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LaLiga Santander jornada 9
R. Sociedad
R. Sociedad
Illarramendi 68'
1 1
Finalizado
Espanyol
Espanyol
Leo Baptistao 8'

La Real sigue de puertas abiertas en Anoeta

El orden del Espanyol le basta para alcanzar un empate justo

Baptistão remata para marcar el gol el Espanyol.
Baptistão remata para marcar el gol el Espanyol.Javier Etxezarreta (EFE)

La Real tiene una doble vida, doble personalidad, doble o nada. Que está de dulce lo dicen sus goleadas, europeas o nacionales, su alegría creadora. Que tiene un punto amargo, lo dicen sus tropezones en Anoeta, donde solo ha ganado uno de los cinco encuentros disputados, por tres a domicilio, como si las obras en el fondo norte le filtrasen un airecillo acuchillador.

El Espanyol anda menos sobrado, pero está bien estudiado y bien aprendido. Con una presión alta, solidaria, en la que nadie se escondía, consiguió nublar la vista de la Real durante 45 minutos. Miraba y no veía, quería y no podía, y el Espanyol condenaba a cada futbolista blanquiazul a jugar en solitario, o sea, a sucumbir en el intento. Javi Fuego y Darder se bastaban para descoser lo poco que cosía la Real, muy solo Illarramendi en el centro del campo, y con el resto arañando el balón con las uñas afiladas.

Y en ese tran tran que le daba el gobierno encontró el Espanyol un gol al cincuenta por ciento entre Jurado y Baptistão. El centrocampista miró a un lado y centró al otro, y el delantero peinó la pelota como quien se pasa un cepillo por el pelo. Los centrales de la Real se quedaron a media llegada y Rulli a media salida. O sea un gol que calibraba la buena actitud espanyolista y la calidad de varios de sus hombres y desequilibraba el desajuste de la Real, tan incapaz de generar juego como de evitarlo. Solo Oyarzabal daba síntomas de euforia recobrando su mejor versión, inventando, centrando y rematando para que el Espanyol supiera que allí había un tipo con talento dispuesto a cambiar el clima del partido en cualquier momento.

Lo cambió la Real en la segunda mitad, contagiada por los trazos delicados de Oyarzabal y porque el Espanyol dio un paso o dos atrás o se los dieron los rivales, ya dolidos por tropezar otra vez con el airecillo de Anoeta. Fue entonces la Real avasalladora. Apareció por fin Odriozola, bastante desdibujado hasta entonces, y Kevin Rodrigues, algo taciturno también, y al Espanyol se le vino encima un chaparrón tras otro.

No abundaban las ocasiones, pero se avecinaba temporal. Ya la superioridad en el centro del campo se desdibujó. Y en esto apareció Januzaj, la estrella errante que busca un lugar al que enchufarse para volver a ser el que decían que iba a ser y no ha sido. Y se sacó un jugadón por la banda izquierda pleno de habilidad, talento y pillería para asistir el remate de Illarramendi. Para entonces Víctor Sanchez estaba muerto. Januzaj lo remató. Y lo volvió a hacer minutos después aunque con un final más infeliz.

Todo apuntaba a la Real, aunque el Espanyol no ahorraba munición. Quique buscó en la sabiduría de Sergio García el punto de mira para recobrar la victoria. No la halló. La Real acumuló jugadores, agobio y nervios. Los primeros no le bastaron para intimidar demasiado a Pau López. Lo segundo, acabó por autoagobiarle. Y los terceros le bastaron para sumar una expulsión (Illarramendi) y varias tarjetas amarillas evitables. Anoeta sigue siendo una puerta demasiado abierta para la Real por la que el Espanyol transito con más orden que belleza.

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