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Reportaje:

Teatro español en Venecia

Los días 28, 29 y 30 de julio, en el marco de la Biennale de Venezia que, como es sabido, dedica este año a la España democrática una particular atención, se han celebrado las conversaciones sobre Teatro y Sociedad en la España de hoy. Seis compañías españolas y una italiana han actuado coincidiendo con los encuentros. María Luisa Aguirre d'Amico y Luca Ronconi seleccionaron compañías y participantes.Los coloquios venecianos estuvieron presididos por Alfonso Sastre, autor de la primera de las comunicaciones: Dramaturgia y teatro en el contexto español. Las demás corrieron a cargo de Ricardo Domenech (Líneas generales del teatro español de la guerra civil hasta hoy); Xavier Fábregas (El teatro catalán); Ricard Salvat (La dramaturgia catalana); Nuria Espert (La elección del repertorio); Lauro Olmo (Problemas de un autor); Romero Esteo (Dificultades del autor dramático); Juan Antonio Hormigón (La nueva crítica. Las puestas en escena de Valle-Inclán. Los estudios sobre Valle-Inclán); Guillermo Heras (Nacimiento, desarrollo e importancia política de los grupos); Manuel Lorenzo (El teatro en Galicia), y el GIT (De América Latina a España). Pedro Altares que debía hablar sobre «La experiencia de Cuadernos para el Diálogo», no pudo acudir a la cita. Luis Iturri, que estaba anunciado en el programa para tratar el tema del «teatro en el País Vasco», declinó su participación a causa de complejas tensiones surgidas en el marco político de Euzkadi. Junto a los ponentes hay que señalar la presencia de gentes de teatro españolas de público, críticos y estudiosos italianos. El pintor José Renau tuvo unas destacadas intervenciones.

La nómina de participantes dada su heterogeneidad, da una idea de la variopinta dimensión que han tenido las comunicaciones y debates. Ante todo es necesario aclarar que la totalidad de los presentes acudieron a Venecia a título individual, respondiendo a la invitación cursada por la dirección de la Biennale. No representaban a ninguna organización cultural o política en los coloquios, al margen de su adscripción personal. Su representatividad era específicamente teatral y respondía al sentido y calidad del trabajo realizado por cada uno a juicio de la dirección de la Biennale para abordar los temas propuestos.

Conversaciones

Entrando en el desarrollo de las conversaciones habría que insistir de inmediato en los diferentes niveles de las comunicaciones. Mientras hubo quienes desarrollaron su tema intentando profundizar, otros, como Nuria Espert, apenas hablaron cinco minutos. Por otra parte, unos intentaron plantear objetivamente los temas propuestos, pero no faltaron intervenciones cargadas de apasionado subjetivismo, dedicadas a exponer una problemática meramente personal.Evidentemente los coloquios no tuvieron la altura científica que hubiera sido deseable para desarrollar una cuestión tan importante como las relaciones entre teatro y sociedad en nuestra postguerra. Pero eso únicamente se puede lograr realizando el estudio sistemático de los diferentes apartados; prescindiendo de las consignas tácticas que de nada sirven en este caso; rechazando la demagogia como anticientífica y reaccionaria; dejando de repetir la palabra «democracia» como un soniquete e intentado comprender las condiciones reales de vida y de producción de donde venimos y las tareas que nos debemos proponer para coadyuvar a la construcción de la democracia en el espacio más breve de tiempo, porque la democracia no es un don del cielo sino algo que conquistan, construyen y desarrollan los hombres; analizando las formas de producción y organización del teatro y las tareas socialmente responsables, no utópicamente soñadas, que le exigen el momento actual, etcétera.

No quisiera, sin embargo, dar la sensación de que todo fue tiempo perdido. En Venecia se trabajó mal que bien y muchas cuestiones saltaron al tapete del debate. Se enunciaron necesidades de método. Se habló del papel del autor, de la necesidad de incorporar a la producción teatral la dramaturgia como actividad específica, del papel y responsabilidad de la crítica. Se abordaron la actividad de las compañías profesionales autogestionarias, aunque no se estudiaron ni sus contradicciones ni perspectivas. Se enunció un posible debate entre la necesidad de un teatro nacional-popular o un teatro de clase, que quedó en el aire. Se plantearon las realizaciones y la problemática de Galicia y Cataluña, así como una amplia serie de temas cuya enumeración sería demasiado larga. También hay que señalar que muchos comportamientos quedaron en pelota picada, lo que siempre es aleccionador.

La Biennale de Venezia ha sido una plataforma para la cultura española de tendencia democrática, pero también, no lo olvidemos, un escaparate de nuestra realidad configurada en años, de absurda autocracia y arbitrariedad dictatorial. Ese era el peligro. Tenemos demasiadas fisuras, insolidaridad y, en definitiva, falta de hábitos y prácticas propias de una sociedad constituida, para asumir con pleno acierto la responsabilidad que se nos viene a las manos. Una prueba de esta situación es la imposibilidad de redactar un documento final a las conversaciones. Se desecharon unas conclusiones articuladas y votado por unanimidad la discusión de un documento genérico. Todo el mundo pudo opinar en la discusión abierta, pero sólo en la mesa redaccional, y a veces por personas que no habían abierto la boca en los tres días, surgieron las discrepancias. Discrepancias que en alguna ocasión respondían a desinformación política, pero que casi siempre escondían tortuosas motivaciones personales o turbio maniobrerismo nada unitario, por cierto.

Esto es esquemáticamente lo que ha dado de blanco y negro las conversaciones sobre teatro español de Venecia. Si hubiésemos seguido la voz de la experiencia política y humana de Renau, compartida por muchos de nosotros, deberíamos haber entendido que éramos algo más que individuos aislados y que en esta ocasión como en otras, representábamos una parte de la opción cultural del Estado español.

Desgraciadamente, creo que una vez más los intereses particulares, empañaron la asunción de responsabilidades que nos afectan, como ciudadanos de la sociedad. española. Por eso es importante saber de una vez lo que desea el país y la clase obrera para que nadie pueda esgrimirlos como bandera para ocultar sus negocietes bastardos.

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