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El Montañista
Coordinado por Óscar Gogorza
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La confesión de Kazuya Hiraide, uno de los himalayistas más celebrados del siglo: “He cogido miedo a las montañas”

El alpinista japonés relata en el documental ‘Encordados’, junto a su compañero Kenro Nakajima, las dificultades de la primera ascensión de la cara norte del Tirich Mir, un ‘sietemil’ en Pakistán

Kazuya Hiraide
Kazuya Hiraide, en la cima del Tirich Mir en julio.

Dos hombres, dos mochilas, una pared virgen del Himalaya, una cuerda que todo lo enlaza y la honestidad recogida en dos cámaras diminutas pegadas en un lateral del casco. Con tan poco, el público que acudió el sábado en masa al arranque del BBK MendiFilm de Bilbao (uno de los festivales de cine de montaña más prestigiosos que existe) pudo deleitarse con el documental Encordados, una soberbia disección de lo que significa ser alpinista de élite. O de lo que puede esconder en su interior un alpinista de élite. El trabajo, pura y deliciosa artesanía, recoge la primera ascensión absoluta y en estilo alpino, el pasado mes de julio, de la cara norte del Tirich Mir (7.708 metros, Pakistán) a cargo de Kazuya Hiraide y Kenro Nakajima. Juntos han merecido dos veces el Piolet de Oro, los Oscar del alpinismo. Hiraide tiene otro más, obtenido junto a la desaparecida Kei Taniguchi, la primera mujer que mereció dicho galardón.

La vertiente norte del Tirich Mir es tan remota, que exigió a ambos japoneses un gran esfuerzo de exploración: solo plantarse a los pies del objetivo les exigió rebuscar entre paredes y glaciares hasta dar con la manera de ponerse en situación. En verano, muy pocos detalles fueron revelados. Ternua, el patrocinador vasco de Hiraide apenas pudo ofrecer un puñado de fotos y un texto escueto. Nada que iluminase las tripas de una ascensión de tanto compromiso, nada que permitiese conocer un poco más a una de las parejas más eficaces de la historia del himalayismo. El documental resuelve felizmente dicha carencia con un puñado de frases memorables, con unas imágenes que le colocan a uno como si viajase atado a uno de los extremos de la cuerda. Sin explicación, el alpinismo es un galimatías de números, ejercicio atlético sin alma. Bien explicado, es un arte, el arte de la confianza, del trabajo en equipo, del respeto y la ética, de la felicidad más sencilla, de la ilusión infantil, de la búsqueda de mundos por descubrir aún…

Kenro Nakajima lidera el ascenso en la cara norte del Tirich Mir.
Kenro Nakajima lidera el ascenso en la cara norte del Tirich Mir.

Kazuya Hiraide tiene 44 años y ha descubierto el miedo después de más de 20 años de carrera en la élite. “He escalado muchas montañas, y ahora les he cogido miedo. Me dan miedo porque ahora conozco el peligro que hay bajo mis pies. Cuando me dirijo a una montaña el miedo me hace dudar, me cuesta dar el paso, pero Kenro lo hace sin dudar un segundo. Yo he perdido esa inocencia. Su coraje es la razón por la que soy capaz de escalar estas montañas”, explica ante la cámara. ¿Qué más se puede decir? Hiraide lo dice todo, explica así su viaje desde la valentía hacia la sombra pesada de la duda, desde el liderazgo feroz hacia la humildad, desde la necesidad de escalar hasta la necesidad de hacerlo atado a un igual, incluso de subordinarse a sus capacidades. Los grandes alpinistas del pasado, Walter Bonatti por ejemplo, siempre escalaban en cabeza, asumían los riesgos, lideraban la cordada y solo pedían un buen compañero, alguien que supiese manejar las cuerdas, aguantar en la reunión y animar cuando la cosa se ponía fea. Hiraide fue así. Pero ahora necesita ayuda. Necesita un líder a su lado… y espera un relevo por parte de Kenro Nakajima. Pero primero ha de confiar en él. El estudio psicológico de las dinámicas que se establecen en el seno de una cordada daría para varios tomos. Son matrimonios que no solo se juegan la felicidad sino la vida. “No me gusta escalar solo. Si fuera solo me caería. Atado a alguien tengo más posibilidades de escalar montañas”, se sincera Hiraide.

Kenro Nakajima es diez años más joven que Hiraide, y aún no puede creer que escalen de la mano. Tras la muerte de Kei Taniguchi, Hiraide tardó en encontrar un sustituto: la confianza no se gana de la noche a la mañana y la pérdida de su compañera le hundió en un pozo de escepticismo. Se convenció de que le resultaría imposible dar de nuevo con un alter ego. Por su parte, Nakajima admiraba tanto a Hiraide que lo veía inalcanzable: “Es raro escalar sintiéndose 100% seguro encordado con el otro. Me sorprende que sea mi compañero. Es mi mentor”, explica en el documental. Hiraide reprende a su amigo cuando se le enreda la cuerda en un rápel (“aquí no se puede ser vago”) o cuando se empeña en avanzar por la misma línea por la que cae una colada de nieve. Y cuando este duda y le pide consejo, atascado en la pared y sin saber hacia dónde tirar, le obliga a tomar una decisión: “Cree en ti mismo y avanza, debes pensar así, ¿vale? O nunca sabrás si puedes lograrlo. Todavía está pendiente de mis consejos y mi presencia. Quiero que confíe en sí mismo y vaya de primero”, explica Hiraide en plena ascensión. En el siguiente plano, la cámara enfoca los piolets de Kenro y recoge su voz: “Como Hiraide estaba conmigo, le pedía siempre que tomara las decisiones. Tengo que aprender a ser más independiente”. Lo que distingue a un líder en el mundo del alpinismo es su capacidad para tomar siempre la mejor decisión ante cualquier eventualidad. Y esto no tiene nada que ver con el tamaño de los bíceps o con la capacidad aeróbica, sino con el conocimiento del medio, el instinto y la experiencia.

Muy cerca de alcanzar la cima, ambos escaladores progresan unidos por la cuerda, separados entre sí por unos pocos metros. El terreno no es técnico, pero sí muy empinado y la nieve sobre la que progresan no permite colocar seguros intermedios. Si uno cayese, morirían los dos. El miedo a fracasar, a no ver la cima, a sufrir un accidente asalta de pronto a Hiraide. Los jadeos se escuchan perfectamente en la grabación, pero entonces Hiraide interpela a Nakajima, que ha escalado toda la ruta de primero, y le pregunta: “Esto es muy vertical: ¿no te caerás?”. Nakajima alucina, duda, mira al costado, mira hacia abajo a su compañero y tras unos instantes le dice que no se va a caer. Hiraide estalla de júbilo, como si su amigo hubiese descifrado un acertijo, y le responde: “No esperaba menos de ti. Por eso escalamos juntos. Ya sé que esto es duro pero concéntrate”.

La cima es plana, ancha, y las montañas se agolpan a su alrededor por doquier. Es un día luminoso. Nakajima da las gracias a Hiraide, llora, y este se las devuelve. Gracias a su joven amigo ha podido alcanzar un lugar al que, reconoce, jamás hubiera llegado solo. El alpinismo es una actividad condicionada por el miedo a perder la vida, un miedo que siembra dudas, que destruye carreras, que limita… pero que se combate en compañía. Mediante una cuerda.

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