Badosa sueña y Davidovich baila
La española apea a Vondrousova (6-4, 3-6 y 6-2) y rompe por primera vez la barrera de los cuartos en un grande, al igual que el andaluz (6-4, 6-4, 4-6 y 6-4 a Delbonis). Carreño cae ante Tsitsipas (6-3, 6-2 y 7-5)
La mirada de Paula Badosa irradia estos días la sensación de un trabajo inacabado y cada uno de sus pelotazos porta un mensaje: tiene hambre, va a por todas. Lejos quedan esos días en los que soñaba con ser Maria Sharapova y la mente, esos dichosos pájaros en la cabeza, le jugaran una muy mala pasada hasta conducirla hacia la depresión. Repuesta y decidida, hoy día Badosa ya no quiere ser Sharapova, sino simplemente Badosa, una tenista de 23 años que se ha echado un órdago a sí misma y ha dado un giro radical a su vida para explorar límites y saber hasta dónde puede llegar en esto del tenis.
De momento, ya pisa los cuartos de París, después de vencer a Marketa Vondrousova con otra enérgica actuación cargada de voluntad e intenciones: 6-4, 3-6 y 6-2, en 1h 50m. Se medirá, pues, a la eslovena Tamara Zidansek por una plaza en las semifinales, en medio de un torneo que ha ido perdiendo presuntos caballos ganadores y se traduce en toda una incógnita. Apeadas la número uno, Ashleigh Barty; Serena, fulminada este domingo por Elena Rybakina; y un buen elenco de cabezas de serie que fueron cayendo previamente, el trofeo que se entregará el próximo sábado está completamente en el aire.
Tras sufrir una profunda crisis interior, la catalana –nacida en Nueva York, hija de un matrimonio de modelos– decidió el año pasado dar un volantazo: cambió de entrenador –Javier Martí es el actual, en sustitución de Xavi Budó–, dejó Barcelona y se afincó en Madrid, y empezó a cincelar su físico y pulir su juego para recuperar el terreno perdido, esos dos años de laguna que, dice, le produjeron la comparación con Sharapova y un entorno viciado que ha ido renovando de arriba abajo. Se puso el mono de trabajo y el día a día en la Ciudad de la Raqueta está aportándole cuantiosas recompensas.
Virtualmente, ya es la 31ª del ranking de la WTA y hace dos semanas, a las puertas de aterrizar en París, logró su primer título como profesional, en la arcilla Belgrado. Y estos días brilla como nunca. Disputará por primera vez los cuartos de final de un Grand Slam y, por tanto, se adhiere al camino que firmaron en su día otras seis jugadoras españolas: Arantxa Sánchez Vicario, Conchita Martínez, Vivi Ruano, Marta Marrero, Carla Suárez y Garbiñe Muguruza. Mientras tanto, la prensa francesa insiste: “Un aire de Sharapova”, le retrata el diario Le Parisien; “recuerda inevitablemente a la rusa por sus actitudes y su físico”.
Nada de eso, repele. Ella es Badosa, la única superviviente de las cinco representantes nacionales que figuraban en el cuadro principal el primer día del torneo. Una tenista de molde moderno; esto es, envergadura, potencia, golpes ganadores y verticalidad; también, espíritu resiliente para abordar las circunstancias delicadas de los partidos, o esas otras que requieren de remar, remar y remar. Fue el caso ante Vondrousova, rival inteligente y táctica, finalista hace dos años y este domingo rendida ante los tiros profundos y la evidencia: ahora mismo, Badosa pide pista y, por tenis y deseo, está entre las más fuertes.
“Siempre he soñado, me gusta soñar en grande, ¿por qué no seguir soñando?”, contaba a los periodistas. La catalana abrió con buen pie una jornada que se torció después con la eliminación de Pablo Carreño (6-3, 6-2 y 7-5 para Stefanos Tsitsipas). Posteriormente, irrumpió Alejandro Davidovich y se subió al mismo carro que Badosa. El malagueño, de 22 años, batió a Federico Delbonis (6-4, 6-4, 4-6 y 6-4, en 2h 56m) y debutará con su pirotécnico tenis en la antepenúltima ronda de un grande. Será frente a Alexander Zverev (6-4, 6-1 y 6-1 a Kei Nishikori).
El triunfo subraya el estado de gracia del andaluz, puesto que el argentino, un correoso zurdo con un buen puñado de batallas a las espaldas, es el segundo jugador con más victorias sobre tierra batida este año (19) tras Tstisipas (20) y no era presa fácil. Así que desenfundó todas sus armas –dobló en golpes ganadores al rival, 42-28– y otro día más se metió a la grada francesa en el bolsillo, al grito de “¡Fo-kí, Fo-kí, Fo-kí!”, por el segundo apellido que luce oficialmente. Para celebrarlo, se marcó un bailecito antes de retirarse al vestuario y festejar con los suyos.
“Jugar en París es como hacerlo en casa. La gente está a ful conmigo, coreando mi nombre, y eso siempre suma muchos puntos”, agradeció. Y lo hizo ya con un billete automático para los Juegos Olímpicos de Tokio que tanto le ilusionan.
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