe, cuya realizaci'ón se está llevando a cabo en estos momentos.

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