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Gol anulado

El escritor argentino Martín Caparrós y el mexicano Juan Villoro mantienen una correspondencia durante todo el torneo y constatan que el balón sabe también mucho de amistad

Juan Villoro
Mundial Qatar 2022: Vinicius celebra un gol contra Suiza
Vinicius celebra un gol contra Suiza que, al final, fue anulado.CARL RECINE (REUTERS)

Martín querido:

Después del México-Argentina hago un gesto de paz: intercambio de camisetas. Te preguntas si la derrota me alejó del fútbol, pero te recuerdo que, desde mi primera carta, presumí de nuestra aptitud para la caída. Lo raro, lo desconcertante, lo paralizador, hubiera sido ganar. Perder ante Argentina no es otra cosa que una costumbre incómoda, como descubrir que en el avión te toca junto al baño.

Paso a un tema que me preocupa más. El videoarbitraje pretende acabar con una de las maravillas del fútbol: el error humano. Que el árbitro se equivoque significa que el juego se parece a la vida, donde recibes castigos y recompensas no siempre merecidos. 22 ambiciosos salen al campo para ser dioses; ante ellos, una persona se atreve a ser humana.

Dotado de un trémulo silbato, el árbitro imparte la jurisprudencia más improvisada del planeta. En ocasiones esto es insufrible (en México, el Parque Asturias se incendió en 1939 a causa de un error arbitral, y el Barcelona jamás olvidará que en 1969 el colegiado Guruceta marcó un penalti en favor del Real Madrid por una falta cometida un metro fuera del área). Pero hay compensaciones; si el silbante se equivoca en nuestro beneficio, gritamos con agradecido cinismo: “¡Árbitro justo!”.

No es casual que el VAR se implementara después de las investigaciones del FBI a la FIFA. En 2015 quedó claro que esa “organización no lucrativa” tenía el código de ética de un cártel. ¿Cómo desviar la atención de los sobornos que comenzaron con los millones que João Havelange recibió a cambio de darle los derechos de televisión a Horst Dassler, dueño de Adidas?

En 2015, Sepp Blatter y Michel Platini fueron apartados de sus cargos sin recibir mayores sanciones. Gianni Infantino, brazo derecho de Platini, asumió el timón y se dispuso a respetar los compromisos con las dictaduras de Rusia y Qatar.

Para minimizar el escándalo, desplazó la búsqueda de justicia a la cancha. Con calculada demagogia, declaró: “El VAR no está cambiando el fútbol, sino que lo está haciendo más limpio, más honesto, más transparente y más justo”. No presentó el videoarbitraje como un recurso técnico sino moral. ¡La televisión cumpliría con los requisitos que deberían cumplir los directivos!

Eso no eliminó las pifias. A veces el VAR no anula el error, solo lo retrasa, y cuando el gol se admite tardíamente, la celebración sabe a guiso recalentado.

El VAR equivale a contestar el teléfono mientras haces el amor. Enemiga de la espontaneidad, la FIFA ha puesto un teléfono en la cama.

Además, con el offside automático hemos llegado a una situación irracional. Si un jugador adelanta a otro con el cuerpo entero es obvio que cobra ilícita ventaja. Sin embargo, en un afán cientificista, se miden partes mínimas del cuerpo: quien tiene un dedo delante del defensa está en fuera de lugar, aunque eso no ayude para nada. Si de fraccionar la anatomía se trata, al menos se debería aplicar un criterio como el de los pollos rostizados: pata, pechuga o muslo de ventaja.

El asunto ha cambiado nuestra relación con el juego. Mi amigo Silvestre, que está a punto de cumplir cinco años, vino a casa en compañía de sus padres a ver un partido. Es un chico alerta e ingenioso que conoce a los jugadores por nombre y apodo y lanza frases como esta: “Al Fideo lo van a poner en baño Di María”. Aprendí de sus comentarios, pero aprendí más cuando, terminado el encuentro, hizo un dibujo que revela una característica esencial del fútbol contemporáneo. Un arquero se lanzaba en pos de un balón, pero el título de la obra desacreditaba el lance: Gol anulado. El VAR ya pertenece al imaginario de la infancia.

Por desgracia, la cultura de la cancelación va en aumento. En Rusia se acudió 20 veces al VAR mientras que tan solo en las dos primeras jornadas de Qatar hubo más de diez goles anulados, entre ellos tres a Argentina en el mismo partido, que valían la serenidad de un pueblo, y dos a Alemania (contra Japón y España) que significaban cuatro puntos. Ante Suiza, Vinicius anotó con elegancia su primer gol mundialista, pero la deidad digital lo invalidó por una discutible acción previa. Por suerte, Casemiro disparó de tres dedos para clavar otro gol de museo.

El balón oficial de Qatar incluye un sensor persecutorio que es captado por 12 cámaras en el estadio y recopila información en busca del offside.

Estamos a punto de que el futbol se convierta en un videojuego. Solo falta eliminar un obstáculo: los jugadores.

Un abrazo de gol (no anulado por el VAR).

Ida y Vuelta

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