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Jolgorio francés para terminar

El campeón olímpico Lavillenie salta 6,07 en pértiga sin un nulo, y el obstaculista Mekhissi-Benabbad se impone en los 1.500, donde ni casado ni Bustos estuvieron donde se esperaba

Amaya Iríbar
Bustos, segundo, en la clasificación para la final de 1.500.
Bustos, segundo, en la clasificación para la final de 1.500.J. NACKSTRAND (AFP)

Sonó la Marsellesa un par de veces y los emocionables se emocionaron mucho, y admiraron. Y muchos se enfadaron compasivos, empáticos, cómplices de Renaud Lavillenie, a quien anularon un salto sobre 6,07 metros en el que no derribó el listón, solo le sacó de su soporte. Y el campeón olímpico, el chaval fuerte de Clermont Ferrand, protestó por ello, señalando al juez de la bandera roja en alto el listón que temblaba como un niño con tiritona, pero no caía, y se tiró al suelo, y dio una patada a la publicidad, y lloró como un niño también. Se sentía robado, no de un título que ya había asegurado con un salto sobre 6,01 metros, final de un recorrido impecable sin un derribo, sino de una marca, o sea, de su trabajo. Una marca que, además de señalar al listón más alto que nunca ha superado en competición le valía el ser considerado como el primero después del zar Bubka, el primero entre los humanos, puesto que sigue ocupando aún el australiano Steve Hooker con 6,06m.

Pese a su llanto, sus 6,01, mejor marca mundial del año, pueden ser considerados también la mejor marca del campeonato, tan escaso en ellas, y sonó la Marsellesa en el pabellón medio vacío de Gotemburgo, y volvió a sonar minutos después para festejar la victoria de Mekhissi-Benabbad en los 1.500 en los que los españoles a los que tanto se esperaba no aparecieron por donde se les quería.

En la final de 1.500 se esperaba a la pareja española, el joven Bustos, el ‘viejo’ Casado, pero ambos se hicieron a un lado cuando pasó el tren con su increíble locomotora (durante 1.499 metros, durante siete vueltas y media menos un doscientavo, no hubo nadie en la pista por delante del turco Özbilen, keniano hasta 2011, y se llamaba William Biwott Tanui, quien llevó a todos ligeros y en fila india a su espalda) y los dos franceses, Mekhissi (más conocido por su calidad de atleta de 3.000 metros obstáculos, campeón de Europa y medallista mundial y olímpico, el único que resiste a los kenianos) y Simon Denissel, el émulo. Cuando el momento de los cambios de ritmo y mostrar las fuerzas y la disposición, rondando los 1.000-1.200 metros, Casado intentó tirar para adelante, con más ganas que fuerzas, mientras Bustos poco a poco se retraía hacia la retaguardia. Vieron ambos desde lejos, pues, cómo en el último metro, el enorme Mekhissi adelantaba el pecho por delante de Öziben, quien incomprensiblemente, o tan cansado que no sabía cómo, se había abierto a la calle dos, dejándole libre al francés el pasillo de la primera calle en la última recta. Su tiempo fue magnífico, para tratarse de una final europea en pista cubierta, 3m 37,17s. Casado terminó quinto (3m 39,36s) y Bustos, octavo, 3m 40,14s.

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Sobre la firma

Amaya Iríbar
Redactora jefa de Fin de Semana desde 2017. Antes estuvo al frente de la sección de Deportes y fue redactora de Sociedad y de Negocios. Está especializada en gimnasia y ha cubierto para EL PAÍS dos Juegos Olímpicos y varios europeos y mundiales de atletismo. Es licenciada en Ciencias Políticas y tiene el Máster de periodismo de EL PAÍS.

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