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TENIS | WIMBLEDON
Columna
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Rafael no concibe abandonar

Sin su gran aguante del sufrimiento, no tendría ni la mitad de grandes. Jugar la semifinal con una rotura en la zona abdominal era tarea imposible

Nadal se lamenta durante el partido contra Fritz en Wimbledon.Foto: HANNAH MCKAY (REUTERS) | Vídeo: EFE
Toni Nadal

De un tiempo a esta parte, Rafael no puede entrenarse con la frecuencia e intensidad que le gustaría por distintas causas de orden físico, y esto hace que su cuerpo, cuando la competición sí le obliga a emplearse al máximo, manifieste más achaques de los deseados.

El partido de cuartos de final que disputó contra el estadounidense Taylor Fritz pareció, por momentos, una repetición de la final que jugaron ambos tenistas en Indian Wells hace tan solo unos meses. En aquella ocasión, mi sobrino, limitado por una fisura en una costilla, no pudo hacer frente a su rival, aquejado como estaba por fuertes dolores.

Este miércoles lo que le perturbó la posibilidad de desplegar su juego fue una molestia abdominal que viene arrastrando desde hace unos días. Después de entregar la primera manga y empezar la segunda con un visible rictus de dolor y una evidente incapacidad para sacar con normalidad, tuvo que pedir la asistencia del fisioterapeuta oficial de Wimbledon.

Fue en ese momento cuando pudimos ver muy a las claras lo que le pedían desde su box: que se retirara ya. Particularmente vehementes fueron los gestos de mi hermano Sebastián, quien, a pesar de haber vivido con aparente aplomo no pocas dificultades y sufrimientos de su hijo, así como algunas de sus más sorprendentes remontadas, con normal preocupación le indicó que ya estaba bien de sufrir.

En otra ocasión, en el Open de Australia para ser más precisos, fui yo quien desde el box le pedí que abandonara un partido, también por miedo a que soportara más dolor del debido. Él me contestó: “Estoy en cuartos de final, Toni. No voy a abandonar ahora”.

Y la realidad de mi sobrino, efectivamente, ha sido la que le recordé a mi hermano una vez que me dijo que apurábamos en demasiadas ocasiones: “Si no hubiera sido así, Rafael habría levantado la mitad de los Grand Slams que tiene”. Él, por supuesto, no pondrá en riesgo su salud, como ha manifestado últimamente, pero el caso es que aúna un conjunto de características que le permiten sacar el máximo provecho a sus peores circunstancias.

En primer lugar, tiene una capacidad para aguantar el sufrimiento y para superar la dificultad extraordinaria. Ya en 2005 tuvo que aceptar e interiorizar el dolor para poder seguir con su carrera deportiva. Si hubiéramos dado crédito a la gravedad de su lesión congénita, se habría retirado en aquellos inicios y no habría levantado ni tan siquiera el Roland Garros de 2006.

En segundo lugar, incluso en situaciones aparentemente insostenibles, casi siempre sigue conservando una fe inquebrantable en sí mismo. Suele darse todas las oportunidades que tiene a su alcance y aferrarse a un clavo ardiendo. Si sale bien, vence el encuentro, y si no, se va con la tranquilidad de que no podrá achacar la derrota a su propia renuncia.

Y por último, su estilo de juego se ha basado desde siempre en buscar soluciones para cambiar la trayectoria de un partido que se le pone cuesta arriba, tanto si las dificultades se las causan sus contrincantes como si le sobrevienen por problemas propios. Rafael no concibe abandonar ante la dificultad, sencillamente porque no está acostumbrado a ello.

Esta vez no ha podido ser y finalmente, ha ocurrido lo que para todos era muy previsible. Jugar la semifinal de un Grand Slam con una rotura en la zona abdominal es tarea imposible. Rafael decidió en la tarde de ayer retirarse del torneo, pero creo que dejó patente, una vez más, su intención de no abandonar hasta que ve agotadas todas las posibilidades y de mantener su férreo compromiso, ese que le animará a recuperarse y a enfrentar con ilusión el US Open.

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