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MUNDIAL RUSIA 2018 | BRASIL, 1 - SUIZA, 1
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El chasco de Brasil

Abatido Neymar, se acabó el ingenio de la Canarinha, falta igualmente de rebeldía, incluso de entusiasmo

Ramon Besa
Neymar cae al suelo tras una entrada de Behrami.
Neymar cae al suelo tras una entrada de Behrami.Felipe Dana (AP)

Más que como favorito, Brasil quiso jugar como un campeón y no supo ganar a Suiza. Quedó petrificado con el gol de Zuber después de protagonizar unos interesantes minutos iniciales que culminó Coutinho. Hasta el 1-0, tuvo un plan colectivo definido y aprendido al servicio del desequilibrio individual, cosa muy sabida desde que le entrena Tite. Hay hasta cuatro jugadores capaces de llegar y marcar un gol porque regatean y chutan. El más cualificado es sin duda Neymar. El delantero del PSG atrae a tantos rivales que permite las apariciones decisivas de atacantes como Coutinho. El azulgrana se arranca siempre desde la izquierda, arma el tiro con facilidad desde el vértice del área y coloca la pelota de rosca al poste izquierdo, imposible para cualquier portero, también para Sommer. Ya son 22 los goles que ha marcado esta temporada Coutinho si se incluyen los del Liverpool.

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Brasil no tiene centrocampistas que generen juego pero tiene delanteros que meten goles como ya viene siendo una costumbre desde hace tiempo en la Copa del Mundo. Había la sensación también de que era un equipo imposible de sorprender si tomaba un gol de ventaja, o al menos así se lo tenía creído, siempre dispuesto a sacrificar a los interiores en favor de pivotes defensivos o jugadores más físicos, como Paulinho y Casemiro: 17 victorias, 3 empates y una sola derrota avalaban su competitividad ante quienes le reclamaban más creatividad. Pero Suiza acabó con su presuntuosidad en un saque de esquina mal defendido por el portero y por Miranda aunque el árbitro pudo pitar falta de Zuber. El tanto dejó aturdido a Brasil y ya no se levantó hasta el último tramo del partido cuando volvió a cercar el área de Sommer. La respuesta, en cualquier caso, no fue la de un equipo ambicioso ni con ganas de revancha.

Los cambios de Tite fueron demasiado conservadores y el mensaje del equipo fue muy plano, limitado por la banda derecha, que extraña sobre todo a Alves. No encontró ninguna solución al partido ni siquiera a partir de Neymar, reducido con hasta nueve faltas, una cifra récord. El delantero todavía no está fino después de muchos meses de inactividad, tiene dificultades para irse de la marca y para asociarse, de manera que los defensores de Suiza y especialmente Behrami se emplearon en que no alcanzara la zona de peligro. Abatido Neymar, se acabó el ingenio de Brasil, falto igualmente de rebeldía, incluso de entusiasmo, cosa sorprendente en una selección montada expresamente para vengar el 7-1 del último Mundial disputado en su país. No vale especular cuando se presume haber creado una máquina de matar.

El equipo de Tite especuló y se evaporó seguramente porque estaba convencido de que el partido se había acabado con el 1-0. Un chasco en la línea de la mayoría de los aspirantes en el estreno del Mundial. El protagonismo recae ahora en las selecciones menos favoritas mientras los candidatos administran goles y puntos en busca de los emparejamientos de cuartos. A Brasil, sin embargo, se la suponía tan dolida desde su Mundial que iba a convertir cada partido de Rusia en un alegato para que le dieran ya mismo el título, tal que fuera la campeona. El problema es que para empezar Suiza siempre fue un mal enemigo para los candidatos; alcanza con recordar lo que le pasó a España, luego campeona en Sudáfrica después de jugar repetidamente al 1-0.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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