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El batallón de secundarios que aupó a Messi

Jugadores con poca huella en la gran élite, e incluso en la selección, crecen alrededor del 10 bajo la dirección de un Scaloni que no dudó en meter el bisturí

La selección de Argentina con la Copa del Mundo despues de ganar a Francia en la final del Mundial de Qatar en el estadio Lusail este domingo.
La selección de Argentina con la Copa del Mundo despues de ganar a Francia en la final del Mundial de Qatar en el estadio Lusail este domingo.Juan Ignacio Roncoroni (EFE)
Lorenzo Calonge

Dibu Martínez, cero partidos en Champions; Alexis Mac Allister, también cero; Enzo Fernández, cinco; Nahuel Molina y Julián Álvarez, seis; Cuti Romero, 12. La gloria eterna fue para Lionel Messi y también para una cuadrilla de jugadores que, en su mayor parte, apenas tenían huella en las altas instancias del fútbol europeo. Bien por su juventud, porque su carrera había discurrido en clubes medios, o porque estando en equipos de primer nivel aún no se habían destapado a lo grande. Ese era el expediente del once titular de Lionel Scaloni ante Francia salvo los casos del 10, la gran carrera de Ángel Di María y el callo de Nicolás Otamendi.

El portero Emiliano Martínez, de 30 años, héroe número dos de la Albiceleste por sus atajadas y su desquiciante show en los penaltis para los rivales, se estira cada fin de semana con la camiseta del Aston Villa, que no figura precisamente entre las grandes cancillerías del continente (duodécimo en la Premier). Mac Allister (23) es un fijo en el Brighton, séptimo de la Liga inglesa. Fernández (21) acaba de llegar al Benfica, del segundón torneo portugués aunque meritorio líder de su grupo en la Champions. En Lisboa también juega Otamendi (34) en la parte final de su carrera tras dejar el Manchester City. Molina (24) y De Paul (28), importantes en su selección, muy especialmente el segundo, no han roto al mismo nivel con el Atlético. Las hechuras de Álvarez (22) son importantes, pero es un recién llegado a la élite y, además, vive a la sombra de Haaland en el Etihad. Y durante el apasionante thriller de Lusail, también comparecieron los laterales Gonzalo Montiel (25) y Marcos Acuña (31), protagonistas hasta el parón mundialista de un Sevilla depresivo. Todos ellos, de menos a más, fueron capaces de reunirse alrededor de Messi, alimentarlo, retroalimentarse, y alcanzar el cielo.

En la lista de Argentina había 19 debutantes en un Mundial, un dato que elevó la cautela antes del debut y la disparó después del derrape inicial contra Arabia Saudí, que convirtió cada cita posterior en una final. Algunos jugadores, incluso, no solo se estrenaban en la gran cita, sino que casi no se les había visto en la selección. Enzo Fernández apenas sumaba tres internacionalidades en la previa de Qatar; Mac Allister, ocho; y Álvarez, 13. Nada de eso le importó a Scaloni, que fue ajustando la alineación durante el torneo, con ellos encontró soluciones y a ellos se encomendó este domingo para abrigar a La Pulga.

En el banco esperaron apellidos más resonantes, como Paulo Dybala (29), Lautaro Martínez (25), o incluso Leandro Paredes (28) y Papu Gómez (34). Por la continuada ausencia del primero le preguntaron al seleccionador a mitad de Mundial y respondió que todo se debía a decisiones tácticas. El atacante de la Roma (siete campañas en la Juventus) salió 15 minutos en las semifinales frente a Croacia con todo hecho (3-0) y, de la nada, apareció en el 120 de la final para lanzar el segundo penalti albiceleste (acertó). Lautaro, del Inter, perdió la titularidad en la tercera jornada de la fase de grupos en beneficio de Julián Álvarez (su agente dijo que había estado tocado) y desde entonces ya solo le quedaron los restos (anotó, eso sí, la pena máxima decisiva ante Países Bajos). Mientras, Paredes y Papu cedieron en el medio ante el empuje de Fernández y Mac Allister. El atlético Ángel Correa, que tampoco figuraba como plato principal en el menú de Scaloni, fue reclutado de urgencia por lesiones y solo tuvo foco cuatro minutos de cortesía en las semifinales.

La cita coronó a Messi y destapó a un Scaloni de perfil bajo que no dudó en meter el bisturí hasta donde consideró necesario en cuanto se le torció el panorama. Durante sus cuatro años de mandato, también debió cambiar su libreto inicial. Su idea de origen era jugar vertical, hasta que se percató de que lo mejor era tocar más con los futbolistas que manejaba si quería crearle el mejor ecosistema a su estrella. No tuvo reparos en explicarlo este domingo dos horas después de convertirse en campeón del mundo (ya lo era de América). “Los primeros meses jugábamos de otra forma. Cuando empezamos a ver que los mejores jugaban a lo que hacemos ahora, y pudimos rodear a Messi de grandes futbolistas y que él se sintiera partícipe, nos empezamos a dar cuenta de que había material. Eso fue un año después de llegar al cargo. El equipo empezó a jugar a otra cosa en 2019. Supimos interpretar con quienes se sentía cómodo dentro de la cancha, porque al final él juega a la pelota”, desarrolló el seleccionador.

Solo España en 2010 había levantado el Mundial después de ceder el primer duelo. Esta vez, la Albiceleste, con los retoques del técnico de Pujato, fue sumando elementos al monocultivo ofensivo de Messi en el arranque catarí. Agrupados alrededor del 10 y del espíritu colectivo, primero brotó el carácter y luego el fútbol a partir de su rebeldía en la prórroga de cuartos contra Holanda. Los goles de Álvarez, la explosión de Dibu, la solidez de Otamendi, el pulso de Fernández y Mac Allister en una medular renovada, la imagen de De Paul organizando y ejerciendo de cacique ante la amenaza de Mbappé, Di María aguijoneando por la izquierda… Argentina fue sumando elementos en su crecida en Doha hasta colocarse la tercera estrella en el pecho.

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