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Colegio Nacional Tagore: 1.100 niños entre terraplenes

Mil cien niños de Educación General Básica de los barrios del Pilar, Begoña y Mirasierra asisten diariamente a un colegio nacional, el Rabindranath Tagore, que, a juicio de sus padres, no reune las condiciones mínimas de seguridad, especialmente en los lugares de recreo.El colegio, situado en la urbanización Manila, detrás de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma, junto a la Ciudad Sanitaria La Paz, se entregó hace tres años, construido en terrenos cedidos por la urbanización, pero se entregó inacabado: sin casa para el conserje, sin vallas de cerramiento adecuadas y con desniveles peligrosos en los terrenos circundantes de los edificios y con parte de la obra sin terminar, tales como gradas en las pistas, acondicionamientos en las zonas de juego y hormigón en algunas partes. El hecho de que esté rodeado sólo por una valla de tela metálica ha propiciado que en muchas ocasiones hayan aparecido deterioros en las aulas, material escolar, cristales, etcétera.

El año pasado se hundió parte de la acera que conduce a la secretaría del colegio y que es paso obligado para todas las personas. A consecuencia de este hundimiento un niño sufrió un accidente y otros han tenido contusiones y caídas.

La empresa constructora, Cubiertas y Tejados, SA, no ha llevado las obras al ritmo que hubiera sido necesario, según los padres de los alumnos. El presupuesto concedido por el Ministerio ha resultado insuficiente, hasta el punto de que la empresa sólo tiene dinero para llevar a cabo la mitad de las obras que faltan por hacer. Además, en el contrato figuraba la construcción de un muro de hormigón armado, por un importe de cuatro millones de pesetas, para proteger el colegio de un posible derrumbamiento del monte que hay en la parte posterior. Para no tener que construir este muro, la urbanización permitió desmontar un poco el terraplén hacia atrás.

Pese a los esfuerzos de la dirección y profesorado del colegio por vigilar adecuadamente a los niños, estos están inadecuadamente cuidados, dado su número y las condiciones de la zona. Los padres han denunciado repetidas veces la situación al delegado provincial de Educación, Lucio Rafael Soto, sin que las promesas de éste de que se solucionaría la situación se tradujeran en hechos reales.

Los padres piden que se acaben las obras, que se ven dificultadas, además, por la presencia diaria de los niños en el centro, y que se hagan con la seguridad que requiere un colegio de alumnos de EGB.

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