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Los obispos franceses frenan el liberalismo eclesiástico

La conferencia plenaria del episcopado francés, reunida en Lourdes, considerada como la más importante después del Concilio Vaticano II, por boca de su presidente Monseñor Etcheragaray, arzobispo de Marsella, leyó ayer una carta, dirigida a los católicos del país que fue inmediatamente, interpretada como un frenazo en la marcha modernizadora iniciada después del Concilio.

Cuatro puntos de este documento, titulado Diez años después del Concilio, se consideran importantes: una advertencia a los cristianos que militan en los partidos comunistas, otra a los movimientos católicos demasiado comprometidos y a quienes se invita a limitarse al dominio religioso. Se subraya la importancia de cuestiones doctrinales, como el bautizo y la enseñanza del catecismo, y se exalta la celebración de la Misa, según el rito de Pablo VI, y de la confesión individual. El clero oficial francés parece impresionado por el impacto de los tradicionalistas, capitaneados por Monseñor Lefébvre.

La crisis abierta por quienes no han digerido las reformas del Vaticano II, la jerarquía opina ahora que tienen una importancia relativamente grande. De aquí este cerrojazo vigoroso contra la vanguardia que resulta un paso hacia los tradicionalistas más razonables.

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