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RELATOS DE UNA AMATEUR
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La lección de coraje y generosidad de Bojan

En la élite del fútbol habrá tantos gais y heteros como zurdos y diestros, pero la mayoría no se atreve a contarlo, del mismo modo que se atribuía una baja por ansiedad a un virus estomacal

Natalia Junquera
Bojan Krkic
Bojan Krkic, el pasado 30 de marzo en Barcelona.MASSIMILIANO MINOCRI

Le apodaron el nuevo Messi cuando el antiguo -que, a los 35 acaba de ganar un Mundial- tenía solo tres años más que él y jugaba en el mismo equipo. A los 16, cuando debutó con el Barça, ya le habían dicho a quién tenía parecerse. A punto de estrenarse en el mundo de los adultos, cuando ni siquiera había cumplido la mayoría de edad, y con sus mejores intenciones, los sacerdotes del fútbol decidieron rebautizarlo, despojándole de la oportunidad de ser el único Bojan Krkic Pérez, hijo de Bojan, exjugador del Estrella Roja, y de María Lluïsa, enfermera.

Poco después, en 2008, renunció a la Eurocopa por un cuadro de ansiedad, aunque no fue eso lo que se dijo. Tampoco cuando le convocaron para un España-Francia y causó baja por el mismo motivo. Entonces se explicó que tenía gastroenteritis. “Pero nadie quiere hablar de eso. Al fútbol no le interesaba”, reveló Bojan en 2018 a The Guardian. Las tremendas expectativas puestas sobre él estuvieron a punto de devorarlo. “Mi vida cambió completamente. Fui al mundial sub-17 en julio y no me conocía nadie. Cuando volví, no podía caminar por la calle”. “La ansiedad afecta a cada uno de manera diferente. Alguien me dijo que era como si su corazón latiera 1.000 veces por minuto. Para mí eran mareos, sentirme enfermo, constantemente, las 24 horas del día. La presión no se iba nunca”. Confesó todo esto 10 años después, en un ejercicio de valentía y generosidad, intuyendo a los que podían estar pasando algo parecido. Hace unos días, tras anunciar su retirada, relataba a EL PAÍS: “Nadie te enseña a gestionar el personaje que genera el futbolista. Fui yo quien decidió entonces no ir a la selección. Era lo mejor para mí. No se trata de tener una Eurocopa o dejar de tenerla. Para mí fue un triunfo porque me permitió vivir unos meses de recuperación”.

En otras disciplinas, el psicólogo es tan importante como el entrenador o el nutricionista. No en el fútbol. En la élite del juego más popular del mundo cabe la gastroenteritis, no la ansiedad.

Simone Biles, la Messi de la gimnasia, anunció en los últimos Juegos Olímpicos que se retiraba de algunas finales: “Tengo que concentrarme en mi salud mental. Tenemos que proteger nuestras mentes y nuestros cuerpos, y no solo salir y hacer lo que el mundo quiere que hagamos”. También ella sentía sobre sus hombros “el peso del mundo”, es decir, las toneladas de expectativas que otros derraman sobre los nuevos superhéroes: los deportistas. Era mujer, era negra y era la mejor. Pero a veces, enseñó al resto del planeta, hay que decir basta. También Naomi Osaka decidió en 2021 retirarse del Roland Garros por el mismo motivo. Hubo algunas salidas de tono, como la del tenista Novak Djokovic, quien antes de hacer un ridículo mundial por su miedo a las vacunas de la covid, se atrevió a criticar Biles: “La presión es un privilegio”, dijo. Pero esas retiradas valientes y a tiempo lanzaron un mensaje mucho más potente y necesario: lo que piensen los demás nunca es lo primero.

También en la salida del armario ellas han ido por delante. Martina Navratilova, ganadora de 18 títulos de Gran Slam, declaró públicamente su homosexualidad en los ochenta, después de que varios patrocinadores la amenazaran con retirar su inversión publicitaria si lo hacía. Me gusta pensar que si alguna marca decidiera castigar hoy a un deportista, o a cualquiera, por ser homosexual recibiría su merecido en forma de boicot. La futbolista Mapi León, lesbiana, se preguntaba en este periódico: “¿De tantos jugadores que hay en el mundo, ninguno es gay?”. Habrá tantos homosexuales y heterosexuales como zurdos y diestros, pero la realidad es que la mayoría no se atreve a contarlo, del mismo modo que se atribuía una baja por ansiedad a un virus estomacal. Quizá piensen o les han hecho pensar que deben ser de una determinada manera. Solo una.

“Los chicos no lloran, tienen que pelear”, cantaba en 1990 Miguel Bosé, quien, hace no tanto, en sus memorias, confesó el daño que le habían hecho en su infancia las expectativas de su padre, la presión para que fuese “machote y mujeriego”. Y decía Adolfo Suárez allá por 1976: “Elevemos a la categoría política de normal lo que a nivel de calle es plenamente normal”. Ya en 2023 cabe preguntarse por qué tan pocos futbolistas de élite han salido del armario o por qué en su caso la ansiedad sigue escondiéndose como si fuera muestra de debilidad. Bojan Krkic, exjugador del Barça, Milan, Ajax, el primer español que marcó en las cuatro grandes ligas, y ganador de todo tipo de títulos tuvo que aclarar en multitud de entrevistas por qué no era “un fracasado”. No era el nuevo Messi. Era uno de los muchos niños que sueñan con ser futbolistas, uno de los pocos que lograron levantar decenas de miles de culos a la vez en un estadio. Un hombre que tuvo, alguna vez, miedo a defraudar. Es decir, un ser humano cualquiera, pero con la presión añadida de dedicarse a una profesión que consiste, nada más y nada menos, que en hacernos felices.

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Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.

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