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Borja Iglesias, delantero de la selección “Hay momentos que el gol es como un desamor”

“Cuando miro atrás veo mucho trabajo y momentos maravillosos, y otros no tan buenos”

Borja Iglesias, durante su primera concentración con la Selección Española.
Borja Iglesias, durante su primera concentración con la Selección Española.INMA FLORES (EL PAIS)
Ladislao J. Moñino

“Dispara y después pregunta” se puede leer en el antebrazo izquierdo de Borja Iglesias (Santiago de Compostela, 29 años), el delantero español más en forma, al que Luis Enrique ha citado por primera vez. “Es porque a veces me pienso demasiado las cosas y es una forma de decir que hay que dejarse llevar”, explica este delantero que dice ver “mucho trabajo y momentos maravillosos, y otros no tan buenos”, cuando mira atrás. Sus uñas, pintadas de negro, delatan la personalidad convencida. “Los que se tiñen el pelo también la tienen, yo no me atrevo”, bromea.

Pregunta. Da la impresión de que detrás de usted hay mucho más que un mero futbolista.

Respuesta. El fútbol es lo que me gusta y a lo que me dedico, pero me da la posibilidad de tener contacto con personas de otros ámbitos. Me gusta mucho conocer gente y aprender de ellos. La gente que se dedica especialmente a algo como pueda ser la música tiene en común con nosotros que son especialistas en lo suyo. Todos vamos en la misma sintonía, buscando lo mismo de diferente manera.

P. ¿Se trata de fluir como usted ahora?

R. Esa es la clave, cuando estás en ese estado es cuando mejor te encuentras, ya seas un pintor, un arquitecto o un músico. Poder ver cómo trabajan en sus momentos de estrés es interesante. He tenido la suerte de estar en el estudio con Kase O y los músicos pasan por procesos similares a los míos. Ellos con una libreta para componer y yo en el campo.

P. ¿Qué le sirvió de Kase O para superar el estrés competitivo?

R. Cuando era adolescente era la persona que más escuchaba lo que decía. He tenido la suerte de conocerle y de ver la capacidad que tiene de ser agradecido con la gente. Él tiene su ego, lo trabaja y lo utiliza para ser creativo, que es necesario, pero te enseña a saber diferenciar que haces las cosas muy bien, pero que eres quién eres gracias a todo el mundo que te sigue y te apoya.

P. El rap es callejero.

R. Yo fui bastante callejero, pero ha cambiado la sociedad. Ahora es más difícil encontrar a los niños en la calle jugando a las chapas o al futbol. Hemos concentrado más todo en vivir en nuestra casa donde tenemos muchas herramientas para entretenernos. Soy de las últimas generaciones de calle, de bajar al parque por las tardes y montar una portería con una sudadera y un árbol como postes. Era bonito y echo de menos no verlo. Este verano fui a casa de uno des mejores amigos y debajo había una pista con niños y mayores jugando. Bajamos a jugar. Si para los niños fue bonito, cuando me reconocieron, para mí lo fue más. Fue como un viaje de 20 años atrás. Ojalá se diese más.

P. El racismo ha vuelto a emerger en el fútbol con los cánticos de aficionados del Atlético llamando mono a Vinicius.

R. Eso está fuera de lugar, nadie que tenga dos dedos de frente lo comparte. También creo que son una minoría, muchas veces hacen ruido y llegan a confundir. Es algo que hay que cuidar y generar conciencia de que hay que respetarse.

P. ¿Qué formación tiene?

R. Era un buen estudiante, disfrutaba, me quedó una asignatura del bachillerato y no me presenté en septiembre. En ese momento, empecé a entrenar mucho con el Villarreal C y dije “me la voy a jugar durante tres o cuatro años”. Si no lograba ser profesional con el fútbol, tendría tiempo para retomarlo. Luego, he intentado desarrollar mi parte creativa. Hice un curso de fotografía y otro de programación de videojuego.

P. Siendo juvenil, se movió mucho por diferentes canteras, ¿qué buscaba?

R. Jugaba en Santiago y fui al Valencia, al Villarreal y al Celta B. En Valencia estaba a gusto, en función de mi rendimiento ellos no lo veían claro y tenía que estar un año más en la misma categoría y por eso me fui al Villarreal. Allí pasó algo parecido, tenía que seguir con el C en Tercera y me surgió la oportunidad de jugar con el Celta B en Segunda B. Siempre que he podido dar un paso más, lo he intentado.

