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Una designación disparatada

La elección del árbitro entre el Espanyol y el Granada del 73 acaba en escándalo y en recusación de los dos equipos

Amiano bate a Nito en presencia de De Felipe y Roberto Martínez. Al fondo, Vicente reclama el fuera de juego.
Amiano bate a Nito en presencia de De Felipe y Roberto Martínez. Al fondo, Vicente reclama el fuera de juego.

Era el 1 de marzo de 1973. Estábamos en la jornada 24, a diez del final, y el Espanyol venía de ganar en el Camp Nou y era líder. Recibía al Granada de Aguirre Suárez y Fernández. Pero la noticia fue la designación de Orellana, que solo dos semanas antes, en partido televisado, la había liado en Sarriá al pitar un penalti que no fue a favor del visitante, el Athletic. El partido acabó 0-1 y el Espanyol anunció que recusaría a este colegiado para la siguiente temporada. Los clubes podían recusar a árbitros que entendieran que les perjudicaban, pero solo al final de una campaña.

Inexplicablemente, el Comité le designó para el Espanyol-Granada. Pasieguito, entrenador visitante, declaró: “Espero que no aproveche para reconciliarse con el Espanyol”. El hincha perico veía en su presencia la mano negra de los grandes, Barça, Atlético y Madrid. Si el Granada, con su fama feroz, ya era en sí un factor de prevención, lo de Orellana encendió los ánimos. Sarriá era una caldera cuando Orantes hizo el saque de honor.

Santamaría, míster local, sacó el once del Camp Nou: Borja; Granero, De Felipe, Ochoa; Poli, Glaría; Roberto Martínez, Romero, Amiano, José María y Pepín. Pasieguito salió con: Ñito; Toni, Aguirre Suárez, Falito; Jaén, Fernández; Quílez, Castellanos, Dueñas, Chirri y Vicente. Marchaba por la mitad de la tabla.

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El Espanyol aprieta y al poco rato salta la chispa por una entrada de Aguirre Suárez sobre Amiano, reclamada como penalti. Poco más tarde, Aguirre Suárez se marcha, con un tirón, y le sustituye Pla. Podría ser un factor de irritación menos, pero sigue la fobia contra Orellana. Al descanso se llega con 0-0 y hay impaciencia en los comentarios, junto a críticas a Santamaría por repetir el equipo del Camp Nou. Allí Romero salió de interior para entorpecer el juego rival. Pero en casa, ante el Granada, había unanimidad: ahí debería estar Solsona.

Empieza la segunda parte y pronto el Simultáneo Dardo anuncia gol de penalti del Barça en San Mamés. Santamaría reacciona sacando por fin a Solsona por Romero, en medio de un gran aplauso. Pero en el 67, en una de las raras salidas del Granada, Chirri suelta un tirazo desde fuera del área que se cuela por la escuadra de Borja. Es el 0-1.

Se redoblan los ataques a un Granada cerradísimo y los gritos a Orellana, al que se le reclaman penaltis y expulsiones a cada momento. Ñito para lo fácil, lo difícil y lo imposible. A siete minutos del final la cosa sigue 0-1, lo mismo que en San Mamés. El liderato se esfuma. En eso, falta contra el área del Granada, una de tantas. La lanza José María, templando el balón al área mientras la defensa del Granada “hace la persiana”, se adelanta en bloque. El balón le cae a Amiano, que está muy adelantado, igual que De Felipe, Roberto Martínez y otros varios. Remata mientras los granadinos, diez metros más atrás, levantan la mano pidiendo fuera de juego.

Pero a Orellana lo que le faltaba era anular ese gol. Lo concede y le rodean como una turba los jugadores del Granada, y con ellos, los del Espanyol. Aquello dura y dura, mientras Orellana exhibe la tarjeta blanca (aquí empezó siendo blanca en vez de amarilla) contra tirios y troyanos. El público, que teme que esté anulando el gol, siembra el campo de almohadillas. En eso, José María aparece con la boca partida, sangrando. Orellana consulta a un linier, que le dice que ha sido Ñito. En efecto, ha sido él. Luego explicará que pensaba que José María iba a agredirle y se defendió.

Ñito es expulsado y el gol, concedido. El incidente ha durado más de cinco minutos. El público se calma. Entra el meta Navarro (fue su debut, luego haría carrera en el Burgos y el Atlético), por Dueñas. Ya solo se juega en el área del Granada, que pide la hora. Orellana ha descontado el tiempo de la bronca y ya en el 95 Solsona caza el 2-1. Sarriá es un clamor. El Espanyol sigue líder.

El club barcelonés emitirá el martes un parte de seis jugadores lesionados. El Granada regresó enojadísimo, con sensación de humillación. El diario granadino Patria, inspirado por las palabras de Pasieguito, tituló: “Lo temido: Orellana se reconcilió con el Español”. Candi, presidente granadino, viajó a Madrid a protestar en la Federación. A Ñito le cayeron cuatro partidos; aquel quedaría como su último encuentro en el Granada en el que hizo una gran carrera. Al Espanyol se le torcieron pronto los resultados y acabó tercero, tras el Atlético y el Barça. Y Orellana fue recusado para la temporada siguiente por el Espanyol y por el Granada.

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