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Alcaraz funde a Tsitsipas y se cita con Djokovic

El número uno zarandea al griego (6-2, 6-1 y 7-6(5) con otra actuación soberbia y chocará en las semifinales del viernes con el balcánico en el duelo más esperado

Alcaraz devuelve de revés durante el partido contra Tsitsipas en la Philippe Chatrier de París. Foto: CLIVE BRUNSKILL (GETTY IMAGES) | Vídeo: reuters
Alejandro Ciriza

Tienen París y el aficionado lo que querían, el duelo con el que soñaban. Cartelón y luces de neón en el Bois de Boulogne, en donde todo el mundo se frota las manos ante la que se avecina. Aquí está, este viernes: Carlos Alcaraz contra Novak Djokovic, la spécialité de la casa. El mejor plato posible. Se adivinaba tras el sorteo la gran colisión y uno y otro han ido cumpliendo a rajatabla, firmes ambos y decididos a encontrarse. Sin temor. En juego, el ayer, el hoy y el mañana. La inmensidad de la vieja guardia frente al arrollador éxtasis centennial del número uno, quien de camino al próximo duelo se marca un monólogo, otro palizón, un recital que entierra al griego Stefanos Tsitsipas (6-2, 6-1 y 7-6(5), tras 2h 12m) y le guía hacia su primera semifinal en Roland Garros, la segunda en un grande. Y la pregunta es: ¿Hay alguien capaz de frenar al torbellino de El Palmar? Tal vez pueda ser el viejo Nole, expuesto a sus 36 primaveras a un cara o cruz que podría dictar sentencia: el tenis escribe una nueva página.

El encabezamiento es el nombre de Alcaraz, el chico que todo lo hace bien y al que todo el mundo mira. Le ensalzan desde la NBA, le visita el Real Madrid en París, se deshacen los rivales a su paso y le llueven los elogios por todas partes, consciente el deporte de que está ante un talento especial, uno de esos fenómenos tocados por la varita. Tiene 20 años y esta temporada afrontaba un examen superior, el de ser el tenista a batir; alcanzada la cima y con la diana a la espalda, el murciano brilla y reluce, procesa y gestiona con mano de veterano la situación que a tantos otros hubiera devorado ya; no a él, el tenista que compite como si estuviera en el patio del colegio, sonrisa permanente y el disfrute por bandera. Dice que el éxito va de eso, de no creérselo demasiado y de trabajar día y noche, pero que en el fondo todo esto es un simple juego y ante todo hay que pasárselo bien. Vaya que si se aplica. Ante Tsitsipas, un atracón, otro zarandeo. Al griego, vencido desde que pone el pie en la arena, le tiemblan hasta los dedos de los pies.

Tal vez deba el ateniense bucear en el pasado y corregir. Loas y más loas hacia el español, excesivas, tantísimos piropos en los últimos tiempos —”no he visto a nadie pegarle tan fuerte a la bola”, “es el mayor desafío para cualquiera”, “podría ser el próximo Nadal…”— que, de alguna forma, ya le ha regalado el primer juego. Da el primer paso hacia este abismo parisino sin haber saltado siquiera a la pista. Es un tenista desinflado, irreconocible, deprimido. Se pliega sin competir. Nada que ver con la distancia de las grandes rivalidades, cargadas de adrenalina, fuego y chispazos, por mucho que puedan estar disfrazadas de buenas formas. Aquí no hay ninguna miga. Cinco pulsos, cinco meneos y una distancia sideral entre uno y otro. Amagó un día Tsitsipas, hace no tanto, con subirse al tren de la grandeza y flirtear con los más fuertes, pero a base de acumular golpes parece haberse rendido. Ahora mismo, el heleno (24 años) es un jugador espectral, incapaz de sobreponerse a la corriente de melancolía que lo arrastra.

Fue en la Chatrier, precisamente, donde comenzó su naufragio mental. Fue hace dos años, con Djokovic enfrente. Dos sets arriba, remontada del serbio y caída en un pozo que parece no tener fin. Aún le duele. No lo ha superado. Volvió a toparse con el balcánico en la final australiana de este curso y cedió sin protestar, sin rebeldía. Obediente. Continuó cayendo. Otra herida. Cuentan entre bastidores los jugadores que no hay peor sensación en una pista que la de la condescendencia de la grada, así que esos ánimos cuando está casi todo perdido le atormentan. No es predilección; sencillamente, el público, que se ha dejado los cuartos en la entrada, quiere más. Pero Alcaraz aprieta y aprieta, destroza el revés del adversario —tercero consecutivo a una mano al que se enfrenta en el torneo, tras los de Shapovalov y Musetti— y sigue diciéndole al mundo que ahí está él, imperial, imparable y meteórico. Carlitos, marca registrada. “Lo tiene todo, puede decidir el futuro de nuestro deporte”, repite estos días el sueco Mats Wilander, que de historia algo sabe.

Alcaraz celebra un punto en un instante del partido.
Alcaraz celebra un punto en un instante del partido.JULIEN DE ROSA (AFP)

También controla de esto Juan Carlos Ferrero, otro que rompió moldes siendo un crío, otro que besó la cima del circuito y otro que, además, para redondear, conquistó el gran templo parisino hace 20 años, cuando en una pedanía de Murcia nacía un tal Alcaraz; pelo azabache, dentadura prominente, cuerpo de fideo y talento descomunal. Se revuelve el técnico nervioso porque a su chico le cuesta un poco cerrar. No hay desliz alguno. No hay ensañamiento, pero remata Alcaraz, prácticamente redonda la actuación. “He jugado uno de los mejores partidos de mi carrera, sentía que podía hacer lo que quisiera con la pelota, tenía mucha confianza; he notado que podía jugar más rápido, con más efecto, subir más a la red”, dice el español a pie de pista. “No paro de pensar en ese partido”, se sincera apuntando a Djokovic. “Semis? Let’s do it!”, firma. “Hagámoslo”. Pues eso, Carlitos.

“SOY MUY COMPETITIVO, JUGARÍA MAÑANA MISMO CONTRA DJOKOVIC”

A. C. | París

Más que satisfecho, a pesar del “despiste” en la recta final, Alcaraz valoró ante los periodistas el alto nivel ofrecido y se mostró ambicioso de cara al pulso con Djokovic, al que derrotó el curso pasado en Madrid en el único precedente (6-7(5),7-5 y 7-6(5) que consta hasta ahora entre ambos.

“No voy a parar de pensar en ese partido. Soy un chico muy competitivo, que querría jugar mañana mismo. No voy a parar ni un segundo de pensar en ello. Vamos a disfrutar. Tengo dos días para prepararlo tanto mental como físicamente, y ya veremos”, señaló el rey del circuito, que firmó 36 golpes ganadores (por los 21 del rival) y un 80% de acierto en las 15 aproximaciones que hizo a la red.

“Ha sido uno de los mejores partidos de mi carrera”, abundó. “No voy a decir que soy el mejor, pero sí siento que soy uno de los mejores. Me alegra que a la gente le guste verme jugar. Me siento cómodo, con mucha confianza y físicamente fuerte”, prolongó antes de negar que piense en que un hipotético triunfo de él evitaría que Nole lograse su 23º grande, ayudando así a proteger el empate con Nadal.

“Es algo en lo que no pienso. No vengo aquí a ponerme en medio de la lucha por ver quién va a ser el que más Gran Slams tiene. No lo hago por nadie, sino por mí mismo. Así que no pensamos en nadie, solo en nosotros, que queremos ganar más Gran Slams, y eso es lo único que importa para mí”, sentenció.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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