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Blogs / Cultura
La Ruta Norteamericana
Por Fernando Navarro
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Columna
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El ejemplo de R.E.M.: cómo hacer una carrera de calidad y saber retirarse a tiempo

Hay formaciones o músicos que se han convertido en algo tan mastodóntico que ya no están en el escenario como portadores de algo mágico. El grupo de Michael Stipe fue un maravilloso ejemplo en vida y también de cómo colgar las botas

Michael Stipe, cantante de R.E.M., en una imagen de archivo.
Michael Stipe, cantante de R.E.M., en una imagen de archivo.Getty Images
Fernando Navarro

De repente, los músicos de siempre se hicieron mayores. Bueno, no. De repente no. Es algo que nos acompaña desde hace mucho tiempo, más aún cuando cada año no paramos de llorar pérdidas irreparables. Quizá algunas de las últimas más simbólicas por su peso histórico y artístico sean las del cantante Harry Belafonte, el pianista Ahmad Jamal y el saxofonista Wayne Shorter. La muerte siempre gana su partida, pero, mientras tanto, conviene preguntarse si existe la posibilidad de retirarse en el mundo de la música. Es decir, si una profesión es tan vocacional y otorga dinero, reconocimiento y adoración hasta en circunstancias adversas, ¿cómo se baja uno del escenario y cuelga las botas? ¿Es posible? ¿Merece la pena?

Responder a estas preguntas solo está al alcance de los propios músicos que se suben al escenario. Hay ejemplos ilustrativos de que, en este oficio, trabajar parece más una cuestión de sentirse vivo que de jubilarse. El escenario da la energía que, de otra forma, podría desaparecer. Como escribí en un artículo titulado El fuego incombustible de la vieja guardia, se podría decir que Willie Nelson, Bob Dylan, Van Morrison y Neil Young simbolizan una filosofía vital y artística con su actividad imparable de discos y conciertos en los últimos años. Otros muchos parecen vivir más de las rentas de su fama y del fructífero negocio del mercado de la nostalgia. De la A a la Z hay tantos nombres que ponga usted mismo el que quiera.

A estas alturas de la vida, siglo XXI, año 2023, cambio climático mediante y no sé cuántos conciertos en la agenda, hay que recordar a R.E.M. Mejor dicho: hay que elevar a esta banda más aún de lo que ya estaba cuando sus miembros se retiraron en septiembre de 2011. El grupo de Athens fue un maravilloso ejemplo en vida y, hoy por hoy, desde hace más de una década, también es otro maravilloso ejemplo de saber colgar las botas.

R.E.M. actuando en unos premios MTV en Nueva York en 1995.
R.E.M. actuando en unos premios MTV en Nueva York en 1995.Foto: Getty

R.E.M. se disolvieron amistosamente, sin grandes peleas ni traumas. Como dijo Stipe, quisieron hacerlo “correctamente”, a la manera que ellos entendieron que se debía tomar una decisión tan importante. “No hubo fuerzas externas ni problemas internos, sino que todo fue una decisión consensuada del grupo”, sostuvo el cantante. La banda se convirtió en la primera gran banda de la historia que se disolvía sin broncas y sin que ningún miembro hubiese muerto o hubiese tenido fuertes problemas con las drogas. Así es: su separación nada tiene que ver con la de The Beatles, The Kinks, Led Zeppelin, Creedence Clearwater Revival, Oasis… Incluso tampoco es comparable a la de la célebre de The Band. Con su adiós, R.E.M. hacían parte de historia, aunque su ejemplo no cundió.

Hay formaciones o músicos que se han convertido en algo tan mastodóntico que ya no están en el escenario como portadores de algo mágico. Sino más bien como meros espectáculos de fuegos y artificio. Como escribía Diego A. Manrique en su última columna sobre las actuaciones del festival Coachella, “es pop colado de contrabando en una exhibición de baile coreografiado, cuerpos guapos con una excusa musical”. Sucede lo mismo cuando estas formaciones o músicos son cuerpos míticos con una excusa musical y también pasan por el estudio de grabación como un trámite para hacer caja, olvidando desarrollar obras interesantes, ambiciosas, con cierto riesgo o espíritu. Incluso, en este sentido, es más sangrante: ni buenos directos ni buenos discos. Nada más que caja, nostalgia y acontecimientos sociales muy alejados del apetito artístico. R.E.M. hicieron lo que, en algún momento, podían haber hecho por distintos motivos: The Rolling Stones, U2, Coldplay, The Libertines, Eagles, The Smashing Pumpkins, Black Eyed Peas… Lo dicho, ponga usted mismo el que quiera.

“Hicimos siempre lo que quisimos y lo hicimos lo mejor que pudimos”. La frase de Stipe bien podría darla cualquier otro grupo que se haya retirado empujado por los cismas. Sin embargo, no todos los grupos podrían presumir de dejar un legado tan impoluto de calidad. R.E.M. nacieron de aquella escena de los ochenta conocida como Nuevo Rock Americano, formada por regeneradores del rock a partir del country y el garage. En mitad de un mapa habitado por bandas de carreteras secundarias, como The Long Ryders, Green On Red, Jason & The Scorchers o Dream Syndicate, R.E.M. plantó una autopista. De su rock con parábolas grandilocuentes salió un camino directo a la fama, donde los sonidos americanos añejos se abrazaron con un renovado universo pop. Una autopista que, conviene señalarlo con letras grandes, siempre siguió una línea de coherencia artística sobresaliente. Porque del microcosmos de R.E.M., formado por las raíces sonoras de The Byrds confluyendo con el garage, el punk y el pop, han salido verdaderos himnos a los que solo se llega cuando los astros se cruzan.

R.E.M. a mediados de los ochenta. De izquierda a derecha: Peter Buck, Mike Mills, Bill Berry y Michael Stipe.
R.E.M. a mediados de los ochenta. De izquierda a derecha: Peter Buck, Mike Mills, Bill Berry y Michael Stipe.

Como escribió el periodista musical Simon Reynolds en su estupendo libro Post-punk. Romper todo y empezar de nuevo: “El movimiento post-punk de finales de la década de los setenta y principios de la de los ochenta había eliminado sectores completos de música del menú, en particular la de la década de los sesenta… Después de la desmitificación del post-punk y los esquemas del new pop, se sintió liberador escuchar música arraigada en el asombro místico y la rendición dichosa, como R.E.M. La banda recordaba a la música de la década de los sesenta con sus clamorosas guitarras y su toque folk”. Eso es: una banda que recordaba a la grandeza de las de los años sesenta. Y, si la edad dorada del pop-rock nunca más volvería como fue, tampoco debería hacerlo R.E.M. toda vez que su tiempo de gloria ya pasó.

Ellos lo entendieron. Siempre supieron cuándo retirarse. También fueron dueños de una carrera inteligente y de calidad. Pero, de cara a la historia, lo más importante es una cosa simple: a R.E.M. se les echa de menos. Y eso es una virtud en un mundo en el que muchas veces se echa de más a otras formaciones y artistas.

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Sobre la firma

Fernando Navarro
Redactor cultural, especializado en música. Pertenece a El País Semanal y es autor de La Ruta Norteamericana. Ejerce de crítico musical en Cadena Ser. Pasó por Efe, Abc, Ruta 66, Efe Eme y Rolling Stone. Ha escrito los libros Acordes Rotos, Martha, Maneras de vivir y Todo lo que importa sucede en las canciones. Es de Madrid.

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