Final de la Euroliga: Laso y la poción de la historia
El Real Madrid busca ante el Efes su undécima Copa de Europa en la quinta final del técnico vitoriano, que apela a la esencia del club para explicar la remontada blanca esta temporada
Por quinta vez en la historia, los equipos de fútbol y baloncesto del Real Madrid disputarán las finales de la Copa de Europa en la misma temporada, este sábado en Belgrado y la semana que viene en París. En las ediciones de 1962 y 1964, el conjunto dirigido por Miguel Muñoz cayó primero ante el Benfica de Eusebio y después frente al Inter de Mazzola. Mientras que, sobre el parquet, Pedro Ferrándiz perdió su primera final, antes de conquistar cuatro coronas, y con Joaquín Hernández al frente llegó el primer título continental para la sección de la canasta.
Más de medio siglo después, en 2014, los blancos alcanzaron la Décima sobre el césped, ante el Atlético en Lisboa, y cayeron con el Maccabi en la Final Four de Milán. Y, solo en 2018, el club blanco alcanzó la gloria completa con los triunfos en Kiev ante el Liverpool y en Belgrado contra el Fenerbahçe. Y, de nuevo en Belgrado, precisamente, Beograd en serbio, Ciudad Blanca en la traducción al castellano, comienza otro desafío madridista con la enciclopedia europea. El Efes de Micic y Larkin es la última frontera (19.00, DAZN) para que el Lasismo extienda su vigencia y su dinastía de 21 títulos en 11 temporadas. Y, en la víspera de otra cita grande en el Stark Arena, Pablo Laso recurrió a la solemnidad para dimensionar todo aquello que trasciende al palmarés.
“El Madrid es un equipo histórico y esa historia se escribe cada día, no se escribe un día concreto. Es nuestra historia la que nos empuja a ser cada día mejores”, explicó el entrenador madridista en la rueda de prensa oficial de los finalistas, en la que Micic y Ataman no dudaron en tocar sin remilgos el trofeo de campeón, contraviniendo lo que dicta la superstición.
“La afición que nos apoya quiere ganar, por supuesto. Todo el mundo quiere ganar. Pero se siente aún más orgullosa del trabajo y de lo que transmite su equipo”, prosiguió Laso, intentando explicar una esencia casi heráldica, con mucha mística y poco misterio. “No tengo una poción mágica. Creo mucho en el trabajo de equipo y en que los jugadores entiendan que una situación que trabajan en septiembre vale para cuando juguemos una final”, añadió el técnico vitoriano, de 54 años, antes de su quinta final de la Euroliga, en la que buscará su tercera corona continental con el mismo libreto de compromiso competitivo que inauguró hace 11 años.
”Ganar y perder es solo un resultado. Nunca creo que cuando ganamos está todo bien, ni que cuando perdemos está todo mal”, contó Laso para analizar el rearme de la presente temporada y de otras que amenazaron con torcerse por contratiempos y crisis de resultados. “Siempre hay que seguir trabajando y hacer ver al equipo que ese trabajo, poco a poco, va a dar sus frutos. No tengo una poción mágica, ni toco ninguna tecla mágica”, insistió Laso, admitiendo de manera implícita que la poción es la propia historia del club. “Lo que tengo son grandes jugadores a los que intento transmitir que, lo más importante, es que entiendan dónde están y lo que debemos ser”. Esas cosas que confesó no haber entendido él en su llegada al club como jugador en 1995. “Por suerte, ahora soy entrenador del Madrid y sé explicarlo”, completó.
La enésima resurrección del Madrid llegó en una temporada inexplicable, que solo se entiende desde la genética. De las 17 derrotas en 28 partidos, en 82 días de crisis y perdición entre el 23 de enero y el 13 de abril, a las 10 victorias consecutivas que han colocado a los blancos a las puertas de la gloria continental. Un camino con paralelismos con las temporadas 2014-2015 y 2017-2018, que desembocaron en la conquista de las dos Euroliga de la era Laso tras sortear rutas escarpadas.
“La conquista de la Novena en Madrid fue el summum”, rememoraba el propio Laso para EL PAÍS en uno de los repasos a su mandato. “Pero de aquella temporada recuerdo un día en diciembre pensando que todo era un absoluto desastre después de seis derrotas en apenas un mes. No progresábamos. En esos momentos hay que respirar profundo, tomar conciencia de las cosas y darle una vuelta. A partir de enero cambió todo y la sensación llegó a ser de una fortaleza infinita. Yo no se lo decía a mis jugadores, pero todos teníamos la sensación de que ganábamos cuando queríamos”, explicó el entrenador vitoriano.
Y en 2018, otra temporada que se tuerce. De la grave lesión de Llull en verano, a la plaga de bajas en los pívots que aceleró el fichaje de Tavares, pasando por los problemas físicos que impidieron a Campazzo participar en la eliminatoria de cuartos. “¡Qué más nos puede pasar!”, repitió Laso hasta la final, tras superar el cruce ante el Panathinaikos, sin ventaja de campo, que comenzó con un triunfo griego por 28 puntos (95-67). Cuatro años después de aquello, la enésima resurreción del Madrid tiene la reválida definitiva de nuevo en la Ciudad Blanca en busca de la úndécima Copa de Europa del baloncesto madridista.
Ataman: “Cada partido con el Madrid es una sorpresa táctica”
El Real Madrid disputa en Belgrado su decimonovena final de la Copa de Europa, la quinta con Laso en nueve años. El Efes, campeón el curso pasado, la tercera consecutiva en busca de enlazar dos títulos, algo que en este siglo solo han logrado el Maccabi (2004 y 2005) y el Olympiacos (2012 y 2013).
“Laso siempre prepara algo inesperado contra nosotros”, señaló Ataman, recordando el cruce de cuartos de la temporada pasada cuando los blancos, muy mermados de efectivos, forzaron el quinto partido y exprimieron al cuadro turco tras igualar un 2-0 en contra. “Cada partido fue una sorpresa táctica”, explicó el entrenador del Efes, que confesó que su hijo es seguidor del Madrid de fútbol. En el equipo blanco será baja Williams-Goss, lesionado a los 52 segundos de la semifinal ante el Barça. Dada la circunstancia, ¿podría contar con Heurtel (apartado hace más de un mes)? le preguntaron a Laso. “Es una posibilidad”, respondió.
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