Manita del Levante y caída de César
El entrenador del Barça fue multado tras perder por 5-1 y dimitió
El nombre de César, conocido cariñosamente por la afición como El Pelucas por su temprana calvicie, sonó de nuevo hace poco porque su récord goleador en el Barça (230 tantos entre 1942 y 1955) había sobrevivido hasta Messi. Fue un delantero centro legendario, elegante y goleador, eje de aquel ataque que cantó Serrat.
Una vez se hubo ido del Barça renovó su celebridad al ascender al Elche en dos temporadas, de Tercera a Primera, como entrenador-jugador. Jamás antes el Elche había estado en Primera. Aquello fue tan sonado que hinchas del Barça de la época aún comparten su pasión culé con la que sienten por el Elche.
Luego entrenó al Zaragoza. Fue gestando el equipo de Los Magníficos y los llevó a su primera final de Copa, la de 1963, ante el Barça. Antes del partido le ofrecieron entrenar a su antiguo club a la vuelta del verano. “Volvería al Barça aunque fuera de conserje”, dijo. El club culé sufría un trauma post Helenio Herrera en el banquillo, donde habían pinchado sucesivamente dos leyendas, José Gonzalvo y Kubala. El Barça ganó la final y en Zaragoza muchos culparon a César.
Su primer año no fue el colmo de felicidad, pues acabó en blanco, pero resultó decente: subcampeón de Liga, a cuatro puntos del Madrid, y semifinalista de Copa ante el Zaragoza, precisamente. En la Recopa cayó ante una potencia, el Hamburgo de Uwe Seeler.
O sea, ni bien ni mal. Pero se apreciaba su talante, parecía estar llevando a cabo una buena renovación (entraban los Sadurní, Eladio, Fusté, Zaldúa, a los que ese año se unirían Rifé y Zaballa…) y siguió. Para la 64-65 contaría con Seminario, gran delantero paraguayo que por fin llegaba al Barça tras un largo pleito con el Zaragoza por doble contratación que le llevó a jugar un año en el Sporting de Portugal. Seminario había sido pichichi con los aragoneses en la 61-62.
El Barça arrancó sin brillo: dos victorias en casa y dos derrotas fuera. El 11 de octubre de 1964, el mismo de la inauguración de los Juegos de de Tokio, le tocaba visitar al Levante en el hoy desaparecido campo de Vallejo. El Levante llevaba un empate y tres derrotas y aún no había marcado ni un gol. Para el Barça parecía una salida fácil. Además venía de eliminar de la Copa de Ferias a la Fiorentina, con un 0-2 allí, ambos de Seminario.
El Levante salió con Fernández; Victoriero, Gatell, Calpe; Vidal, Carlos; Domínguez, Marañón, Torrents, Wanderley y Serafín. Por el Barcelona, que vistió de blanco, que usaba entonces con frecuencia como segundo color, jugaron Sadurní; Foncho, Olivella, Eladio; Vergés, Torrents; Zaballa, Pereda, Seminario, Fusté y Re. Nombres casi todos cuyo prestigio perdura en el recuerdo.
Fue una debacle culé. El Levante abrió el marcador en el 7′; en el 32′ la cosa ya estaba 3-0. Así se llegó al descanso y a la vuelta, lo mismo: en el 60′ había caído el quinto. Poco después marcaba Fusté, de penalti. Total, 5-1. La bomba de la jornada.
El presidente, Llaudet, asistió al partido. Cuando regresó al hotel dispuesto a exigir explicaciones no encontró a nadie. Esperó… horas. Todos cenaron fuera, muchos alargaron la noche. Regresó enfurecido y tras reunión de junta el club emitió el martes esta nota: “Como consecuencia del resultado del partido disputado el pasado domingo frente a la UD Levante, y conocidos los detalles de la pobre demostración de juego ofrecida por nuestro equipo, totalmente desacorde con la categoría profesional de sus componentes, con el prestigio de nuestra entidad y con el respeto que merecen sus asociados y su masa de simpatizantes, se impone la fuerte sanción económica al señor entrenador y a los jugadores que actuaron en el partido en cuestión”.
La multa fue de 25.000 pesetas para cada jugador, y de 50.000 para César. Una cantidad severa para la época. César se mostró molesto porque la sanción se hubiera hecho pública sin escucharle: “Confío en que quienes tomaron el acuerdo tendrán la amabilidad de comunicármelo verbalmente o por escrito, y entonces creo que tendré opción de exponer mi punto de vista”.
Dimitió. Le sucedió Sasot, que entrenaba al Condal, el filial. El Barça acabaría la Liga a 15 puntos del Madrid, en la Copa de Ferias cayó ante el modesto Estrasburgo y en la Copa, de nuevo ante el Zaragoza, con doble derrota, 6-4 y 0-1. Por su parte, el 17 de enero de 1965 César fichó por el Mallorca, en Segunda, al que ascendería a Primera.
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