_
_
_
_
_

Mucho miedo en La Romareda

Zaragoza y Granada pasean sus defectos en un encuentro soporífero que derivó en un empate que no sirve a ninguno

Rafael Pineda
Edu Oriol pelea un balón con Ighalo.
Edu Oriol pelea un balón con Ighalo. Javier Cebollada (EFE)

En lo profundo de la tabla hay miedo. Cuando la Liga encara su tramo decisivo, los nervios afloran y el fútbol desaparece. Zaragoza y Granada no pasan por su mejor momento y sienten ambos que son el objetivo de un Mallorca renacido. Muy preocupante es el caso del equipo aragonés, despersonalizado, sin gol y con una defensa vulnerable. No queda ni un atisbo de ese equipo que en la primera vuelta resultó competitivo. Si acaso, algún destello de Rochina o las incursiones de Sapunaru. Es un grupo que parece desfondado, sin pasión por el juego, muy tapado Movilla y con Apoño lesionado. No debe extrañar, por tanto, que acumule 10 partidos sin ganar y se asome al abismo del descenso. Al contrario de lo ocurrido la pasada temporada, va de más a menos, en colisión con el carácter de su técnico. Manolo Jiménez está desbordado. Sus respuestas futbolísticas forjan un equipo que vive solo para defender, sin chispa ni remate, con Postiga convertido en una isla.

ZARAGOZA, 0; GRANADA, 0

Zaragoza: Leo Franco; Sapunaru, Pintér, Álvaro, Abraham; Movilla, José Mari (Babobic, m. 70), Víctor Rodríguez (Edu Oriol, m. 60), Rochina (Bienvenu, m. 77), Montañés; y Postiga. No utilizados: Alcolea; Lanzaro, Fernández y Rodri.

Granada: Toño; Nyom, Mainz, Íñigo López, Siqueira; Torje, Mikel Rico, Recio (Iriney, m. 83), Nolito (Angulo, m. 86); El Arabi (Buonanotte, m. 57) e Ighalo. No utilizados: Roberto; Juanma Ortiz, Borja Gómez y Antonio Puertas.

Árbitro: Mateu Lahoz. Amonestó a Nyom, Movilla, José Mari, Álvaro y Recio.

La Romareda. Unos 15.000 espectadores.

El Granada anda más vivo, pero ha perdido el impulso que le proporcionaron la llegada de Lucas Alcaraz y los fichajes invernales. En la Romareda estuvo siempre más pendiente de defender que de atacar. Cuando lo hizo, fue demasiado directo, sin que sus buenos extremos, Torje y Nolito, entraran en juego. Resultó llamativo también que El Arabi pasara desapercibido o que sus laterales, en especial Siqueira, apenas subieran al ataque.

El partido, soporífero y lleno de interrupciones, deparó un empate que apenas sana las heridas de ambos equipos. Jugado a un ritmo ínfimo, la igualada sin goles puso sobre la mesa las carencias de Zaragoza y Granada. A ellas se fía el Mallorca para evitar el descenso.

A pesar de las precauciones, fue el Granada el que gozó de las mejores ocasiones. El Zaragoza, débil en el juego aéreo, permitió hasta tres remates de jugadores a la salida de saques de esquina. Dos de Ighalo fueron al palo y uno de Mainz salió fuera por poco. A los puntos, merecía algo más el equipo andaluz, que con la entrada de Buonanotte se reactivó en ataque. Dio un pasito adelante mientras el Zaragoza apenas carburaba. Un oasis en medio del desierto incapaz de alterar el ritmo de un partido muy plano, con una segunda mitad de lo más floja que se ha visto en la Liga.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_