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El rescate de la experiencia vecinal

Nadie desconoce que la vida administrativa y política municipal es la trasposición reducida de la vida administrativa y política nacional. Por ello, cualquier situación, influencia o componente que afecte a ésta encontrará permanentemente reflejo en aquélla. Tal es el caso que ahora nos ocupa. El desconcierto y la espera que el país experimenta en la alteración de las formas políticas en esta etapa previa a las elecciones de un nuevo y distinto Parlamento ha producido un frenazo en la administración de los asuntos generales y una tremenda y vacía expectación hasta que llegue la hora de las papeletas.Sin embargo, no parece que el hueco abierto en la vida política cotidiana se vaya a rellenar mágicamente una vez que todos los españoles hayan decidido escoger entre unos representantes y otros. Las tareas que los nuevos parlamentarios habrán de abordar únicamente van a ser parangonables a las que tendrán que desarrollar los miembros de esos soñados ayuntamientos democráticos. Los cometidos a ejecutar, los esfuerzos a conjugar y la inteligencia a pone, en marcha con seguridad van a requerir que la democratización de la vida municipal no pueda partir de cero como la inacción de las autorídades parece querer que suceda. La vida administrativa local se ha limitado a la gestión de asuntos más o menos relevantes pero se nota la falta de análisis sobre lo que viene y esos buenos deseos, materializados en trabajos realizados, que permiten cruzar de una situación a otra sin que el caos se apodere de los que van a llegar desde las urnas, cuando lleguen.

En la necesidad de que esta colaboración se produzca y el cambio de trastos administrativos permita a los recién llegados aprender a administrar y decidir en un período breve, resulta más necesario aún admitir que, si bien las elecciones consistirán, sin duda, en el hito más relevante de la vida política cotidiana de los españoles en general, y los madrileños en particular, ha existido una historia fructífera de la iniciativa, los errores y los logros de los movimientos vecinales. Esta historia de imaginación, de prohibiciones y de conquistas, de solidaridades ciudadanas y palos administrativos en las ruedas de un proceso democrático como el vecinal, puede contribuir, y con certeza contribuirá, a que los primeros pasos de la democracia municipal no sean tan torpes como cuarenta años de autoridad -sin ciudadanía- han marcado en la piel de la política cotidiana.

Por ello es necesario que en el terreno de la práctica se tengan muy presentes los avances experimentados por la iniciativa ciudadana en el campo de asociacionisulo vecinal. Resultaría muy fácil para la administración local pregonar ese borrón y cuenta nueva que no es ni más ni menos que la vuelta a la cuenta vieja emborronada de tantos años de rutina y desidia municipales, donde la instancia legitimadora única, los ciudadanos, se encontraba tan obligadamente lejos de los despaIchos y de las salas de juntas.

Las recientes orientaciones de lasjerarquias locales parecen inclinarse por esa espera futil, estéril, que consiste en convertir las futuras elecciones en un fetiche dotado de poderes milagrosos y no hacer nada mientras tanto. Las asociacíónes familiares, por ejemplo, no se van a fusionar con las de vecinos, según acaba de revelar Juan José Rosón. Las primeras, de Secretaría General del Movimiento, y las otras, sin adscripción definida, han accedido a un lugar común -la reivindicación de la ciudadanía plena- y, sin embargo, se preparan reglamentaciones especiales para aquéllas. Mientras el voto del ciudadano cobra importancia creciente, el baile de la legalización de sus asociaciones continua, porque continúa también la creencia de que a los grandes colectivos humanos se los puede manipular desde un poder no legitimado plenamente por ellos y que los considera un juguete de futuras piruetas de poder.

Es necesario estudiar el rostro de las entidades vecinales, el de los ayuntamientos, de las funciones y los cometidos ciudadanos desde ahora mismo, para saber cuáles van a ser los rasgos de sus rostros cuando las urnas hablen. Entretanto, iniciar un diálogo igual entre los ciudadanos y los poderosos, para la etapa inmediatamente posterior a las elecciones, es una exigencia que se grita a sí misma a voces.

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