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Un Madrid que no pudo ser

(Arquitecto urbanista)

La estimulante lectura de la propuesta comunista contenida en la reciente publicación titulada Madrid para la democracia, no puede dejar de suscitar interés y esperan za en todo aquel que, sin prejuicios, acepte la lucidez desde la que están elaboradas la crítica de la situación actual de Madrid y la alternativa propuesta para su futuro en este documento. A pesar de que se trata de un trabajo de urgencia, coyuntural y hasta electoral, no cabe duda de que por primera vez se seña lan sistemáticamente todos los problemas pendientes que tiene la ciudad y se esboza un programa indicativo para la nueva situación política en la que ha entrado el país, que permita cambiar la orientación de las formas que ha venido adoptando el desarrollo de Madrid. Situado pues, personalmente, en esta actitud de interés, quisiera hacer una reflexión marginal, sugerida por la lectura de tan incitante texto. Ciertamente que en este momento, planteado con un evidente deseo de incidencia y eficacia política, cualquier regusto erudito hubiera estado fuera de lugar, por lo cual no tenía sitio en él una referencia detallada a los que pudieran ser los antecedentes históricos de un planteamiento del desarrollo de Madrid basado en la búsqueda clara del bienestar y la libertad de todos los madrileños. Pero, por otra parte, resulta injustamente insuficiente despachar la existencia de tales antecedentes con la lacónica y vaga afirmación de que «durante la República se fue elaborando una planeación especial de Madrid en función de las directrices emanadas del Ministerio de Obras Públicas durante el primer bienio», como si apenas nada se hubiese hecho entonces para sentar las bases de un Madrid más satisfactorio y concebido con evidente visión de futuro. Quisiera, por ello, recordar brevemente que desde 1931 a 1939, se sucedieron para Madrid diversos estudios de planeamiento, que culminaron o no en planes, proyectos y realizaciones, desarrollados no sólo por aquel Ministerio y no sólo en aquel bienio.

La llegada de la República supuso, en primer lugar, un revulsivo para el Ayuntamiento, donde un equipo de arquitectos socialistas acometió la redacción de lo que habría de ser el primer planeamiento general de Madrid, anticipando una certera visión del papel de la ciudad en un marco territorial amplio y un planteamiento de exigencias políticas, legales y administrativas. El trabajo fue aprobado en 1933, sólo en lo referente al interior del término municipal, ya que la legislación vigente no permitía una planificación supramunicipal. Del mismo momento es un proyecto de Bases para una Carta Municipal, que contenía la propuesta de municipalización de todo el suelo no urbano del término, para su progresiva urbanización a cargo del Ayuntamiento.

Durante el primer bienio republicano, la personalidad y claridad de visión de Indalecio Prieto, al frente del Ministerio de Obras Públicas, dejó huellas definitivas en el desarrollo de la ciudad. A través de la actuación del Gabinete Técnico de Accesos y Extrarradio, junto con la prolongación, paseo de la Castellana y la construcción de los Nuevos Ministerios, se planteó e inició la construcción de los enlaces ferroviarios subterráneos de las líneas del Norte con las del Sur, así como el estudio de la red de carreteras de accesos a Madrid con una visión urbanística del conjunto territorial contenida en los estudios de un plan comarcal que contemplaba la organización de una corona de poblados satélites y el acondiciona miento de lugares de recreo. Entre éstos se incluía el tratamiento del valle del Jarama con una serie de playas artificiales y la creación de una llamada Ciudad Verde según proyecto del vanguardista grupo de arquitectos denominado GATEPAC.

Otro tema importante, abordado después de iniciada la guerra, lo constituye el Plan Regional, que responde a los deseos de contemplar el futuro de la ciudad dentro de un amplio ámbito territorial, cuya ordenación debía ser acometida unitariamente como previsión del crecimiento de Madrid después de la guerra. El estudio lo llevó a cabo el Comité de Reforma, Reconstrucción y Saneamiento. de Madrid (creado por el arquitecto Bernardo Giner de los Ríos, ministro de Comunicaciones, Transportes y Obras Públicas), cuyo presidente fue Julián Besteiro, que escribió un interesante prólogo para una memoria del planteamiento del plan, publicada en 1939. El trabajo se inscribía tanto en la visión territorial del problema, como en la misión social del papel del planeamiento, ya que además de prever un sistema de núcleos satélites, la red de comunicaciones, la clasificación de usos del suelo comprendiendo amplias reservas verdes, instalaciones deportivas, explotaciones agrícolas e industriales, se planteaba el tema de la utilización de los valles del Jarama y del Tiétar y de las sierras de Guadarrama de Gredos, tanto para proceder a su protección en una operación denominada expresamente de «conservación del ambiente», como para promover su aprovechamiento para disfrute de lo población madrileña, a través de parques regionales, lugares de interés nacional, colonias de verano, ciudades de reposo y playas artificiales.

Así pues, al terminar la guerra, Madrid tenía un plan de extensión aprobado. La construcción de los enlaces ferroviarios, de la prolongación del paseo de la Castellana y de los Nuevos Ministerios estaba en marcha. Y existía un conjunto de estudios de planeamiento del más alto interés que no pueden ser olvidados por su valor testimonial, y porque más allá de negaciones y condenas y de distorsiones conceptuales y escengráficas ligadas a la versión del «Madrid imperial», iban a ser recogidas parcialmente en el planéamiento de posguerra algunas de las previsiones contenidas en ellos, aunque, por otra parte, el proceso de desarrollo real de Madrid, privado de toda posibilidad de gestión mínimamente democrática las relegaría al concurrido limbo de aspiraciones frustradas en que yace la mejor parte de las ingenuas pretensiones del planeamiento urbano desarrollado en España en los últimos cuarenta años.

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