El Barça y la SAD, ni en pintura
En el club azulgrana, que este domingo afronta su asamblea, el fantasma de la Sociedad Anónima se agita como amenaza, nunca como una solución, porque no se discute el modelo de propiedad sino de gestión
A falta de Leo Messi, el icono del Camp Nou muy bien podría ser Ferran Reverter. El Barça necesita más a un buen director general que al máximo goleador de Europa. La figura del CEO parece sólida, transmite rigor o sabe ser suficientemente ambiguo para no contar mentiras y no quita los ojos de la caja mientras los directivos atienden a la prensa para defender su causa en la asamblea de este domingo en el Palau Blaugrana.
No es una novedad si se recuerda que la máxima ejecutiva en el...
A falta de Leo Messi, el icono del Camp Nou muy bien podría ser Ferran Reverter. El Barça necesita más a un buen director general que al máximo goleador de Europa. La figura del CEO parece sólida, transmite rigor o sabe ser suficientemente ambiguo para no contar mentiras y no quita los ojos de la caja mientras los directivos atienden a la prensa para defender su causa en la asamblea de este domingo en el Palau Blaugrana.
No es una novedad si se recuerda que la máxima ejecutiva en el mandato inicial de Joan Laporta fue la severa Anna Xicoy y que el espartano Antoni Rossich dirigió la economía durante la presidencia de Sandro Rosell. El club siempre encontró a un rector para responder a las situaciones más críticas, como fue la ruina generada por Joan Gaspart o la quiebra provocada por Josep Maria Bartomeu, mientras aún se discute sobre el legado económico —no deportivo— de Laporta en 2010.
Ningún momento ha sido tan diabólico como el actual porque ya no se trata solo de capitalizar a la entidad, sino de combatir unos números que según la due diligence revelan “unos compromisos de 1.350 millones a marzo de 2021 y un incremento del 61% de la masa salarial en tres años, de un 56% de los gastos de gestión y un 600% de los costes financieros”. Palabras que Reverter amplió —”debemos más (1.482 millones) de lo que tenemos (259) o nos deben (772)”— y remató: “Sería causa de disolución si el Barça fuera Sociedad Anónima Deportiva”.
La amenaza de la SAD se presenta cada vez que hay un traspaso de poderes que culmina con una propuesta a la asamblea para modificar los estatutos, como pasa ahora en que el consejo de Laporta pretende congelar el artículo 67 que recoge la obligación de la junta de dimitir si acumula dos ejercicios de pérdidas y pide permiso para un crédito de 1.500 millones destinado al Espai Barça. La remodelación del estadio paraliza al club desde 2000.
Josep Lluís Núñez no pudo dar viabilidad al Barça 2000. El proyecto Foster no dejó de ser virtual con Laporta. Tampoco emergió el Espai Barça votado por los socios con Bartomeu. Y ahora se presenta una remodelación del Camp Nou que pasó de costar 600 a 1.500 millones. Aunque el club necesita potenciar la explotación del nuevo estadio cuanto antes para aumentar los ingresos después de que el actual haya quedado anticuado, la duda está en si los créditos de los fondos de inversión no pondrán en peligro el modelo de propiedad y el Barça pueda caer en manos de sus acreedores: si se suman los 1.500 millones por el Espai Barça a los 595 prestados el total facilitado por Goldman Sachs es de unos 2.000 millones. La oposición a Laporta advierte de que los avalistas pueden asumir el papel de accionistas en una SAD encubierta.
“El modelo de propiedad es prioritario”, replica Maria Elena Fort, vicepresidenta institucional. “Ahora toca reflotar al club para evitar que una directiva pueda verse obligada a dar el paso hacia una SAD”, prosigue. “El Espai Barça es fundamental para aumentar nuestra competitividad. Necesitamos un margen de maniobra para poder actuar o, en caso contrario, hay el riesgo de parálisis y de tener que afrontar otro proceso electoral”, insiste Fort.
“No pedimos derogar ningún control sobre la junta”, prosigue la portavoz. “Trabajamos también para que la asamblea sea lo más democrática posible y sabemos que se debe replantear la necesidad de avalar, tal como exige la Ley del Deporte, porque está concebida para los años noventa y los presupuestos de entonces; el aval no facilita que las juntas sean paritarias ni meritocráticas”.
A Jaume Roures, fundador de Mediapro y uno de los avaladores a título personal de la junta de Laporta —”si la directiva no hubiese conseguido el aval se tendrían que haber convocado nuevas elecciones”, sostiene— el debate sobre la posibilidad de que al Barça no le quede más opción que convertirse en una SAD le suena a “artificial”. “A partir de una gestión razonable se puede revertir la situación en dos o tres años”, matiza. “No tendrá problema para encontrar patrocinadores por el poder de la marca Barça”.
“La cuestión es poder discutir sobre operaciones que no afecten a la estructura societaria del club, asuntos como el crédito de CVC y la Liga, evaluar sus características”, expone. “Y se debería plantear en momentos de normalidad, desde situaciones no excepcionales, y no cuando el debate se convierte en una encerrona ante la asamblea. El artículo 67 se lo inventó la junta de Rosell para hacer quedar mal a la de Laporta; hasta ellos se lo saltaron”.