P. Desde que salió del Celta se convirtió en apuestas de los equipos a los que fue.

R. Llegué al Zaragoza como primer espada, la apuesta del club era yo. Esto tiene una carga de presión, pero era lo que buscaba. Era como decir “me siento capacitado y quiero probarme a tope”. El Zaragoza, sin estar en Primera, por estructura y afición es como si lo fuera. En el Espanyol, Rubi me permitió ser yo mismo, con un equipo con mucho talento. Disfruté muchísimo, metí goles y nos clasificamos para Europa. Salió la opción del Betis, también con Rubi, aunque luego no salió todo bien que me hubiera gustado con él. Tuve la mala suerte de lesionarme al principio y Loren estuvo muy bien. Yo no terminaba de encontrar mi nivel ni mi sitio y tuve que convivir con ello.

P. ¿Perdió la sonrisa?

R. Siempre he sido feliz a pesar de que la situación no me gustara. Tuve la calma de pensar que estaba donde quería estar, de ser un afortunado por estar en un club tremendo y de poder entrenar para intenta mejorar. Evidentemente, no estaba tan alegre, no sonreía de la misma manera, pero en el día a día la gente que me rodeaba me ayudó. Intenté disfrutar dando la vuelta a la situación. Si luego no salía, podía ir a otro equipo. Tuve opciones para salir, sentía que el Betis era mi sitio, que me estaba costando, pero creo que podía ser feliz. Ahora lo soy, ese año y medio me ha dado madurez para valorar lo que tengo cuando salgo del estadio o veo como cantan mi nombre.

P. ¿Acudió a psicólogos?

R. Desde Zaragoza siempre trabajé lo mental. En mi primer año allí, pasé de ser apenas conocido a casi no poder caminar por la calle porque el equipo estaba arriba y metía goles. Es un cambio tremendo, igual el más grande que he tenido. En situaciones positivas como esa es más fácil. En las negativas, sientes que no has cambiado, pero que no te encuentras tan cómodo. A lo mejor porque que el estilo era más de tener la pelota o de jugar a los espacios. En ese tiempo aprendí a jugar de otra forma, ahora me siento más capacitado y completo. Ahora alterno jugar al espacio con bajar a recibir, jugar entrelíneas o ayudar en la salida del balón.

P. ¿Qué trabajó?

R. Tuve la ayuda de mis compañeros, ellos han sabido darme mi espacio en cuanto al juego colectivo, lo que ellos necesitaban de mí. También he utilizado vídeos paraver el posicionamiento o si juegas a dos toques o a uno dependiendo del lugar. Vas haciendo una parte de tu juego, que no has trabajado tanto. He ganado en confianza y en saber en qué momento y para qué hacer movimientos. A veces, bajaba a recibir y molestaba. He aprendido mucho en estos años en el juego de creación.

P. ¿Y en la selección?

R. Es una idea un poco distinta del Betis, pero hay situaciones similares como jugar en campo contrario y generar superioridades. Aquí hay gente de mucho talento y es importante que el delantero de soluciones en cada momento. Tampoco voy a hacer grandes cosas, no voy a hacer el trabajo de los interiores porque son muy buenos.

P. ¿De dónde le viene el gol?

R. No lo sé (risas). Desde pequeño he hecho goles, no sé ni cómo ni porqué. Luego he aprendido a hacerlos de distintas maneras. Hay momentos en el que parece que es como un desamor, que no lo encuentras, que se te escapa, pero siempre está ahí. Mi objetivo es hacer lo mejor para el equipo, a partir de ahí alguna etapa serán más goles, en otra ser el primero en presionar, saber hacer una falta o dar asistencias. He aprendido a darle más importancia a mi juego aparte de gol, pero el delantero centro cada vez hace más cosas.

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Sobre la firma

Ladislao J. Moñino
Cubre la información del Atlético de Madrid y de la selección española. En EL PAÍS desde 2012, antes trabajó en Dinamic Multimedia (PcFútbol), As y Público y para Canal+ como comentarista de fútbol internacional. Colaborador de RAC1 y diversas revistas internacionales. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Europea.

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