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El Montañista
Coordinado por Óscar Gogorza
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‘La huella de Toni’, el documental que rescata a Gobbi, una leyenda del alpinismo

El escalador, que fue compañero de cordada junto a Walter Bonatti y revolucionó la forma de guiar, murió de forma prematura, dejando una huella de silencio y mucho dolor

Alpinismo
Toni Gobbi, a mediados de los años 50, en el macizo del Mont Blanc.

El día que Toni Gobbi murió, quedó prohibido mencionar su nombre en Courmayeur, la localidad que custodia el acceso al Mont Blanc desde Italia. No fue un asunto oficial, no hubo un bando municipal que impusiese tal silencio. Fue una consecuencia emocional, el dolor, la incredulidad de la pérdida, un agujero que desterró de las conversaciones el nombre y apellido del guía de montaña más querido, carismático y revolucionario que el pueblo había conocido. Para no tener que soportar la herida abierta de su pérdida, todos fingieron que un mal sueño se lo había llevado. El nieto de Toni Gobbi, Oliviero Gobbi, no llegó a conocerlo, y su figura siempre fue fantasmagórica: ni su padre, ni su madre, ni su abuela hablaban de él. “Pero yo iba a casa de mi abuela, y aquello era como una imagen congelada en la que podía ver las chaquetas de montaña de Toni, sus crampones, su piolet, sus esquís… todo parecía preparado para que regresase de la montaña de un momento a otro”… solo que jamás ocurrió, explica Oliviero. Una avalancha lo había matado, junto a tres de sus clientes, en una salida sencilla de esquí de montaña al Sassopiatto, en 1970, cuando contaba 56 años de edad. Todos creían, sin embargo, que moriría al volante, porque había aprendido a conducir tarde y le encantaba exprimir el acelerador. Nadie aceptaría jamás que la montaña se lo llevase.

Al morir su abuela en 2008, Oliviero decidió sacar a la luz la herencia de su abuelo, resucitarlo en cierta forma. Le parecía demasiado triste que el olvido lo rematase. Quince años después acaba de estrenar en el BBK Mendifilm de Bilbao el documental La huella de Toni, que es tanto un homenaje a la figura perdida como un legado para las nuevas generaciones de guías y alpinistas que deseen entender su forma de relacionarse con la montaña.

Toni Gobbi, fue, seguramente, el primer guía de Courmayeur que no había nacido allí. Procedía del Véneto y había estudiado derecho: era un tipo culto, sumamente elegante, porte de actor y un amor irrefrenable por las montañas, pero todo esto solo eran trabas para ser aceptado en el pueblo y para ingresar en la compañía de guías. En una comunidad rural, aislada (el túnel del Mont Blanc no se había construido aún), los forasteros lo eran de por vida. Empezó trabajando de maestro, junto a su esposa, abrió una librería y una tienda de venta de artículos de montaña y en 1946 logró ser aceptado como guía local: “Tenía la inteligencia de no forzar nuestro mundo con su presencia y al mismo tiempo trajo un soplo de aire fresco, con educación”, recuerda Ruggero Pellin, también guía, y uno de los entrevistados por Oliviero.

Toni Gobbi, guia a un grupo de clientes durante una de sus salidas de esquí de montaña.
Toni Gobbi, guia a un grupo de clientes durante una de sus salidas de esquí de montaña.

Si Toni tuvo su tienda, su nieto Oliviero es ahora el CEO y dueño de Grivel, empresa de fama mundial que fabrica, sobre todo, crampones y piolets y que patrocina a buena parte de la élite del alpinismo. En los años 50 del pasado siglo, brillaba como un faro la estampa de Walter Bonatti, para muchos el alpinista más grande que ha existido y existirá. Si Bonatti era Dios, aquellos que eran aceptados como compañeros de cuerda podían ser designados como sus apóstoles. Toni Gobbi fue uno de ellos, y juntos resolvieron la primera ascensión del Grand Pilier D´ Angle, una mole de roca y hielo de 4.243 metros cuya cima permanecía inalcanzada y que figura como uno de los guardianes del Mont Blanc. El documental recupera una entrevista televisiva en la que el periodista pregunta a los protagonistas si volverían a hacerlo: “¿Para qué, si acabamos de regresar?”, replica Bonatti con cierta sorna.