El modelo alemán
Roures se muestra favorable al control financiero, convencido de que clubes como Barça y el Madrid presentan presupuestos más importantes y tienen una mayor capacidad para generar ingresos que el PSG o el Manchester City. También aboga por mantener los avales, “siempre que sea para facilitar una gestión responsable y no se utilicen como argumento para descapitalizar al club deportivamente, como pasó por ejemplo con Thiago cuando partió al Bayern. Tiene que haber un equilibrio, una regulación, un control”, reitera el fundador de Mediapro.
“Me gusta la estructura alemana”, añade Roures. “Los clubes son por ley propiedad en un 51% de sus socios y en el 49% restante participan grandes corporaciones que están gestionadas por leyendas del club como es el caso del Bayern. No se cometen tonterías, no se corren riesgos ni se hacen trampas”. “La potestad que tiene el socio es la de votar y poder cambiar la directiva”, acaba, “pero su poder es nulo entre junta y junta y, por otra parte, en la asamblea votan menos de 1.000 compromisarios; hay que mejorar la representatividad”.
La simpatía por el modelo de la Bundesliga que muestra Roures, quien propuso incluso que los socios aportarán dinero mediante una derrama para ayudar al club, tiene su eco de la misma manera que la opinión de Evarist Murtra, exdirectivo con Núñez y Laporta, siempre fue muy bien considerada en el Camp Nou. Murtra, decisivo en 2006 cuando el Barça firmó el patrocinio con Unicef y también en la carrera como entrenador de Pep Guardiola, formó parte en 2003 de la candidatura de Lluís Bassat, que proponía proteger al club a través de la Fundación.
La tarea de la Fundación, cuyo presidente hubiera sido diferente al del club, era la de controlar la gestión de la junta y preservar el patrimonio material de la entidad a fin de evitar déficits y generar deudas, un plan que fue descalificado por los rivales de Bassat por entender que el fin era acabar en una SAD en una maniobra de la que no era ajena La Caixa.
El economista y político Ernest Lluch, socio del Barça, ya se las tuvo con Núñez por no apostar por la mercadotécnica y la potenciación de la Fundación. Lluch defendía que en Cataluña había organizaciones que funcionaban “muy bien sin ser propiedad privada ni sociedades anónimas: la Mutua, L’Aliança, la Caixa de Pensions, la Caixa de Catalunya, la Caixa de Manlleu. No es necesario que el Barcelona sea una SAD”.
Murtra sostiene que el cambio social, económico y deportivo invita a “repensar el Barça profundamente”. “Tiene que ser innegociable que siga siendo propiedad de los socios y, al mismo tiempo, no dar la espalda al mercado de capitales y a posibles ingresos con los socios adecuados, una opción que requiere de gestores solventes. Pero la prioridad este domingo es un plan de estabilidad”, precisa Murtra, quien en 2003 concibió la Fundación como antídoto a la SAD.
“El Barça cuenta desde hace muchos años con una estructura asociativa que parece una anomalía tal y como se ha desarrollado la industria del fútbol; y yo digo: bendita anomalía”, expone Murtra. “Presumimos de ser més que un club propiedad de sus socios, pero no podemos renunciar al mercado de capitales para ser punteros”, opina “La estructura debe permitir que los socios controlen la gestión sin ser un obstáculo para asociarse con varios operadores si fuera necesario”.
El remonte
Murtra, que cita al modelo alemán para que se tenga en cuenta, al igual que el funcionamiento de compañías como Mapfre, aboga por “un debate que fortalezca al club” mientras se trabaja sobre la manera de “recuperar la economía”. Aspecto en el que coincide Javier Faus, president del Cercle d’Economia y exvicepresidente con Sandro Rosell. “Se podrá remontar; no veo ningún riesgo de que acabe siendo una SAD. No lo puede ser por una cuestión emocional e histórica y tampoco sería la solución. Ahora toca aguantar”.
“Aunque hablamos de varios modelos, sobre todo del alemán, y del poderío de clubes como el PSG o el City, no debemos olvidar algunos aspectos, como por jemplo que el fair play de la UEFA no permite las ampliaciones de capital”, agrega Faus. “La prioridad es el control del gasto. La obsesión por vender mil millones, la apuesta que se hizo con aquel presupuesto en 2019, provocó unos gastos estructurales desorbitados y expuso al club en demasía”, sacudido por los efectos de la covid-19.
“Ganar dinero no debe ser malo para el Barça en contra de lo que se piensa por ser una asociación sin ánimo de lucro. Si ganas dinero tienes reservas para cuando necesitas agilizar proyectos vitales como el Espai Barça”, prosigue Faus. “El problema estructural ha sido que durante unos años el Barça no necesitó fichar porque contó con una generación única de la cantera. Cuando no se ficha, no se amortiza y se pagan grandes sueldos a los jugadores. Luego, cuando tuvo que comprar, se encontró con un mercado inflacionista por el efecto Neymar”.
La vida del Barça cambió con Neymar, cuya fichaje provocó la dimisión de Rosell y que Bartomeu se inmolara con los futbolistas que le llevaron a la presidencia en 2015. Ahora le aguarda el Barçagate mientras Laporta se encomienda a Reverter para salvar una asamblea en la que no se discutirá sobre el modelo de propiedad sino de gestión o gobernanza: el més que un club es un factor diferencial, la razón de ser del Barça, incompatible con una SAD.
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