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Diego López, el guaje de Turón que no guarda rencor al Barça

El valencianista pasó tres años en la Masia y coincidió con Gavi, Fermín y un niño llamado Lamine Yamal

Diego López controla el balón durante el partido entre el Valencia y el Betis.
Diego López controla el balón durante el partido entre el Valencia y el Betis.AFP7 vía Europa Press (AFP7 vía Europa Press)

Cuando el valencianista Diego López vino al mundo, Turón, su pueblo, ya era otro Turón. Esta pequeña localidad del concejo de Mieres, en uno de los grandes valles mineros de Asturias, había dejado de dedicarse al carbón después del cierre sucesivo de los pozos en los años 90. “Aquí había tres pozos y, cuando la reconversión, se perdieron cerca de 5.000 puestos de trabajo directos”, recuerda Julio Ordóñez, el presidente del Club Deportivo Turón, que está de celebración porque el equipo ha subido a Segunda RFEF, como elogió durante la semana, orgulloso de sus raíces, Diego López, uno de los jugadores más destacados del Valencia esta temporada y vecino de este pueblo con algo más de 4.000 habitantes.

El chaval se fue haciendo futbolista en un pueblo venido a menos económicamente. Años atrás, cuando la hulla, corría el dinero alegre por el valle y el equipo de Turón tenía otro potencial. “Estuvo 47 años en Tercera, cuando no existía la Segunda B”, recuerda Ordóñez, vecino de Miguel y Sonia, los padres de Diego López. “Era un chaval que siempre andaba por ahí con la pelota”. Primero jugó en sala en el Figaredo, que era “una especie de filial del CD Turón” y que cogía su nombre del pozo minero Figaredo. “Ahí jugó de prebenjamín, creo recordar, pero luego se fue al Sporting, a la escuela de Mareo. Siempre jugó adelante y era el máximo goleador en todos los equipos”. De ahí pasó a la cantera del Real Madrid y luego, en 2018, a la del Barça, su rival hoy (21.00, Dazn) en Montjuïc, donde Diego López y el Valencia intentarán mantener sus opciones de jugar en Europa la próxima temporada.

En La Masia coincidió con Gavi y Fermín, y vio los primeros pasos de Lamine Yamal. “Él era más pequeño, alevín creo, pero se veía que iba a ser un gran jugador”, recuerda. Tres años duró el asturiano en Can Barça. Marcó 42 goles. Debieron de ser insuficientes para el club, que decidió abrirle las puertas. Su siguiente destino fue la Academia del Valencia, desde donde dio un salto mortal desde el filial, en Segunda RFEF, a Primera gracias al ojo clínico de Rubén Baraja, que detectó el potencial de un extremo que está triunfando en Mestalla, donde antes lo hicieron otros asturianos como Carrete, Eloy, Angulo o David Villa. Diego, una bala por las bandas y un fijo para Baraja, asegura que se sigue sintiendo un chaval de Turón que, cuando vuelve al pueblo, va al negocio de sus padres, el Bar Descanso, se sienta en la barra y habla con cualquiera que pase por allí. El local está consagrado a la gloria del hijo pequeño —Diego tiene un hermano mayor, Miguelín, que llegó a jugar en el Oviedo y que es de la quinta de Santi Cazorla—: “Miguel abrió el bar hace diez años o así y aquello está lleno de fotos del guaje con el Sporting, el Madrid, el Barcelona, con Quini, bufandas del Valencia y de las peñas… Somos vecinos desde que nació Diego, que vive en La Cava y que cuando viene es exactamente igual de tímido y humilde que cuando era un guaje”.

El Guajín, que juega con un vendaje en la mano izquierda desde que se dio un golpe en esa zona en los tiempos de Mareo, está feliz por la trayectoria del Valencia. “Hemos hecho una temporada espectacular”, dice este joven que en unos días cumplirá 22 años y que no guarda rencor al Barcelona por no haberlo retenido. “Allí viví unos años muy buenos y estuve muy a gusto. Conocí a gente magnífica que por suerte coincidiré con ellos ahora. Al final esperaba continuar, pero no se dieron las cosas. Creo que no me ha ido mal y, de hecho, me ha venido bien. Gracias a eso estoy cumpliendo un sueño”. Su sueño y el sueño de Turón, el pueblo de pasado minero.

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