Más correcto, Gobbi trata de apagar el pequeño incendio tratando de explicar que existen muchos retos por afrontar y que el alpinismo no es una mera repetición de la misma jugada. Toni Gobbi siempre estaba dispuesto a crear una atmósfera sana. “Pero tenía un lado un poco oscuro, digamos: en montaña tenía un comportamiento militar con sus clientes y si decía que esto era blanco, lo era. Podía abroncar a sus clientes si no hacían lo que él decía, pero creo que el guía ha de ser autoritario a la hora de tomar decisiones que afectan a la seguridad del grupo”, explica Oliveiro y se hace eco de otros testimonios que aseguran que sus ojos grises podían oscilar entre la dulzura y el frío. “Bonatti y Gobbi se llevaban muy bien, pero Bonatti se llevaba mal con casi todos los guías de Courmayeur porque tenía un carácter fuerte, rasgo que no hay que confundir con tener mal carácter”, explica. En 1958, Bonatti y Gobbi volvieron a unirse en una gran expedición italiana para medirse al Gasherbrum IV (7.925 m), montaña que si bien no alcanzaba por poco los 8.000 metros resulta mucho más técnica y compleja que cualquiera de los ochomiles que la rodean. En esta ocasión, todos sabían que Bonatti había escogido a Carlo Mauri para alcanzar la cima, y Gobbi fue de los que más trabajó en este sentido, aceptando que perdería protagonismo. Su capacidad para leer la montaña y organizar la estrategia fue una de las razones del éxito de la expedición.

El proceso de indagar en la vida de su abuelo, concedió a Oliviero una perspectiva única de su figura y numerosas sorpresas: “Es increíble con qué intensidad y claridad recordaban estas personas de 90 años a mi abuelo, anécdotas, fechas, todo como si hubiese ocurrido no hace 50 o 60 años, sino ayer mismo. Encontramos casi cuatro horas de vídeo filmado por diferentes clientes en los que sale mi abuelo, y eso me hizo decidirme a hacer un documental en vez de escribir solo su historia”. Uno de los testimonios más precisos procede de la hermana menor de Toni, Marilena, quien nació 17 años más tarde. Toni fue casi un padre para ella, y ahora, pese a sus 92 años, emociona a la cámara con un discurso cargado de sinceridad.

Posiblemente, la gran hazaña de Toni Gobbi fue revolucionar la forma de guiar, que apenas había cambiado en 150 años de historia. “Los jóvenes guías de ahora valorarán este documental sobre todo porque desconocen cómo era guiar hace 70 años. Antes, los guías trabajaban en julio y agosto porque no existía la escalada deportiva, ni en hielo, ni esquí de montaña como lo conocemos ahora. Mi abuelo quiso que el guía pudiese trabajar todo el año, o el máximo de meses al año. Hoy en día un guía puede trabajar siempre, viajando, claro. Mi abuelo fue quien introdujo el esquí de montaña en la cultura del guiado. Fue revolucionario porque su educación era superior y era muy emprendedor con los negocios. También porque su pasión era enorme y trabajó mucho para poder vivir de lo que amaba. Creo que hoy en día no le gustaría ver que existen muchos guías taxista, guías que podrían ser cualquier cosa y que no tienen ni pasión ni cultura de montaña. Él decía que el guía es útil porque ofrece un servicio público”, razona Oliviero. Pocos guías saben que Gobbi impulsó la creación de la Unión Internacional de Asociaciones de Guías de Montaña. En última instancia, asegura, la razón de su documental tiene que ver no solo con la búsqueda del mito sino con la necesidad que tiene el alpinismo de contarse, porque “más que una actividad es una actitud ante la vida”. Por eso lamenta que la muerte prematura de Gobbi le privase de escribir varios libros en forma de legado: “Mi abuelo tenía claro que hay que explicar el alpinismo”.

Los que conocieron y sobrevivieron a Toni Gobbi, aún no logran sacudirse la sorpresa de su ausencia, como su hermana Marilena: “Hubo un punto en el que todos odiamos las montañas, cómo no… pero no podíamos odiarlas porque Toni las amaba tanto…”

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